/ lunes 15 de abril de 2024

Cuento: Crónica de una fecha especial en pandemia

Cuento Incertidumbres que va relacionado a todo lo ocurrido durante la contingencia cuando se declaró emergencia sanitaria

Se había declarado finalizada la emergencia sanitaria por Covid19 para México y el resto del mundo en el mes de mayo del 2023. Habían disminuido en gran medida los contagios, hospitalizaciones y decesos según la Organización Mundial de la Salud.

Gracias a Dios nosotros estábamos bien, sin embargo, yo todavía continuaba con las secuelas alérgicas que me dejó tremenda enfermedad por meses, pero para miles de familias las heridas que dejó la pandemia fueron mucho más profundas, había quienes perdieron a uno o más seres queridos.

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La enfermedad no sólo dejó secuelas en la salud de algunas personas, sino también cerraron negocios, perdieron trabajos y otros dejaron la escuela o la universidad.

Un día sentí los efectos de la secuela por medio de una gripa tan fuerte que se me diagnosticó como bronquitis.

Mis pulmones habían quedado débiles por el virus, me sacaron radiografías y todo indicaba que el virus los había afectado. No podía respirar, no era la primera vez. En años pasados había experimentado algo que pensé podría haber sido asma, pero que en realidad era reflujo, según mi hermano el médico.

Dicho hallazgo hizo que me tratara la enfermedad y me dejó respirar con mayor facilidad. Pero en esta ocasión fue distinto, sentía morirme. El reflujo interfería en mi respiración. ¡Oh, cuánto he valorado el oxígeno por el tránsito de esta vida, y más ahora en estos tiempos!, podía imaginar un poco qué fue lo que sintieron las millones de personas que murieron por falta de oxígeno debido a esta terrible pandemia.

"Podía imaginar un poco qué fue lo que sintieron las millones de personas que murieron por falta de oxígeno". Foto. Isaac Quesada / Unsplash

Quizá por aquello que he experimentado, puede empatizar un poco con su sufrimiento. Debido a la falta de oxígeno, tuve que nebulizarme, pero ese día en la noche ya era muy de madrugada y aún no contaba con dicho aparato, así que traté de dormir como pude. Esta vez el salbutamol no quería abrir mis bronquios por lo que deseaba ir a la farmacia y comprarme el nebulizador que me habían recomendado, pero sinceramente, mi colonia en los últimos tiempos se ha tornado muy insegura, como el resto del país, así que decidí no exponernos; negligencia de mi parte quizá, así que le pedí a mi esposo que no fuera, por su seguridad.

Pese al sufrimiento que sentía no me arrepentí, porque experimenté una conexión con mi cuerpo indescriptible, como nunca la había experimentado, fue el resultado de esa noche tan transformadora para mi alma y mi ser.

Pasaron los días y me fui recuperando poco a poco hasta que llegó el 10 de mayo, día de las madres. Llegué a mi casa después del famoso festejo en casa de mi madre, fue un día como cualquier otra festividad. El día de las madres lo pasé entre el tráfico, gente, compras, centros comerciales, flores, comida a domicilio de un restaurante en casa de mis padres, con calor, comiendo pastel, entre risas, familia, marido, hijas, más calor, pláticas con mi hermano, mi cuñada y mis sobrinos. Pero con una hermana y dos sobrinitos ausentes que se comunicaron desde Canadá con mi madre por videollamada para felicitarla, pero sin buscar mi saludo por supuesto, porque ya teníamos unos tiempos distanciados.

Mientras mi mamá hablaba con mi hermana, me aparté de ese momento tan incómodo para mí, decidí alejarme de la sala para que pudieran hablar con mi hermana Angélica tranquilamente; ella mi única hermana mujer, que por algunas diferencias decidió no volverme a hablar y que yo en repetidas ocasiones traté de solucionar. En el jardín se escuchaban risotadas de mis sobrinos que jugaban con los viejos juguetes que mi hermano les había heredado y decidí hacerles compañía. Mi hija la mayor Fer, al ver que me alejaba, supuso el por qué de mi ausencia, decidió acompañarme en mi incomodidad.

Mi otra hija se quedó a saludar, no se lo cuestioné por supuesto, extrañaba tanto a mi hermana, así que sentí que la presencia de mi hija Lili con ella, podía de alguna forma conectarme con mi hermana por medio de nuestro “cordón umbilical imaginario” o algo así.

Pero recordé las sabias palabras de mi hija Fer que me dijo no hace tanto: “hasta el árbol genealógico se poda eh” y preferí no forzar el contacto con mi hermana, como otras veces lo llegué a hacer, cuando yo buscaba que hablara conmigo y que ella me perdonara de una u otra manera por mi falta. Decidí respetar su proceso, el cual me dejaba nuevamente en la incertidumbre de saber si algún día podríamos volver a tener la relación que teníamos antes. Me encontré sorprendida por no dejar que la tristeza me invadiera, tanto por la ausencia de mi hija Sofía, como por la de mi hermana; ese día me di cuenta que estaba soltándolas a ambas con amor.

En las noticias matutinas vi las imágenes de mujeres de todas las edades unidas por el mismo dolor; habían salido a manifestarse por todo el país, conmemorando a las madres de los hijos desaparecidos, que no habían obtenido ninguna respuesta por parte del gobierno sobre las miles de desapariciones.

No se trataba de cualquier desaparecido, eran sus hijos y no eran escuchadas ni atendidas. Festejaron su 10 de mayo en las calles, entre gritos, cantos, marchas y exigencias. No me imagino el dolor tan grande que pueden estar pasando esas madres, mi dolor quizá sea nada a comparación del de ellas. La impotencia, el dolor y la incertidumbre que día a día las envolvía en una bruma que les nublaba la mente y la razón. Esas madres desconsoladas que siguen esperando que sus hijos desaparecidos lleguen un 10 de mayo y crucen el umbral de su casa, las abracen y despierten de ese mal sueño, o por lo menos encontrar el cuerpo de sus hijos y darle santa sepultura, en cambio continúan ignoradas por el gobierno.

A ellas año con año se suman más madres de desaparecidos.

(Continuará).


Se había declarado finalizada la emergencia sanitaria por Covid19 para México y el resto del mundo en el mes de mayo del 2023. Habían disminuido en gran medida los contagios, hospitalizaciones y decesos según la Organización Mundial de la Salud.

Gracias a Dios nosotros estábamos bien, sin embargo, yo todavía continuaba con las secuelas alérgicas que me dejó tremenda enfermedad por meses, pero para miles de familias las heridas que dejó la pandemia fueron mucho más profundas, había quienes perdieron a uno o más seres queridos.

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La enfermedad no sólo dejó secuelas en la salud de algunas personas, sino también cerraron negocios, perdieron trabajos y otros dejaron la escuela o la universidad.

Un día sentí los efectos de la secuela por medio de una gripa tan fuerte que se me diagnosticó como bronquitis.

Mis pulmones habían quedado débiles por el virus, me sacaron radiografías y todo indicaba que el virus los había afectado. No podía respirar, no era la primera vez. En años pasados había experimentado algo que pensé podría haber sido asma, pero que en realidad era reflujo, según mi hermano el médico.

Dicho hallazgo hizo que me tratara la enfermedad y me dejó respirar con mayor facilidad. Pero en esta ocasión fue distinto, sentía morirme. El reflujo interfería en mi respiración. ¡Oh, cuánto he valorado el oxígeno por el tránsito de esta vida, y más ahora en estos tiempos!, podía imaginar un poco qué fue lo que sintieron las millones de personas que murieron por falta de oxígeno debido a esta terrible pandemia.

"Podía imaginar un poco qué fue lo que sintieron las millones de personas que murieron por falta de oxígeno". Foto. Isaac Quesada / Unsplash

Quizá por aquello que he experimentado, puede empatizar un poco con su sufrimiento. Debido a la falta de oxígeno, tuve que nebulizarme, pero ese día en la noche ya era muy de madrugada y aún no contaba con dicho aparato, así que traté de dormir como pude. Esta vez el salbutamol no quería abrir mis bronquios por lo que deseaba ir a la farmacia y comprarme el nebulizador que me habían recomendado, pero sinceramente, mi colonia en los últimos tiempos se ha tornado muy insegura, como el resto del país, así que decidí no exponernos; negligencia de mi parte quizá, así que le pedí a mi esposo que no fuera, por su seguridad.

Pese al sufrimiento que sentía no me arrepentí, porque experimenté una conexión con mi cuerpo indescriptible, como nunca la había experimentado, fue el resultado de esa noche tan transformadora para mi alma y mi ser.

Pasaron los días y me fui recuperando poco a poco hasta que llegó el 10 de mayo, día de las madres. Llegué a mi casa después del famoso festejo en casa de mi madre, fue un día como cualquier otra festividad. El día de las madres lo pasé entre el tráfico, gente, compras, centros comerciales, flores, comida a domicilio de un restaurante en casa de mis padres, con calor, comiendo pastel, entre risas, familia, marido, hijas, más calor, pláticas con mi hermano, mi cuñada y mis sobrinos. Pero con una hermana y dos sobrinitos ausentes que se comunicaron desde Canadá con mi madre por videollamada para felicitarla, pero sin buscar mi saludo por supuesto, porque ya teníamos unos tiempos distanciados.

Mientras mi mamá hablaba con mi hermana, me aparté de ese momento tan incómodo para mí, decidí alejarme de la sala para que pudieran hablar con mi hermana Angélica tranquilamente; ella mi única hermana mujer, que por algunas diferencias decidió no volverme a hablar y que yo en repetidas ocasiones traté de solucionar. En el jardín se escuchaban risotadas de mis sobrinos que jugaban con los viejos juguetes que mi hermano les había heredado y decidí hacerles compañía. Mi hija la mayor Fer, al ver que me alejaba, supuso el por qué de mi ausencia, decidió acompañarme en mi incomodidad.

Mi otra hija se quedó a saludar, no se lo cuestioné por supuesto, extrañaba tanto a mi hermana, así que sentí que la presencia de mi hija Lili con ella, podía de alguna forma conectarme con mi hermana por medio de nuestro “cordón umbilical imaginario” o algo así.

Pero recordé las sabias palabras de mi hija Fer que me dijo no hace tanto: “hasta el árbol genealógico se poda eh” y preferí no forzar el contacto con mi hermana, como otras veces lo llegué a hacer, cuando yo buscaba que hablara conmigo y que ella me perdonara de una u otra manera por mi falta. Decidí respetar su proceso, el cual me dejaba nuevamente en la incertidumbre de saber si algún día podríamos volver a tener la relación que teníamos antes. Me encontré sorprendida por no dejar que la tristeza me invadiera, tanto por la ausencia de mi hija Sofía, como por la de mi hermana; ese día me di cuenta que estaba soltándolas a ambas con amor.

En las noticias matutinas vi las imágenes de mujeres de todas las edades unidas por el mismo dolor; habían salido a manifestarse por todo el país, conmemorando a las madres de los hijos desaparecidos, que no habían obtenido ninguna respuesta por parte del gobierno sobre las miles de desapariciones.

No se trataba de cualquier desaparecido, eran sus hijos y no eran escuchadas ni atendidas. Festejaron su 10 de mayo en las calles, entre gritos, cantos, marchas y exigencias. No me imagino el dolor tan grande que pueden estar pasando esas madres, mi dolor quizá sea nada a comparación del de ellas. La impotencia, el dolor y la incertidumbre que día a día las envolvía en una bruma que les nublaba la mente y la razón. Esas madres desconsoladas que siguen esperando que sus hijos desaparecidos lleguen un 10 de mayo y crucen el umbral de su casa, las abracen y despierten de ese mal sueño, o por lo menos encontrar el cuerpo de sus hijos y darle santa sepultura, en cambio continúan ignoradas por el gobierno.

A ellas año con año se suman más madres de desaparecidos.

(Continuará).


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