/ jueves 8 de octubre de 2020

La verdadera guerra del agua

Hace apenas unos meses en este mismo espacio publiqué un artículo, el cual, luego del escándalo suscitado en la querella del presidente Andrés Manuel López Obrador, frente al Gobernador del estado de Chihuahua Ramón Corral, me parece pertinente retomar el escrito entonces, cuando me referí al precepto Constitucional que se otorga en la administración de las aguas nacionales al jefe del ejecutivo, es decir, la política relativa al usufructo, reparto equitativo y el cuidado ecológico de las aguas superficiales, son responsabilidad principalmente del ejecutivo federal, que, sin embargo, debe coordinar ese cuidado en los 3 niveles de gobierno y principalmente en los ayuntamientos municipales cuya responsabilidad al respecto, es el tratamiento de las aguas residuales aun cuando la administración de la infraestructura para su extracción y reparto lo ejerza la autoridad del estado local.

En ese intrincado Marco normativo que regula, además, los acuerdos internacionales a los que tiene acceso el usufructo compartido de estos afluentes como es el caso del río Bravo en la Frontera Norte de México y los conflictos generados frente a los agricultores del estado de Chihuahua por el aprovechamiento de la Presa "La Boquilla", de la cual se sirven, y tiene derecho a algunos poblados y agroproductores del sur del estado de Texas en Estados Unidos.

En ese contexto histórico hemos aprendido, como mexicanos y de la cultura global, la importancia del agua no sólo para la vida sino para la sustentabilidad del desarrollo y, por lo tanto, peligroso para nuestro país. Por varias razones.

En primer lugar, todos los niveles de gobierno y ciudadanos hemos visto con poca atingencia la desecación de vasos lacustres que se van desde el Valle de México con Porfirio Díaz, hasta ríos entubados como el río San Juan de Dios y sus afluentes en el Valle de Atemajac y el Área Metropolitana de Guadalajara.

Es decir, que de no transitar hacia las políticas públicas para reconocer el derecho humano al agua, no podremos hablar nunca del inicio de un derrotero hacia el verdadero desarrollo.

De no reconvertir la educación social para el cuidado del agua y su aprovechamiento, desde la educación escolar y el ejercicio gubernamental para la construcción de infraestructura para la captación de aguas pluviales, nuestro destino no es incierto si no un fracaso previsible.

Por lo anterior, es deducible que las guerras del agua han estado constantes en la civilización e, inevitablemente, se van a seguir presentando de manera territorial, supranacional o incluso de baja intensidad, pero al final, Guerra del Agua, sin final si consideramos el vital líquido, un derecho humano a la fundamental vida junto al oxígeno mismo.

Es decir, identificar al agua como un instrumento de guerra entre los grupos humanos desde la antigüedad primigenia, nos remitirá, más allá incluso, de la Guerra del Fuego, de la Tecnología Bélica, de la rentabilidad de los cautivos, esclavismo y para situarnos en una guerra verídica y actual: la del Agua entre las naciones.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com