/ lunes 30 de octubre de 2023

Mitos y leyendas de Guadalajara: Tumbas, casas embrujadas y almas en pena

Guadalajara es el escenario de leyendas y mitos que han trascendido los años

Desde un hombre vampiro, un niño que sale de su tumba a jugar, una monja en el hospital, un carruaje, un callejón del diablo y hasta una casa de perros embrujada son algunas de las leyendas y mitos de Jalisco y en especial del Área Metropolitana de Guadalajara que se pueden descubrir en estos días de muertos y poner a prueba el valor, la osadía y el espíritu de aventura.

Una de las leyendas más famosas está al interior del Panteón de Belén y se trata de la Tumba de Nachito de quien se cuenta que era un niño que le tenía miedo a la obscuridad motivo por el cual sus padres no podían dormirlo sin dejar la puerta abierta o luz encendida en su habitación.

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Nachito falleció muy pequeño y sus padres decidieron enterrar su cuerpo en el Panteón de Belén y en poco tiempo el velador del lugar en una noche notó algo extraño y era que la tumba del niño estaba ligeramente abierta por lo que procedió a colocar la lápida de nuevo en su lugar, sin embargo, la historia se repitió al día siguiente.

Y sin saber qué hacer pidió ayuda a los padres del niño y éstos al ver la situación le pidieron al velador que por favor mantuviera la tumba abierta pues su hijo le temía a la oscuridad, aún después de la muerte con el tiempo y para que no hiciera travesuras su tumba se llenó de juguetes que hasta la fecha tiene.

Otra de las leyendas que se cuentan también se desarrolla en el panteón de Belén y se trata sobre un hombre misterioso que vestía siempre de negro, salía únicamente al anochecer y con su llegada se comenzaron a tener una serie de extrañas muertes, las víctimas siempre aparecían con dos extrañas marcas en el cuello.

En el Panteón de Belén abundan los mitos y leyendas. Foto. Francisco Rodríguez | El Occidental

En poco tiempo comenzó a difundirse el rumor de que era un vampiro el que rondaba las calles de la ciudad y ante esto un grupo de jóvenes decidió enfrentarlo al anochecer, lo emboscaron y clavaron una estaca en su corazón y para erradicar el mal decidieron enterrarlo en este campo santo, pero eso no fue suficiente ya que al siguiente día los tapatíos vieron con horror que la estaca había crecido hasta convertirse en un árbol que perforó el ataúd.

A la fecha se dice que el día en que el árbol destroce completamente el féretro, el vampiro volverá a correr libre por las calles y que su sombra se ve en una de las paredes. Sin duda uno de los sitios que se consideran de mayor miedo es la famosa Casa de los Perros, hoy conocida como el Museo del Periodismo.

La leyenda cuenta el matrimonio entre Ana González y Jesús Flores se debió porque él a sus 70 años y después de varios años de soledad buscó unir su vida a la de Ana. Después de casarse emprendieron un viaje por Europa en donde es- tuvieron a punto de fallecer y juraron que si alguno fallecía iban a rezar un rosario en la fecha del aniversario luctuoso.

A su regreso Ana González decoró su casa y mandó traer desde Nueva York las esculturas de dos perros, las cuales se encargarían de 'vigilar' la casa que en su pasado había funcionado como la primera imprenta de Guadalajara.

Los perros, que aún se pueden apreciar, apuntan hacia el norte y el sur de la ciudad se cuenta que por las noches cobran vida y recorren la parte superior del edificio, tras el fallecimiento de Jesús Flores y de que su esposa olvidó el juramento y volverse a casar. La leyenda continúa y se dice que aquella persona que logre entrar a 'La Casa de los Perros' a medianoche y rece en el centro de la casa un rosario por el alma de Don Jesús mientras se alumbra con una veladora, recibirá de alguna forma las escrituras del lugar.

Se dice que por las noches los perros cobran vida y recorren la parte superior del edificio. Foto. Francisco Rodríguez | El Occidental

Otro mito que se cuenta está lejos del centro de Guadalajara y se ubica en una de las principales avenidas del área metropolitana que marca el ingreso o salida y se trata de la Carretera a Chapala en su cruce con la Avenida Lázaro Cárdenas. Ahí se hace mención de que durante las noches en ese camino aparece de repente una mujer vestida de blanco y que pasa frente a los automovilistas, hay quienes dicen que hasta siente que pasan por encima de un cuerpo, pero al bajarse para revisar y ver qué pasó, se llevan la sorpresa de su vida al no ver nada en el piso. Se dice que ante esta aparición espontánea y con la velocidad que muchos automovilistas llevan cerca de la media noche, es la causa de diversos accidentes, en muchos de ellos con fallecidos y hay quienes mencionan que es venganza de esa mujer quien fue atropellada y muerta en ese sitio al tratar de cruzar la calle.

Los hospitales en todos lados siempre tienen una serie de leyendas y mitos en los que siempre figura algún médico, una enfermera o un paciente, pero pocos pueden hablar de la presencia de una misteriosa monja llamada Manuelita que en lugar de buscar venganza lo que hace es repartir bondad y cuidado, hay quienes aseguran que han hablado con ella en una noche de soledad deambulando por los pasillos del antiguo Hospital Civil de Guadalajara.

Su historia comienza en 1968, cuando Sor Manuela Lozano Mendoza llegó para trabajar, ahí se desempeñó con gran dedicación y amor a las labores de enfermería; dos años después se convirtió en jefa de enfermeras y quienes la conocieron aseguran que siempre atendía a todos con dedicación y en especial cariño a las personas que no tenían familiares. Manuela enfermó de cáncer y en 1994, tras 24 años dedicada en cuerpo y alma a la enfermería en el Hospital Civil, perdió la batalla y murió dejando una gran tristeza entre sus compañeros y conocidos ya que era muy querida.

En 1968, Sor Manuela Lozano Mendoza llegó para trabajar y se desempeñó con gran dedicación y amor a las labores de enfermería. Foto. Ricardo Gómez | Unsplash

Tiempo después algunos pacientes contaron que por las noches una monja muy amable e impecablemente vestida llegaba a sus camas para revisarlos y atenderlos.

Una historia emblemática se puede conocer en las mismas instalaciones de la Catedral Metropolitana en donde reposan los restos de la ‘Niña Inocencia’ y para algunos puede ser algo terrorífica su presencia dentro de una vitrina. Santa Inocencia era una niña tapatía que aspiraba hacer su primera comunión, pero su padre era ateo, por lo que le prohibió acercarse a la iglesia.

Pero Inocencia se obstinó e ignoró la orden de su padre por lo que a escondidas se preparó para recibir la eucaristía y tras hacer su primera comunión y al volver a su casa, su padre estaba en la cocina y al verla con todo su ajuar, se le abalanzó y le clavó un cuchillo en el pecho.

Desde esa fecha reposa en la Catedral y se dice que constantemente se le tiene que cortar el pelo y las uñas porque le crecen rápido.

Hasta la fecha, la niña reposa en la Catedral. Foto. Antonio Miramontes | El Occidental

Otra historia espeluznante y que tiene que ver con áreas de atención es el famoso reloj de la muerte uno de los primeros en llegar a Guadalajara y que se ganó su fama luego de ser instalado en lo que en su momento fue el Hospicio Cabañas, hoy el majestuoso Instituto Cultural Cabañas y de vez en cuando se detenía, lo cual coincidía con el deceso de alguno de los menores albergados en ese sitio.

Cerca del Instituto Cultural Cabañas hay otra zona de miedo y que es conocida como el Callejón del Diablo. Un espacio donde corre agua y traviesos niños representados en la fuente de los “Niños Miones” y que forma parte de la Plaza Tapatía. El Rincón del Diablo es una pequeña calle entre lo que es el edificio sede de la Secretaría de Turismo ­anteriormente la Santa Inquisición­ y una casona convertida en restaurante, todo parte de lo que fue el convento de Santa María de Gracia, del que sólo queda la iglesia y que abarcaba del oriente hasta el río San Juan de Dios.

De día se convierte en una calle sin continuidad que topa con un angosto callejón tétrico y obscuro, llamado del “Ahorcado” debido a que en ese sitio se colgó a un adúltero de apellido Lemus. La leyenda, que proviene de la época virreinal (1590), cuenta que ese punto era visto con horror debido a que un grupo de tapatíos de alcurnia se reunía en el sitio para adorar al diablo.

Más hacia el sur en la zona de Mexicaltzingo se habla de la leyenda de la Carroza empujada por un hombre y que sale todas las noches.

Desde un hombre vampiro, un niño que sale de su tumba a jugar, una monja en el hospital, un carruaje, un callejón del diablo y hasta una casa de perros embrujada son algunas de las leyendas y mitos de Jalisco y en especial del Área Metropolitana de Guadalajara que se pueden descubrir en estos días de muertos y poner a prueba el valor, la osadía y el espíritu de aventura.

Una de las leyendas más famosas está al interior del Panteón de Belén y se trata de la Tumba de Nachito de quien se cuenta que era un niño que le tenía miedo a la obscuridad motivo por el cual sus padres no podían dormirlo sin dejar la puerta abierta o luz encendida en su habitación.

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Nachito falleció muy pequeño y sus padres decidieron enterrar su cuerpo en el Panteón de Belén y en poco tiempo el velador del lugar en una noche notó algo extraño y era que la tumba del niño estaba ligeramente abierta por lo que procedió a colocar la lápida de nuevo en su lugar, sin embargo, la historia se repitió al día siguiente.

Y sin saber qué hacer pidió ayuda a los padres del niño y éstos al ver la situación le pidieron al velador que por favor mantuviera la tumba abierta pues su hijo le temía a la oscuridad, aún después de la muerte con el tiempo y para que no hiciera travesuras su tumba se llenó de juguetes que hasta la fecha tiene.

Otra de las leyendas que se cuentan también se desarrolla en el panteón de Belén y se trata sobre un hombre misterioso que vestía siempre de negro, salía únicamente al anochecer y con su llegada se comenzaron a tener una serie de extrañas muertes, las víctimas siempre aparecían con dos extrañas marcas en el cuello.

En el Panteón de Belén abundan los mitos y leyendas. Foto. Francisco Rodríguez | El Occidental

En poco tiempo comenzó a difundirse el rumor de que era un vampiro el que rondaba las calles de la ciudad y ante esto un grupo de jóvenes decidió enfrentarlo al anochecer, lo emboscaron y clavaron una estaca en su corazón y para erradicar el mal decidieron enterrarlo en este campo santo, pero eso no fue suficiente ya que al siguiente día los tapatíos vieron con horror que la estaca había crecido hasta convertirse en un árbol que perforó el ataúd.

A la fecha se dice que el día en que el árbol destroce completamente el féretro, el vampiro volverá a correr libre por las calles y que su sombra se ve en una de las paredes. Sin duda uno de los sitios que se consideran de mayor miedo es la famosa Casa de los Perros, hoy conocida como el Museo del Periodismo.

La leyenda cuenta el matrimonio entre Ana González y Jesús Flores se debió porque él a sus 70 años y después de varios años de soledad buscó unir su vida a la de Ana. Después de casarse emprendieron un viaje por Europa en donde es- tuvieron a punto de fallecer y juraron que si alguno fallecía iban a rezar un rosario en la fecha del aniversario luctuoso.

A su regreso Ana González decoró su casa y mandó traer desde Nueva York las esculturas de dos perros, las cuales se encargarían de 'vigilar' la casa que en su pasado había funcionado como la primera imprenta de Guadalajara.

Los perros, que aún se pueden apreciar, apuntan hacia el norte y el sur de la ciudad se cuenta que por las noches cobran vida y recorren la parte superior del edificio, tras el fallecimiento de Jesús Flores y de que su esposa olvidó el juramento y volverse a casar. La leyenda continúa y se dice que aquella persona que logre entrar a 'La Casa de los Perros' a medianoche y rece en el centro de la casa un rosario por el alma de Don Jesús mientras se alumbra con una veladora, recibirá de alguna forma las escrituras del lugar.

Se dice que por las noches los perros cobran vida y recorren la parte superior del edificio. Foto. Francisco Rodríguez | El Occidental

Otro mito que se cuenta está lejos del centro de Guadalajara y se ubica en una de las principales avenidas del área metropolitana que marca el ingreso o salida y se trata de la Carretera a Chapala en su cruce con la Avenida Lázaro Cárdenas. Ahí se hace mención de que durante las noches en ese camino aparece de repente una mujer vestida de blanco y que pasa frente a los automovilistas, hay quienes dicen que hasta siente que pasan por encima de un cuerpo, pero al bajarse para revisar y ver qué pasó, se llevan la sorpresa de su vida al no ver nada en el piso. Se dice que ante esta aparición espontánea y con la velocidad que muchos automovilistas llevan cerca de la media noche, es la causa de diversos accidentes, en muchos de ellos con fallecidos y hay quienes mencionan que es venganza de esa mujer quien fue atropellada y muerta en ese sitio al tratar de cruzar la calle.

Los hospitales en todos lados siempre tienen una serie de leyendas y mitos en los que siempre figura algún médico, una enfermera o un paciente, pero pocos pueden hablar de la presencia de una misteriosa monja llamada Manuelita que en lugar de buscar venganza lo que hace es repartir bondad y cuidado, hay quienes aseguran que han hablado con ella en una noche de soledad deambulando por los pasillos del antiguo Hospital Civil de Guadalajara.

Su historia comienza en 1968, cuando Sor Manuela Lozano Mendoza llegó para trabajar, ahí se desempeñó con gran dedicación y amor a las labores de enfermería; dos años después se convirtió en jefa de enfermeras y quienes la conocieron aseguran que siempre atendía a todos con dedicación y en especial cariño a las personas que no tenían familiares. Manuela enfermó de cáncer y en 1994, tras 24 años dedicada en cuerpo y alma a la enfermería en el Hospital Civil, perdió la batalla y murió dejando una gran tristeza entre sus compañeros y conocidos ya que era muy querida.

En 1968, Sor Manuela Lozano Mendoza llegó para trabajar y se desempeñó con gran dedicación y amor a las labores de enfermería. Foto. Ricardo Gómez | Unsplash

Tiempo después algunos pacientes contaron que por las noches una monja muy amable e impecablemente vestida llegaba a sus camas para revisarlos y atenderlos.

Una historia emblemática se puede conocer en las mismas instalaciones de la Catedral Metropolitana en donde reposan los restos de la ‘Niña Inocencia’ y para algunos puede ser algo terrorífica su presencia dentro de una vitrina. Santa Inocencia era una niña tapatía que aspiraba hacer su primera comunión, pero su padre era ateo, por lo que le prohibió acercarse a la iglesia.

Pero Inocencia se obstinó e ignoró la orden de su padre por lo que a escondidas se preparó para recibir la eucaristía y tras hacer su primera comunión y al volver a su casa, su padre estaba en la cocina y al verla con todo su ajuar, se le abalanzó y le clavó un cuchillo en el pecho.

Desde esa fecha reposa en la Catedral y se dice que constantemente se le tiene que cortar el pelo y las uñas porque le crecen rápido.

Hasta la fecha, la niña reposa en la Catedral. Foto. Antonio Miramontes | El Occidental

Otra historia espeluznante y que tiene que ver con áreas de atención es el famoso reloj de la muerte uno de los primeros en llegar a Guadalajara y que se ganó su fama luego de ser instalado en lo que en su momento fue el Hospicio Cabañas, hoy el majestuoso Instituto Cultural Cabañas y de vez en cuando se detenía, lo cual coincidía con el deceso de alguno de los menores albergados en ese sitio.

Cerca del Instituto Cultural Cabañas hay otra zona de miedo y que es conocida como el Callejón del Diablo. Un espacio donde corre agua y traviesos niños representados en la fuente de los “Niños Miones” y que forma parte de la Plaza Tapatía. El Rincón del Diablo es una pequeña calle entre lo que es el edificio sede de la Secretaría de Turismo ­anteriormente la Santa Inquisición­ y una casona convertida en restaurante, todo parte de lo que fue el convento de Santa María de Gracia, del que sólo queda la iglesia y que abarcaba del oriente hasta el río San Juan de Dios.

De día se convierte en una calle sin continuidad que topa con un angosto callejón tétrico y obscuro, llamado del “Ahorcado” debido a que en ese sitio se colgó a un adúltero de apellido Lemus. La leyenda, que proviene de la época virreinal (1590), cuenta que ese punto era visto con horror debido a que un grupo de tapatíos de alcurnia se reunía en el sitio para adorar al diablo.

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