/ viernes 13 de abril de 2018

Chinameca

Agustín Hernández González

Cada año millones de mexicanos recordamos a Emiliano Zapata en el Aniversario de su cobarde asesinato, llevado a cabo artera y mañosamente por el felón Jesús Guajardo el 10 de abril de 1919 en la hacienda de Chinameca, Estado de Morelos, individuo que sin duda forma en las mismas filas que Victoriano Huerta, quien al ordenar la muerte de los hermanos Francisco y Gustavo Madero, así como del Vicepresidente de la República, José María Pino Suárez, llevadas a cabo en 1913, pasó a la historia de México como uno de los más grandes traidores, acto que paradójicamente motivó el que Venustiano Carranza, entonces Gobernador de Coahuila, se levantara en armas contra el usurpador.

Y digo que paradójicamente porque fue el llamado Varón de Cuatro Ciénegas quien desgraciadamente dispuso la persecución y muerte del Caudillo del Sur y por otra parte, el llamado al levantamiento en contra del Chacal, lo cual obligó a la continuación de la lucha revolucionaria.

Es obligado hacer referencia nuevamente a este lamentable hecho histórico, no sólo para exaltar la memoria del limpio luchador social que fue Zapata, ejercicio que debe perdurar por siempre, sino para insistir dado este momento difícil para el país, en la urgencia de mantenernos unidos los mexicanos, por encima de nuestras diferencias y necesidades, y es difícil el momento en razón de por lo menos dos retos graves: la contienda electoral por la Presidencia de la República, ante lo cual hemos sido testigos y víctimas de la polarización de la sociedad provocada por la intransigente e irresponsable actitud de los aspirantes a ese cargo, dedicados a lanzarse estiércol unos a otros en lugar de confrontar ideas y propuestas; y el otro, la actitud anti mexicana del Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien un día sí y otro también manifiesta su odio hacia nuestro pueblo profiriendo amenazas y llevando a cabo actos que sólo muestran intolerancia, racismo y prejuicios, más allá de que tenga derecho de actuar en su territorio como le venga en gana y se lo permitan sus conciudadanos.

La Revolución Mexicana, movimiento en el que Emiliano Zapata jugó un papel definitivo para su éxito, no estuvo exenta de discordias y traiciones entre sus dirigentes y ello le costó la vida al ilustre campesino morelense. Tampoco lo han estado, por desgracia, otros momentos de nuestro devenir. La historia da cuenta de muchas acciones y conductas vergonzosas por parte de políticos y servidores públicos que se comprometieron a perseguir ideales y a actuar con lealtad, pero hicieron exactamente lo contrario. Para qué perder espacio aquí mencionándolos, cuando lo que quiero es homenajear a Zapata, pero precisamente por eso y ante esa triste realidad nacional, es necesario reflexionar una vez más acerca de su sacrificio y los motivos que lo originaron, así como de los propósitos y objetivos que lo impulsaron y que siguen estando vigentes, por más que haya quien quiera perder la memoria, aprovechando la revoltura del río.

No, queridos lectores, Zapata no se ha ido. Así como sus más fieles mantuvieron en aquellas horas posteriores a su asesinato la fe en que seguía vivo, y ello les dio aliento y certeza para seguir luchando, yo sostengo que los ideales y propósitos del noble líder siguen viviendo, siguen estando ahí como un luminoso faro que debemos reconocer para orientar debida y solidariamente nuestros pasos, acciones y decisiones, más allá de preferencias o simpatías políticas o de otra índole. Traicionan su memoria quienes los hacen a un lado, para concentrarse en ambiciones personales o de grupo. No lo permitamos. Actuemos en conciencia. Morelia, Michoacán a 13 de abril de 2018.

Agustín Hernández González

Cada año millones de mexicanos recordamos a Emiliano Zapata en el Aniversario de su cobarde asesinato, llevado a cabo artera y mañosamente por el felón Jesús Guajardo el 10 de abril de 1919 en la hacienda de Chinameca, Estado de Morelos, individuo que sin duda forma en las mismas filas que Victoriano Huerta, quien al ordenar la muerte de los hermanos Francisco y Gustavo Madero, así como del Vicepresidente de la República, José María Pino Suárez, llevadas a cabo en 1913, pasó a la historia de México como uno de los más grandes traidores, acto que paradójicamente motivó el que Venustiano Carranza, entonces Gobernador de Coahuila, se levantara en armas contra el usurpador.

Y digo que paradójicamente porque fue el llamado Varón de Cuatro Ciénegas quien desgraciadamente dispuso la persecución y muerte del Caudillo del Sur y por otra parte, el llamado al levantamiento en contra del Chacal, lo cual obligó a la continuación de la lucha revolucionaria.

Es obligado hacer referencia nuevamente a este lamentable hecho histórico, no sólo para exaltar la memoria del limpio luchador social que fue Zapata, ejercicio que debe perdurar por siempre, sino para insistir dado este momento difícil para el país, en la urgencia de mantenernos unidos los mexicanos, por encima de nuestras diferencias y necesidades, y es difícil el momento en razón de por lo menos dos retos graves: la contienda electoral por la Presidencia de la República, ante lo cual hemos sido testigos y víctimas de la polarización de la sociedad provocada por la intransigente e irresponsable actitud de los aspirantes a ese cargo, dedicados a lanzarse estiércol unos a otros en lugar de confrontar ideas y propuestas; y el otro, la actitud anti mexicana del Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien un día sí y otro también manifiesta su odio hacia nuestro pueblo profiriendo amenazas y llevando a cabo actos que sólo muestran intolerancia, racismo y prejuicios, más allá de que tenga derecho de actuar en su territorio como le venga en gana y se lo permitan sus conciudadanos.

La Revolución Mexicana, movimiento en el que Emiliano Zapata jugó un papel definitivo para su éxito, no estuvo exenta de discordias y traiciones entre sus dirigentes y ello le costó la vida al ilustre campesino morelense. Tampoco lo han estado, por desgracia, otros momentos de nuestro devenir. La historia da cuenta de muchas acciones y conductas vergonzosas por parte de políticos y servidores públicos que se comprometieron a perseguir ideales y a actuar con lealtad, pero hicieron exactamente lo contrario. Para qué perder espacio aquí mencionándolos, cuando lo que quiero es homenajear a Zapata, pero precisamente por eso y ante esa triste realidad nacional, es necesario reflexionar una vez más acerca de su sacrificio y los motivos que lo originaron, así como de los propósitos y objetivos que lo impulsaron y que siguen estando vigentes, por más que haya quien quiera perder la memoria, aprovechando la revoltura del río.

No, queridos lectores, Zapata no se ha ido. Así como sus más fieles mantuvieron en aquellas horas posteriores a su asesinato la fe en que seguía vivo, y ello les dio aliento y certeza para seguir luchando, yo sostengo que los ideales y propósitos del noble líder siguen viviendo, siguen estando ahí como un luminoso faro que debemos reconocer para orientar debida y solidariamente nuestros pasos, acciones y decisiones, más allá de preferencias o simpatías políticas o de otra índole. Traicionan su memoria quienes los hacen a un lado, para concentrarse en ambiciones personales o de grupo. No lo permitamos. Actuemos en conciencia. Morelia, Michoacán a 13 de abril de 2018.

ÚLTIMASCOLUMNAS