/ lunes 4 de julio de 2022

Con martillo y cincel, Fernando se gana la vida al reparar calles empedradas

Un oficio que no es fácil de aprender y mucho menos de desarrollar

Dejar calles parejas, piedras lisas y trabajar con calor, lluvia o frío tiene grandes retos para aquellos trabajadores que reparan las calles empedradas que aún hay en algunos municipios, principalmente en Tlaquepaque y Tonalá, oficio que no es fácil de aprender y mucho menos de desarrollar por más de 30 años, explica Fernando Barrón González, oficial empedrador de Tlaquepaque.

Al platicar sobre sus inicios, de cómo una calle empedrada es más fresca que las de pavimento o concreto, pero sobre todo lo complicado que es trabajar en cualquier faceta del clima, Fernando Barrón no se queja de su trabajo.

Te recomendamos:

“Ya tengo años en este oficio y el empedrado aunque se reemplace no va haber mejor que el empedrado ahogado en jal porque es muy fresco y lo que hacen del encarpetado y el concreto hace más calor para todos”, por lo que espera que las calles empedradas y en buen estado de Tlaquepaque duren muchos años más tal como están.

Al momento de recordar las condiciones ambientales a las cuales se enfrenta todos los días no duda en señalar las desventajas y lo pensado que es para ellos cada una como por ejemplo cuando hace frío se abrigan lo más que pueden pero eso dificultad su labor ya que es más lento y pesado el movimiento.

En ese sentido al comentar una jornada en donde hay exceso de calor y en donde literalmente “sudan la gota gorda”, no les queda de otra más que apurar el paso porque “ni modo que ande uno con short y eso” porque representa un riesgo ya que prácticamente laboran en cuclillas o hincados sobre la tierra, la piedra o hasta pedazos de madera.

Foto. Antonio Miramontes | El Occidental

En esas condiciones una y otra vez tiene que golpear con un martillo el cincel con el que le dan forma a la piedra, con la que rebajan el filo y sin importar que el sudor les escurra por el cuerpo o que el calor sea insoportable, por lo que cada rato “tomamos agua” para hidratarse.

En lluvias es decepcionante porque el trabajo que realizan se deteriora y lo tienen que reemplazar, es más pesado por lo mojado de los materiales, porque aún queda agua o por el riesgo de que les llueva mientras están reparando una calle, muchas de ellas están de bajada.

Foto. Antonio Miramontes | El Occidental 

Pero realizar este oficio no es fácil ya que tiene que prepararse para saber cómo reparar un bache, quitar lo contaminado, nivelar la calle, no es solo llegar y poner piedras, hay que ver la mejor forma de dejarla, darle el mantenimiento adecuado y cuando circulan los autos lo hacen más lento y no se requiere de ningún tipo de tope.

El su caso él aprendió el oficio de uno de sus hermanos hace más de 32 años cuando comenzaron a reparar empedrados cerca de la cabecera municipal y de las 45 personas que empezaron con él, solo quedan alrededor de cinco y en total con los nuevos compañeros no pasan de los 30 trabajadores.

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  • Dejar calles parejas, piedras lisas y trabajar con calor, lluvia o frío tiene grandes retos para aquellos trabajadores que reparan las calles empedradas que aún hay en algunos municipios, principalmente en Tlaquepaque y Tonalá, oficio que no es fácil de aprender y mucho menos de desarrollar por más de 30 años, explica Fernando Barrón González, oficial empedrador de Tlaquepaque.

    Al platicar sobre sus inicios, de cómo una calle empedrada es más fresca que las de pavimento o concreto, pero sobre todo lo complicado que es trabajar en cualquier faceta del clima, Fernando Barrón no se queja de su trabajo.

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    “Ya tengo años en este oficio y el empedrado aunque se reemplace no va haber mejor que el empedrado ahogado en jal porque es muy fresco y lo que hacen del encarpetado y el concreto hace más calor para todos”, por lo que espera que las calles empedradas y en buen estado de Tlaquepaque duren muchos años más tal como están.

    Al momento de recordar las condiciones ambientales a las cuales se enfrenta todos los días no duda en señalar las desventajas y lo pensado que es para ellos cada una como por ejemplo cuando hace frío se abrigan lo más que pueden pero eso dificultad su labor ya que es más lento y pesado el movimiento.

    En ese sentido al comentar una jornada en donde hay exceso de calor y en donde literalmente “sudan la gota gorda”, no les queda de otra más que apurar el paso porque “ni modo que ande uno con short y eso” porque representa un riesgo ya que prácticamente laboran en cuclillas o hincados sobre la tierra, la piedra o hasta pedazos de madera.

    Foto. Antonio Miramontes | El Occidental

    En esas condiciones una y otra vez tiene que golpear con un martillo el cincel con el que le dan forma a la piedra, con la que rebajan el filo y sin importar que el sudor les escurra por el cuerpo o que el calor sea insoportable, por lo que cada rato “tomamos agua” para hidratarse.

    En lluvias es decepcionante porque el trabajo que realizan se deteriora y lo tienen que reemplazar, es más pesado por lo mojado de los materiales, porque aún queda agua o por el riesgo de que les llueva mientras están reparando una calle, muchas de ellas están de bajada.

    Foto. Antonio Miramontes | El Occidental 

    Pero realizar este oficio no es fácil ya que tiene que prepararse para saber cómo reparar un bache, quitar lo contaminado, nivelar la calle, no es solo llegar y poner piedras, hay que ver la mejor forma de dejarla, darle el mantenimiento adecuado y cuando circulan los autos lo hacen más lento y no se requiere de ningún tipo de tope.

    El su caso él aprendió el oficio de uno de sus hermanos hace más de 32 años cuando comenzaron a reparar empedrados cerca de la cabecera municipal y de las 45 personas que empezaron con él, solo quedan alrededor de cinco y en total con los nuevos compañeros no pasan de los 30 trabajadores.

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