/ lunes 12 de marzo de 2018

Berries con sabor a esclavitud

Condiciones infrahumanas enfrentan jornaleros de berries enTapalpa que procedentes de al menos cuatro estados llegan con laesperanza de mejorar sus condiciones de vida y todo lo queencuentran es condiciones de hacinamiento donde hasta 80 personaspernoctan en reducido espacio

El segundo piso de una finca en el poblado de Atacco desde hacealgunos meses se convirtió en el dormitorio de decenas de personasque llegaron a Tapalpa para trabajar en el cultivo de berries.

Ahí, en colchonetas que ordenan todas las mañanas antes desalir a trabajar, descansan tras jornadas de varias horas.Recuerdan a su familia, pues muchos de ellos llegaron a Jaliscosolos. Son en su mayoría jóvenes originarios de Oaxaca, Chiapas yVeracruz, pero también hay personas de Puebla, que buscando unmejor futuro aceptaron viajar kilómetros de distancia para ganaralrededor de 23 pesos por hora en el cultivo de las berries, elfruto que contribuyó para que Jalisco adoptara el nombramientocomo “gigante agroalimentario”.

Junto a sus colchonetas hay un garrafón de agua que comparten,una olla con alimentos que también preparan entre todos y algunosartículos de higiene personal. Esas condiciones, cuentan ellosmismos, no son las que esperaban cuando les invitaron atrabajar.

Al igual que en Atacco, otras comunidades dentro de Tapalpa seconvirtieron en dormitorio de jornaleros. Una de ellas La Palanca,en la carretera que conduce desde la cabecera municipal hacia LasPiedrotas. Ahí viven familias completas en lo que hasta hace tresaños eran cabañas de renta para turistas. Frente a esos diezcuartos donde conviven al menos 80 trabajadores, algunos de ellosya con hijos adolescentes están construyendo otros “cuartitos”en un espacio que funcionó como restaurante.

La Frontera, el primer poblado que cualquiera que va desdeGuadalajara puede ver al llegar a Tapalpa, también funciona comodormitorio de jornaleros, que por encima de lo que piden losestándares internacionales a las empresas dedicadas a laexportación, como las berries, están incumpliendo con elprotocolo de certificación en materia de salud y vivienda dignapara sus trabajadores, a quienes incluso algunas empresas tienenamenazados y presuntamente “fichados” para que no reporten lascondiciones en que laboran, pues si lo hacen “no volverán aencontrar trabajo”.

Quienes han tenido mejor suerte, que son los menos, ya hicieronuna vida con personas de Tapalpa y dejaron esas condiciones paramudarse a una casa digna, aunque como todos en el municipio siguenenfrentando la escasez de servicios, principalmente el agua y enpequeñas camionetas adaptadas como pipas, llevan agua “para lasemana”.

Sin embargo, se ponen felices cuando les comentan que podríanmejorar su calidad de vida con las viviendas que una empresaempacadora de fresas está construyendo. Lo que no les dijeron esque a los casi siete mil trabajadores que se calcula llegaron aTapalpa en los últimos años, se sumarán otros 700 y para ellosson esas casitas, justo enfrente de la puerta del basureromunicipal.

En ese espacio, además de hacinamiento, padecerán los daños ala salud por estar enfrente de un basurero que según laProcuraduría Estatal de Protección al Ambiente colapsó desdehace seis años, pero sigue usándose y parece que nadie haprevisto esa situación, que podría complicarse aún más para losjornaleros ante el uso de fertilizantes, como el bromuro de metilo,usado por productores de fresa y prohibido desde 2011 en el Tratadode Montreal porque daña la capa de ozono y, se presume, podríaprovocar cáncer.

“A veces no sabes si es mejor seguir trabajando o regresar acasa”, explicó un joven jornalero. En los invernaderos estánsometidos a altas temperaturas y condiciones poco saludables. Ahílos baños son móviles y en ocasiones insuficientes, pero en susdormitorios enfrentan la misma situación: calor y bañoscompartidos sin agua para las necesidades básicas, lo que ademásde malos olores, provoca la generación de moscos.

Condiciones infrahumanas enfrentan jornaleros de berries enTapalpa que procedentes de al menos cuatro estados llegan con laesperanza de mejorar sus condiciones de vida y todo lo queencuentran es condiciones de hacinamiento donde hasta 80 personaspernoctan en reducido espacio

El segundo piso de una finca en el poblado de Atacco desde hacealgunos meses se convirtió en el dormitorio de decenas de personasque llegaron a Tapalpa para trabajar en el cultivo de berries.

Ahí, en colchonetas que ordenan todas las mañanas antes desalir a trabajar, descansan tras jornadas de varias horas.Recuerdan a su familia, pues muchos de ellos llegaron a Jaliscosolos. Son en su mayoría jóvenes originarios de Oaxaca, Chiapas yVeracruz, pero también hay personas de Puebla, que buscando unmejor futuro aceptaron viajar kilómetros de distancia para ganaralrededor de 23 pesos por hora en el cultivo de las berries, elfruto que contribuyó para que Jalisco adoptara el nombramientocomo “gigante agroalimentario”.

Junto a sus colchonetas hay un garrafón de agua que comparten,una olla con alimentos que también preparan entre todos y algunosartículos de higiene personal. Esas condiciones, cuentan ellosmismos, no son las que esperaban cuando les invitaron atrabajar.

Al igual que en Atacco, otras comunidades dentro de Tapalpa seconvirtieron en dormitorio de jornaleros. Una de ellas La Palanca,en la carretera que conduce desde la cabecera municipal hacia LasPiedrotas. Ahí viven familias completas en lo que hasta hace tresaños eran cabañas de renta para turistas. Frente a esos diezcuartos donde conviven al menos 80 trabajadores, algunos de ellosya con hijos adolescentes están construyendo otros “cuartitos”en un espacio que funcionó como restaurante.

La Frontera, el primer poblado que cualquiera que va desdeGuadalajara puede ver al llegar a Tapalpa, también funciona comodormitorio de jornaleros, que por encima de lo que piden losestándares internacionales a las empresas dedicadas a laexportación, como las berries, están incumpliendo con elprotocolo de certificación en materia de salud y vivienda dignapara sus trabajadores, a quienes incluso algunas empresas tienenamenazados y presuntamente “fichados” para que no reporten lascondiciones en que laboran, pues si lo hacen “no volverán aencontrar trabajo”.

Quienes han tenido mejor suerte, que son los menos, ya hicieronuna vida con personas de Tapalpa y dejaron esas condiciones paramudarse a una casa digna, aunque como todos en el municipio siguenenfrentando la escasez de servicios, principalmente el agua y enpequeñas camionetas adaptadas como pipas, llevan agua “para lasemana”.

Sin embargo, se ponen felices cuando les comentan que podríanmejorar su calidad de vida con las viviendas que una empresaempacadora de fresas está construyendo. Lo que no les dijeron esque a los casi siete mil trabajadores que se calcula llegaron aTapalpa en los últimos años, se sumarán otros 700 y para ellosson esas casitas, justo enfrente de la puerta del basureromunicipal.

En ese espacio, además de hacinamiento, padecerán los daños ala salud por estar enfrente de un basurero que según laProcuraduría Estatal de Protección al Ambiente colapsó desdehace seis años, pero sigue usándose y parece que nadie haprevisto esa situación, que podría complicarse aún más para losjornaleros ante el uso de fertilizantes, como el bromuro de metilo,usado por productores de fresa y prohibido desde 2011 en el Tratadode Montreal porque daña la capa de ozono y, se presume, podríaprovocar cáncer.

“A veces no sabes si es mejor seguir trabajando o regresar acasa”, explicó un joven jornalero. En los invernaderos estánsometidos a altas temperaturas y condiciones poco saludables. Ahílos baños son móviles y en ocasiones insuficientes, pero en susdormitorios enfrentan la misma situación: calor y bañoscompartidos sin agua para las necesidades básicas, lo que ademásde malos olores, provoca la generación de moscos.

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