Una polémica ha surgido respecto a la manera correcta de lavar el pollo crudo antes de cocinarlo y tiene que ver con los riesgos que representa, mismos que a decir de investigadores, son altos.
Esto, porque se contaminan utensilios de cocina, superficies y hasta la ropa que lleva puesta la persona que está lavando el pollo crudo, explicó Esther Macías Rodríguez, profesora del Departamento de Farmacobiología del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingeniería (CUCEI) de la Universidad de Guadalajara, quien afirma, es mejor no lavar el pollo antes de cocinarlo.
“El lavado del pollo fresco ha tenido todo un debate relacionado con la contaminación que nosotros creamos cuando lavamos el pollo, terminamos contaminando delantal, superficies de cocina y quizá algunos alimentos que no van a ser sometidos a cocción, entonces se ha solicitado a la población que esta práctica que hemos aprendido dejemos de hacerla, porque representa un riesgo mayor”.
De acuerdo con la experta, que en coordinación con un grupo de académicos de la UdeG han valorado el tema, la mejor recomendación para quienes cocinan, es no lavar el pollo crudo, pues al hacerlo se pueden esparcir algunos patógenos, como la salmonella.
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Esa bacteria es capaz de causar problemas de salud a cualquier miembro de la familia, pero de manera particular a niñas y niños menores de 5 años, así como a adultos de más de 60 años de edad.
Otras recomendaciones para evitar enfermedades por mal manejo de alimentos en el hogar, es el almacenamiento adecuado y para ello sugieren espacios dentro del refrigerador para los alimentos que ya están cocinados y listos para recalentarse y para los que permanecen crudos, mismos que antes de refrigerarse deben ser lavados, sobre todo si se trata de frutas o verduras, ya que tienen una carga microbiana por el contacto que tuvieron con personas, aves, insectos o superficies.
Cabe recordar que la inocuidad en los alimentos se ve afectada por los peligros biológicos, como bacterias y virus; los químicos, como contaminantes ambientales y metales pesados; y los físicos, como objetos o materiales extraños a la composición de los alimentos.
En todos los casos, pueden contaminarse por el agua, el aire, el suelo o los animales, lo que representa enfermedades.