/ lunes 15 de abril de 2024

Palacio de las Vacas, la histórica finca que cautiva con sus murales

De leyendas, está la del franciscano que resguardó a decenas de cristeros y perdió la vida a manos del ejército, dicen que hoy es un fantasma

En el corazón de Guadalajara se encuentra una de las pocas fincas que conservan la esencia de lo que fue la ciudad en el siglo XIX. Se trata de El Palacio de las Vacas, una mansión llena de misticismo.

Ubicada por la calle de San Felipe, a unos pasos de Federalismo donde cualquiera que entra se traslada a la época del Porfiriato. Y es que en ese lugar las paredes y techos están llenos de murales con escenas de deidades femeninas, ángeles y paisajes que enamoran, algunos del muralista mexicano Xavier Guerrero conservados casi cien años después.

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El trabajo del muralista destaca por los tonos claros en cada una de las 12 habitaciones de la mansión que redujo su espacio porque originalmente eran 24 las habitaciones en la casa que perteneció a Segundo Díaz, primo del ex presidente de México Porfirio Díaz.

En el comedor para 30 invitados hay una mesa de madera de parota original de la residencia y un par de jarrones chinos que se resguardan en vitrales que sin duda son de las piezas más valiosas de la casa donde hay más de un centenar de cuadros y piezas decorando cada espacio.

Sus paredes encierran historia y cultura. Foto. Francisco Rodríguez / El Occidental

En la parte alta además de las habitaciones con vitrales traídos de Europa hay muebles que también pertenecieron a los primeros habitantes del palacio, como algunas camas y tocadores que se suman a las joyas del inmueble y por supuesto la biblioteca con cientos de libros en varios idiomas, muchos de ellos antiguos.

En el recorrido que hicimos por El Palacio de las Vacas nos acompañó Raúl Nava García, vecino de la finca desde hace dos décadas quien detalló que la casa “era una choza y Segundo Díaz cuando vio cómo arriesgó la vida su primo Porfirio Díaz la convirtió en El Palacio de las Vacas”.

Sobre el nombre de la propiedad que perteneció a la familia de Porfirio Díaz, agregó que todo surgió porque ahí siempre hubo ganado y “cuando se quedaba aquí la gente de servicio ellos se aburrían, se dormían y dejaban que las vacas hicieran lo que quisieran. Había vacas, cabras, borregos que se metían y la gente preguntaba que quién vivía ahí y por ser un lugar tan bello se le quedó el nombre de El Palacio de las Vacas”.

Visitantes aseguran haber visto en el patio de atrás a una mujer de alrededor de 30 años, delgada y de tez blanca, vestida de blanco, con las características que aseguran tenía la nana del hijo menor de Porfirio Díaz.

En el corazón de Guadalajara se encuentra una de las pocas fincas que conservan la esencia de lo que fue la ciudad en el siglo XIX. Se trata de El Palacio de las Vacas, una mansión llena de misticismo.

Ubicada por la calle de San Felipe, a unos pasos de Federalismo donde cualquiera que entra se traslada a la época del Porfiriato. Y es que en ese lugar las paredes y techos están llenos de murales con escenas de deidades femeninas, ángeles y paisajes que enamoran, algunos del muralista mexicano Xavier Guerrero conservados casi cien años después.

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En el comedor para 30 invitados hay una mesa de madera de parota original de la residencia y un par de jarrones chinos que se resguardan en vitrales que sin duda son de las piezas más valiosas de la casa donde hay más de un centenar de cuadros y piezas decorando cada espacio.

Sus paredes encierran historia y cultura. Foto. Francisco Rodríguez / El Occidental

En la parte alta además de las habitaciones con vitrales traídos de Europa hay muebles que también pertenecieron a los primeros habitantes del palacio, como algunas camas y tocadores que se suman a las joyas del inmueble y por supuesto la biblioteca con cientos de libros en varios idiomas, muchos de ellos antiguos.

En el recorrido que hicimos por El Palacio de las Vacas nos acompañó Raúl Nava García, vecino de la finca desde hace dos décadas quien detalló que la casa “era una choza y Segundo Díaz cuando vio cómo arriesgó la vida su primo Porfirio Díaz la convirtió en El Palacio de las Vacas”.

Sobre el nombre de la propiedad que perteneció a la familia de Porfirio Díaz, agregó que todo surgió porque ahí siempre hubo ganado y “cuando se quedaba aquí la gente de servicio ellos se aburrían, se dormían y dejaban que las vacas hicieran lo que quisieran. Había vacas, cabras, borregos que se metían y la gente preguntaba que quién vivía ahí y por ser un lugar tan bello se le quedó el nombre de El Palacio de las Vacas”.

Visitantes aseguran haber visto en el patio de atrás a una mujer de alrededor de 30 años, delgada y de tez blanca, vestida de blanco, con las características que aseguran tenía la nana del hijo menor de Porfirio Díaz.

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