/ sábado 29 de febrero de 2020

Un viaje por el tiempo.... comprar zapatos, era una experiencia placentera

Las zapaterías del Centro de la Ciudad ofrecían extenso surtido en calzado tanto de dama como de caballero y por supuesto de niños y niñas

Compartiré con ustedes a partir de hoy mis vivencias y recuerdos que son algunas pinceladas de la Historia reciente y no tan reciente de nuestra querida Guadalajara esperando sea una fuente de añoranzas para todos ustedes referente a una época en que vivieron o les hubiera gustado vivir. ¿Recuerdan ustedes las zapaterías de nuestra ciudad allá por los sesentas?

Comprar zapatos era una experiencia placentera. Todas las zapaterías se encontraban en el Centro de la ciudad, aún no existía ni el Centro Zapatero ni la Galería del Calzado y mucho menos las Plazas; Plaza del Sol fue la primera y se inauguró en el ya lejano año de 1969 en el mes de noviembre justo antes del período de compras navideñas.

Ya en otro artículo habré de referirme a la historia de Plaza del Sol y sus 12 fundadores; doce arriesgados empresarios que con gran visión introdujeron a Guadalajara un concepto anglosajón de gran éxito y trajeron la modernidad de las compras a nuestra Ciudad creando así el primer centro comercial de México.

Te recomendamos:

Las zapaterías del Centro de la Ciudad ofrecían extenso surtido en calzado tanto de dama como de caballero y por supuesto de niños y niñas; calzado de piel, jamás sintético que brindaba además de elegancia, distinción, comodidad y sobre todo duración.

Dentro de las zapaterías que recuerdo estaban desde luego Calzado Canadá, que fue un verdadero emporio y ejemplo de empresa, fruto del espíritu de trabajo y sacrificio de don Salvador López Chávez, calzado famoso sobre todo por sus modelos Bostoniano y Palermo; las Zapaterías Pardo, la Zapatería Lis, la Zapatería Tato, Las BBB, la que vendía Calzado Bally y Florcheim y tantas otras más que sin duda estarán también en el recuerdo de ustedes.

Los empleados de las zapaterías atendían al público de manera muy comedida; impecablemente vestidos y con una paciencia digna del Santo Job, puesto que traían pares y pares de zapatos al cliente y jamás hacían o veía uno un gesto de desagrado, molestia o hastío, ni siquiera cuando después de un prolongado llevar y traer zapatos el cliente decidía no comprar; la respuesta era una sonrisa franca, diáfana, espontánea y seguida de un: "gracias por venir aquí lo esperamos en otra ocasión"

El calzado, como ahora, lo entregaban en una cajita de cartón pero a diferencia de lo que hoy sucede, antes encontrábamos en el interior de la caja un calzador y su correspondiente franelita que recuerdo que a mi madre le gustaba mucho porque sacudía sin dejar pelusa y tenía larga duración.

Entre las hileras de sillas se encontraba un tapete que permitía que los clientes se probaran el calzado de su preferencia y no ensuciaran la suela con el piso, porque aunque ustedes no lo crean, sobre todo los lectores jóvenes, todo mundo se fijaba en los terminados del calzado, los orificios de las cintas, las hebillas, las costuras, los tacones, el controste, pero también la suela y se fijaban y exigían que estuviera limpia, sin raspones ni huellas de mugre o suciedad que siquiera sugiriera un previo uso. Querían el calzado verdaderamente impecable y lustroso.

Foto. Archivo El Occidental

Recuerdo los pequeños taburetes que tenían espejos en cada uno de sus lados y un asiento pequeño donde el dependiente se sentaba y ayudaba al cliente a abrocharse las cintas de los zapatos y desde luego a facilitar en el caso de los caballeros un calzador para poderse probar el calzado; casi todas las zapaterías tenían un tapanco donde estaba el stock de donde bajaban cada caja en una canastita y así optimizaban el espacio y economizaban tiempo.

Muchas cosas recuerdo de las compras en las antiguas zapaterías de Guadalajara, que en otra colaboración habré de compartir con ustedes. Por ahora aquí los dejo, esperando que les haya traído buenos recuerdos este paseo por las viejas zapaterías de nuestra querida Guadalajara. Nos reencontraremos en este mismo espacio la próxima semana si Dios lo permite.


Conoce más...

Las zapaterías del Centro de la Ciudad ofrecían extenso surtido en calzado tanto de dama como de caballero y por supuesto de niños y niñas; calzado de piel, jamás sintético que brindaba además de elegancia, distinción, comodidad y sobre todo duración.


Compartiré con ustedes a partir de hoy mis vivencias y recuerdos que son algunas pinceladas de la Historia reciente y no tan reciente de nuestra querida Guadalajara esperando sea una fuente de añoranzas para todos ustedes referente a una época en que vivieron o les hubiera gustado vivir. ¿Recuerdan ustedes las zapaterías de nuestra ciudad allá por los sesentas?

Comprar zapatos era una experiencia placentera. Todas las zapaterías se encontraban en el Centro de la ciudad, aún no existía ni el Centro Zapatero ni la Galería del Calzado y mucho menos las Plazas; Plaza del Sol fue la primera y se inauguró en el ya lejano año de 1969 en el mes de noviembre justo antes del período de compras navideñas.

Ya en otro artículo habré de referirme a la historia de Plaza del Sol y sus 12 fundadores; doce arriesgados empresarios que con gran visión introdujeron a Guadalajara un concepto anglosajón de gran éxito y trajeron la modernidad de las compras a nuestra Ciudad creando así el primer centro comercial de México.

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Las zapaterías del Centro de la Ciudad ofrecían extenso surtido en calzado tanto de dama como de caballero y por supuesto de niños y niñas; calzado de piel, jamás sintético que brindaba además de elegancia, distinción, comodidad y sobre todo duración.

Dentro de las zapaterías que recuerdo estaban desde luego Calzado Canadá, que fue un verdadero emporio y ejemplo de empresa, fruto del espíritu de trabajo y sacrificio de don Salvador López Chávez, calzado famoso sobre todo por sus modelos Bostoniano y Palermo; las Zapaterías Pardo, la Zapatería Lis, la Zapatería Tato, Las BBB, la que vendía Calzado Bally y Florcheim y tantas otras más que sin duda estarán también en el recuerdo de ustedes.

Los empleados de las zapaterías atendían al público de manera muy comedida; impecablemente vestidos y con una paciencia digna del Santo Job, puesto que traían pares y pares de zapatos al cliente y jamás hacían o veía uno un gesto de desagrado, molestia o hastío, ni siquiera cuando después de un prolongado llevar y traer zapatos el cliente decidía no comprar; la respuesta era una sonrisa franca, diáfana, espontánea y seguida de un: "gracias por venir aquí lo esperamos en otra ocasión"

El calzado, como ahora, lo entregaban en una cajita de cartón pero a diferencia de lo que hoy sucede, antes encontrábamos en el interior de la caja un calzador y su correspondiente franelita que recuerdo que a mi madre le gustaba mucho porque sacudía sin dejar pelusa y tenía larga duración.

Entre las hileras de sillas se encontraba un tapete que permitía que los clientes se probaran el calzado de su preferencia y no ensuciaran la suela con el piso, porque aunque ustedes no lo crean, sobre todo los lectores jóvenes, todo mundo se fijaba en los terminados del calzado, los orificios de las cintas, las hebillas, las costuras, los tacones, el controste, pero también la suela y se fijaban y exigían que estuviera limpia, sin raspones ni huellas de mugre o suciedad que siquiera sugiriera un previo uso. Querían el calzado verdaderamente impecable y lustroso.

Foto. Archivo El Occidental

Recuerdo los pequeños taburetes que tenían espejos en cada uno de sus lados y un asiento pequeño donde el dependiente se sentaba y ayudaba al cliente a abrocharse las cintas de los zapatos y desde luego a facilitar en el caso de los caballeros un calzador para poderse probar el calzado; casi todas las zapaterías tenían un tapanco donde estaba el stock de donde bajaban cada caja en una canastita y así optimizaban el espacio y economizaban tiempo.

Muchas cosas recuerdo de las compras en las antiguas zapaterías de Guadalajara, que en otra colaboración habré de compartir con ustedes. Por ahora aquí los dejo, esperando que les haya traído buenos recuerdos este paseo por las viejas zapaterías de nuestra querida Guadalajara. Nos reencontraremos en este mismo espacio la próxima semana si Dios lo permite.


Conoce más...

Las zapaterías del Centro de la Ciudad ofrecían extenso surtido en calzado tanto de dama como de caballero y por supuesto de niños y niñas; calzado de piel, jamás sintético que brindaba además de elegancia, distinción, comodidad y sobre todo duración.


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