Pacientes con insuficiencia renal en riesgo de contraer el virus de hepatitis C (VHC), se estima que en México entre 400 y 600 mil personas están infectadas por este virus y requieren tratamiento, el 65% tiene infección crónica.
La hepatitis C es un padecimiento silencioso, los primeros síntomas se pueden presentar hasta dos o tres décadas después de haberla adquirido.
Ante tal problemática, resulta conveniente fortalecer la prevención, la detección y el control del virus, relacionada con padecimientos en los riñones una de las causa más frecuente de daño hepático en personas con insuficiencia renal crónica (IRC), que generalmente se transmite a estos pacientes por su exposición a la sangre o derivados de la misma por el tratamiento de hemodiálisis o un trasplante renal.
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La recomendación es que los pacientes con hepatitis C se realicen exámenes médicos para determinar el estado del funcionamiento de los riñones, señaló el director médico de AbbVie en México, Omar Tomey,
Indicó que la hepatitis C es una enfermedad prevenible, entre el 60 y el 85% de las infecciones agudas causadas por esta enfermedad se vuelven crónicas, por tanto, la detección oportuna y la administración del tratamiento en etapas tempranas es importante.
“Para disminuir la incidencia del padecimiento en la población, impedir la lesión hepática y prevenir complicaciones asociadas, como es el caso del daño renal que conlleva complicaciones en el paciente y su familia en todos los ámbitos”.
Las hepatitis virales, son un grupo de enfermedades infecciosas integradas por la hepatitis A, B, C, D, y E, las cuales son transmisibles y provocan afección en el hígado tanto aguda como crónica.
En los casos de los virus A y E generalmente causan infecciones agudas, mientras que los virus B, C y D pueden causar infecciones crónicas, y en conjunto causan más de un millón de muertes al año, pueden llegar a transmitirse en quirófanos, en consultorios dentales y bancos de sangre.
Estas enfermedades provocan síntomas como dolor en la zona abdominal, orina turbia, fatiga, fiebre baja, falta de apetito, náuseas, vómito, y el más conocido, la coloración amarillenta en la piel y en los ojos.