Enfermera, especialista en terapia intensiva, madre y jefa de familia, así es Yessenia Romero Colina, de nacionalidad venezolana; su mirada está fija en brindar lo mejor de sí en esta pandemia por el Covid-19.
Aunque su mirada evita reflejar los episodios que vivió en su país, su voz se entrecorta, y solo dice que salió por las diversas situaciones a los que se enfrentó como mujer y con su familia.
“El hecho de ser mamá y ser profesional y no estar en casa está difícil, somos mujeres que, de pronto, la hacemos de mamá y papá a la vez, yo estoy solita en este país y después de estar un año acá me traje a mi mamá y a mi hijo”.
Hoy está enfocada solo a su profesión, a su hijo de 18 años y a su mamá, quien le platica de la pandemia por la peste negra y del cólera, esas historias la marcaron para tomar la decisión de ser enfermera.
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Su profesión -dice- se encuentra entre la vida y la muerte, que no muchos aceptan, pero ella está dispuesta a seguir en el campo de batalla.
“No todas las personas están dispuestas a poner su vida de pronto en peligro por otro ser humano, es imposible negarle la atención a las personas que lo necesitan, para mí es un orgullo”.
Para Yessenia, además de sentirse orgullosa de su profesión, es una oportunidad más en su vida para servir a la gente ante una pandemia prolongada como el Covid-19 que ha dejado millones de enfermos y muertos en el mundo.
Como mujer y profesionista la han cuestionado: “cómo trabajas en el área Covid” y su respuesta ha sido siempre puntual.
“El paciente es el motor de lo que me gusta hacer, para mí el venir a trabajar es venirme a divertir, doy por agradecimiento el hecho de que me paguen”.
Con ese pago sostiene a su familia, y trata de dar lo mejor para que estén bien, aunque la tarea, dice no es fácil, ya que “te enfrentas a que llego a casa y no me agarren todavía”, hasta que realiza todos los protocolos sanitarios familiares para evitar que sus dos seres queridos enfermen.
En estos dos años que Yessenia tiene en el país, primero llego sola para abrirse camino y encontrar una ciudad de acuerdo con las condiciones y climas en la que vivía en Venezuela.
“En México me siento super orgullosa y de servirle más. Tienes un duelo de perder un país y empiezas a comparar, luego entras en el agradecimiento, de hecho, estar hoy en una institución pública para mí era algo imposible, y estar ahí me hace sentir maravillada”.
La enfermera trabaja en el Hospital General de Occidente, de la Secretaria de Salud Jalisco, con lágrimas en los ojos y la voz entrecorta dice que, como mujer, está dispuesta a seguir dando lo mejor de sí, por ella, su familia y sus pacientes.