En octubre de 2023 se había superado casi por completo la pandemia del Covid-19. Los casos en ese momento eran asilados y controlados por las autoridades sanitarias. Sin embargo los efectos psicológicos en algunas personas como en mi vecina Carmelita dejaron secuelas cuyas derivaciones habían abierto la caja de pandora en sus vidas, es decir la caja a muchos trastornos como por ejemplo el obsesivo compulsivo mejor conocido por sus siglas: TOC. La veíamos pasar caminando apresuradamente todos los días, atravesando el jardín con aquella delgadez casi fantasmagórica; su cabello obscuro, engomado y recogido en una coleta perfecta. Portaba un cubrebocas que ya era considerado por muchos pasado de moda.
Era extraño verla saludar a lo lejos con sus guantes delátex y cuando por casualidad nos la topábamos en la farmacia de la colonia sacaba su gel antibacterial para untarlo sobre los guantes, acto seguido rociaba por completo los artículos antes de tocarlos con un sanitizante que portaba en su bolso de manta para meterlos dentro y llevarlos ala caja para pagar por ellos. Sus dos hijos adolescentes eran obligados por ella a usar el cubrebocas siempre antes de salir de casa pese al intenso calor, de lo contrario la señora Carmelita se desesperaba y les lanzaba un sermón de aquellos difíciles de olvidar. Su fijación por la limpieza y pánico por el contagio residía en la enfermedad de su marido quien un día casi al término de la pandemia presentó hemorragias nasales prolongadas, congestión nasal, una tos que arañaba el silencio nocturnal acompañando al insomnio que durante una semana hizo agonizar al pobre hombre.
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Ellos eran una familia cristiana conversa y creían que solo Dios era el único en dar salud a los enfermos y que si alguno de ellos caía enfermo, con las plegarias diarias el enfermo sanaría por milagro de Dios. El esposo de Carmelita agonizó por una semana soslayando la gravedad de su enfermedad. Ella en su desesperación un día me pidió que mi hermano médico fuera a visitarlo, el esposo de ella se negó rotundamente a ser examinado con voz gangosa y con las pocas fuerzas que le quedaban corrió a mi hermano de su habitación. El hombre murió a los pocos días de Covid-19 sin recibir la atención adecuada porque no comulgaba con sus principios. Padeció una enfermedad tortuosa que hasta el final del violento contagio presentó múltiples variantes incomprensibles para muchos médicos y especialmente para las personas que lo padecieron en todo el mundo.
En México se presentaron 800,000 muertes aproximadamente por la pandemia del Covid-19, de las cuales 224,000pudieron haberse evitado por el mal manejo de las autoridades, según especialistas y los ex secretarios de salud. Las secuelas que dejó no nada más fueron separación, agonía y muerte sino que también enfermedades mentales, suicidios, mala economía en muchas familias, divorcios e incertidumbre en la sociedad, entre otras cosas. Pero la pandemia no ha terminado, continúa en México en otra de sus formas más terribles: la violencia entre humanos, la plaga de la apatía entre los políticos y ciudadanos, la enfermedad de la avaricia entre los jóvenes, los sembradíos de drogas, así como la creación y el consumo de estupefacientes más mortíferos que han dejado a su paso la muerte y desaparición de miles de personas. Una enfermedad que aqueja al tejido social de nuestro país y que algunas familias lo normalizan o hasta se acostumbran a vivir con ello y que los gobiernos no desean combatirlo.
La narcocultura se está apropiando poco a poco de nuestros jóvenes y adultos con un disfraz de la muerte que es cómodo para muchos con el lema “mientras se viva bien económicamente en poco tiempo, la vida no tiene importancia”. Los que mueren y desaparecen se les cataloga como “personas que andaban en malos pasos”, quedando impune su desaparición o muerte lamentable. Desearía heredarles a mis hijas un país en paz; solo espero que los siguientes gobiernos realmente hagan algo por erradicar esta pandemia llamada inseguridad .Llegamos al término de esta crónica y ustedes se preguntarán ¿Qué fue lo qué pasó con su hija menor Sofía? digamos que el día de mi cumpleaños en octubre del 2023 sucedió un milagro, aquí les narro lo que escribí en mi diario al día siguiente de mi renacer: "Ayer 25 de octubre del 2023 en mi cumpleaños número 43 amanecí con varias bendiciones y rodeada de mucho amor, el más significativo para mí fue quemí hija Sofía la menor, a quien me quitaron hace 14 años y que no he vuelto a ver, ayer por medio de mensaje de WhatsApp en plena cena de cumpleaños me mandó felicitar, hecho inédito y muy sorprendente para todos nosotros; no quepo de alegría, mi corazón quiere estallar de tanto agradecimiento.
Lloré de felicidad con toda mi familia y deseamos que la comunicación continúe cada vez más frecuente; le expresé mi agradecimiento y el amor infinito que le tengo.¡Oh que grande y amoroso eres conmigo mi Dios!, justo el día de mi cumpleaños te acordaste de mí y me cubriste con tu manto dándome las muestras de tu amor; yo tu hija imperfecta, pero que trabaja día con día por mejorarse a sí misma. ¡Oh mi Dios, gracias por tu misericordia! Te agradezco por mi familia y amigos que siempre están conmigo apoyándome y llenándome con su amor en esos momentos difíciles, pero también en los más felices de mi vida ¿Quién soy yo para que me miraras señor? No quepo en mí de tanto agradecimiento y alegría. Un año más de vida y Dios se hace nuevamente presente para recordarme lo que realmente importa, que está él conmigo y está quien tiene que estar a mi lado. ¡Soltar libera! GRACIAS”. ¿Será acaso el inicio de algo nuevo en mi vida? Está la incertidumbre de si mi hija Sofía con ese maravilloso regalo de cumpleaños que me hizo me dé la sorpresa a su tiempo de acercarse a nosotros, a su otra familia que la espera con los brazos abiertos siempre.
En una ocasión leí que “llegan a nuestras vidas ángeles vestidos de demonios para mostrarnos algo de nosotros mismos que debemos trabajar para evolucionar, que esas cosas terribles que nos hicieron quizá las necesitábamos para demostrarnos que podemos amarnos, salir adelante y avanzar” y creo que es verdad. Agradezco por esa toma de conciencia y a mi circunstancia porque me mostró o más bien me demostré que yo sí podía ser una buena madre con todas mis hijas a pesar de no tener a Sofía a mi lado y que se puede amar incondicionalmente pese a la distancia y esto también me lo enseñó la pandemia del Covid-19 cambiar de perspectiva. La paradoja de la vida nos lleva a incertidumbres insospechadas, a vivir bajo una ola de eventos que se van formando como un aleteo de una mariposa. Su fuerza y un simple movimiento tiene tantas y tantas repercusiones que muchas veces se escapan al ojo humano, estas pueden ser imperceptibles tanto para bien como para mal.
Una pandemia, un secuestro, un disgusto, un alejamiento, una muerte pueden fracturar nuestra alma. Pueden dejarnos sin respiración, pueden ocasionar enfermedades, depresiones o más muertes, pero también pueden hacer que nos encontremos a nosotros mismos donde hay obscuridad existe un rayo de esperanza.
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Nosotros podemos elegir acercarnos a nuestra intuición y que nos rescatemos de todos esos males ¿cómo? buscando ayuda en la introspección, con nuestros familiares, amigos, psicólogos o terapeutas, buscando el sentido de ese aprendizaje doloroso, buscando la intención de vivir, ayudándonos. Los libros de autoayuda me rescataron.
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La intención de sacar adelante a mis hijas me rescató, el amor hacia ellas y de una persona que decidió estar a mi lado sin condiciones me rescataron. La escritura y el arte me rescataron, mi espiritualidad me rescató, yo misma me rescaté; tú también te puedes rescatar si estas pasando por momentos difíciles; nunca estarás solo, te tienes a ti, encuéntrate. Encuentra el sentido y el valor de tu vida, busca llegar al perdón para ti no para el otro.(FIN).