/ lunes 18 de abril de 2022

Explosiones del 22 de abril de 1992 : A 30 años la vida sigue en Guadalajara

A las 10 de la mañana la tierra tembló y sus entrañas salieron a flote

Caminar por las calles de Analco, 30 años después de la tragedia del 22 de abril en donde en punto de las 10 de la mañana de 1992 la vida de los moradores de este barrio cambió radicalmente, el imaginarse cómo fue ese momento, cómo decenas de personas fallecieron al instante y otro tanto debajo de los escombros. La tierra se abrió de golpe y porrazo, su vida fue otra después de ver todo destruido y comenzar a oler el ambiente de muerte y desgracia.

Ese miércoles 22 de abril las actividades eran normales, ya habían entrado a la escuela, muchos ya iban a sus trabajos o algunos ya lo estaban en los pocos negocios de la zona

Foto. Victor Ramírez | El Occidental

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A las 10 de la mañana no supieron cómo, pero la tierra tembló y sus entrañas salieron a flote, aventando por los cielos autos, camiones, casas y personas.

Un evento que provocó la histeria colectiva, el pánico posterior cada vez que se percibe un olor a combustible, una sensación de que la historia se repetirá pero sobre todo que obligó a miles de personas a dejar al menos por unos días sus hogares para irse con familiares un poco más lejos, desde la zona de El Álamo hasta el centro de la ciudad, por temor a que otra explosión los sorprendiera.

Las clases se suspendieron y a 30 años, Analco se niega a que la historia los sepulte y se olviden los hechos que aún duelen, un Memorial en donde se plasman los nombres de las personas fallecidas, olvidado por las autoridades, convertido en estacionamiento, basurero y algunos árboles ya cubren parte de la imagen plasmada en esa pared.

A unos metros una capilla que por meses estuvo cerrada y ahora está en remodelación con la intención de que esté lista para llevar a cabo una serie de actividades recordando a quienes ya no están y a quienes se fueron a vivir a otro sitio por miedo a repetir la tragedia, una escuela que contaba con un gran mural evocando los hechos pero que por el deterioro que tuvo, se pintó de color verde.

Pero no todos olvidan esos hechos, un par de murales con letras grandes señalan “22 de octubre de 1992 no se olvida”, en el otro unas imágenes de dolor y la palabra “22 de abril”, todos a la vista de quien pase y con calma observe cómo esas calles pasaron de ser una zona habitacional a una casi en su totalidad de negocios.

La vida sigue 30 años después

Rafael, trabajador de un negocio de tapicería dijo que nada es igual desde esa fecha, su patrón cambió y la vida también, reconoce que las autoridades sólo se aparecen cada año para la foto y en temporada de elecciones, el resto del tiempo ni los ven, pero en su caso tratan de que esa fecha no se pierda y recuerdan a los caídos, mientras ellos realizan sus actividades.

A sus alrededores decenas de negocios de chatarreras, refacciones de autos, reparación de electrónicos, algunos de comida, pero Rafael espera a sus clientes, sale a la calle y dice que patrón no se quiso ir porque ahí tenía todo. “Yo no estaba aquí en ese año, quedan pocas personas de esa fecha, otras ya fallecieron y desde entonces ya no se ha percibido el olor a gas”. Mientras que en la escuela Urbana Número 70, se busca que no se olvide esta fecha ya que ahí van un gran número de estudiantes que son hijos de quienes en esas fechas eran niños sobrevivientes, incluso a lo largo de la barda perimetral se había pintado un mural pero con el paso del tiempo y la falta de mantenimiento esa memoria visual que recordaba lo que sucedió justo a un costado fue cubierta con pintura verde, señaló el director Juan Pablo Mendoza.



“En cada grupo se recalca la fecha porque es una cuestión que pasó aquí precisamente, a ellos no les tocó vivirlo, pero a sus papás sí, sus padres eran niños, casi somos de la camada, aquí tengo hijos también, muchos papás nos cuentan y todo, eso hace que recordemos la fecha, les dejamos investigar, sin llegar a la cuestión de morbo y sobre todo la preparación que debemos tener ante ese tipo de emergencias”.

Aunque él no vivía en esa zona la fecha de la explosión, sí estaba cerca y recuerda que gran parte de la comunidad de la escuela son padres de familia que en su tiempo eran niños, ahora todos juntos ya no tienen temor pero sí se preparan al realizar simulacros con los menores para estar listos ante una emergencia y saber manejar los equipos que tienen, tal es el caso de los extintores.

Mientras unos nacen otros fallecen

Ese 22 de abril para muchos fue de contrastes para cientos de familias, mientras unos tenían la felicidad de la llegada de un nuevo miembro de la familia en medio del caos, la desesperación y el dolor, otros lloraban la desaparición o fallecimiento de sus seres queridos o conocidos a unas horas de las explosiones, “la vida sigue igual” se escucha en la canción de Julio Iglesias.

En el caso de la señora Silvia Saavedra Torres, las emociones eran encontradas porque precisamente ese día desde temprano entró en labores de parto y precisamente la clínica a la que iba a ir estaba cerca de la zona cero, por lo que tuvo que irse a otra y mientras nacía su bebé, su marido acudió a Analco para ver en qué podía auxiliar a quienes resultaron afectados.

Foto. Victor Ramírez | El Occidental

“Estaba en labor de parto, me iba a ir a la Clínica número tres del Seguro Social en Belisario y en la mañana que supe de la explosión, se escuchó así como cuando retumba algo, pero como ya estaba todo el desorden de la explosión me fui al hospital como hasta las cuatro de la tarde y tuve correr a la Clínica 45, fue muy caótico por el ir y venir de las ambulancias, era mucho desorden”, dijo.

Conscientes de las necesidades de los jaliscienses y de la ayuda que se necesitaba que “mi esposo fue, me dejó en la clínica en labor de parto, nació a las 6:50 de la tarde y mi esposo se fue a hacer labores de rescate, como voluntario ya que no podía estar en el hospital”.

Una frase que le quedó muy presente en ese día en el que el miedo se generalizó, de que el hospital fuera afectado por una segunda explosión y es por eso que ella no se olvida de lo que escuchó en la canción de Julio Iglesias de que “la vida sigue igual” y en donde dice “unos que nacen y otros que morirán, algo así dice y se me venía mucho la frase”. Jorge López Saavedra, quien ese día nació escucha lo que sus padres platican de esa fecha en donde “se escucha un estruendo muy fuerte en Guadalajara y resulta que fueron las explosiones, mi papá porque no pudo estar en el hospital se fue a ayudar y con una camioneta que traía estuvo acarreando escombro como transportando lesionados a diferentes hospitales para atención médica y apoyando en labores de rescate”.

En su caso, tiene emociones encontradas ya que por un lado es su cumpleaños pero por el otro es un día en donde muchas familias lloran aún a sus familiares fallecidos, toda su generación es conocida como los nacidos de las explosiones y a él sus primos no dejan de “tirarle carrilla”.Cuenta que él por ser “un poco moreno, por eso me tiran un poco de carrilla por lo mismo y me dicen saliste quemadito y cosas de esas, y a parte de imaginarme un poco el sentimiento de la alegría de mi nacimiento y por el otro la tristeza y angustia” de los lesionados y familiares que perdieron un familiar y “30 años después seguimos aquí”.

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Caminar por las calles de Analco, 30 años después de la tragedia del 22 de abril en donde en punto de las 10 de la mañana de 1992 la vida de los moradores de este barrio cambió radicalmente, el imaginarse cómo fue ese momento, cómo decenas de personas fallecieron al instante y otro tanto debajo de los escombros. La tierra se abrió de golpe y porrazo, su vida fue otra después de ver todo destruido y comenzar a oler el ambiente de muerte y desgracia.

Ese miércoles 22 de abril las actividades eran normales, ya habían entrado a la escuela, muchos ya iban a sus trabajos o algunos ya lo estaban en los pocos negocios de la zona

Foto. Victor Ramírez | El Occidental

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A las 10 de la mañana no supieron cómo, pero la tierra tembló y sus entrañas salieron a flote, aventando por los cielos autos, camiones, casas y personas.

Un evento que provocó la histeria colectiva, el pánico posterior cada vez que se percibe un olor a combustible, una sensación de que la historia se repetirá pero sobre todo que obligó a miles de personas a dejar al menos por unos días sus hogares para irse con familiares un poco más lejos, desde la zona de El Álamo hasta el centro de la ciudad, por temor a que otra explosión los sorprendiera.

Las clases se suspendieron y a 30 años, Analco se niega a que la historia los sepulte y se olviden los hechos que aún duelen, un Memorial en donde se plasman los nombres de las personas fallecidas, olvidado por las autoridades, convertido en estacionamiento, basurero y algunos árboles ya cubren parte de la imagen plasmada en esa pared.

A unos metros una capilla que por meses estuvo cerrada y ahora está en remodelación con la intención de que esté lista para llevar a cabo una serie de actividades recordando a quienes ya no están y a quienes se fueron a vivir a otro sitio por miedo a repetir la tragedia, una escuela que contaba con un gran mural evocando los hechos pero que por el deterioro que tuvo, se pintó de color verde.

Pero no todos olvidan esos hechos, un par de murales con letras grandes señalan “22 de octubre de 1992 no se olvida”, en el otro unas imágenes de dolor y la palabra “22 de abril”, todos a la vista de quien pase y con calma observe cómo esas calles pasaron de ser una zona habitacional a una casi en su totalidad de negocios.

La vida sigue 30 años después

Rafael, trabajador de un negocio de tapicería dijo que nada es igual desde esa fecha, su patrón cambió y la vida también, reconoce que las autoridades sólo se aparecen cada año para la foto y en temporada de elecciones, el resto del tiempo ni los ven, pero en su caso tratan de que esa fecha no se pierda y recuerdan a los caídos, mientras ellos realizan sus actividades.

A sus alrededores decenas de negocios de chatarreras, refacciones de autos, reparación de electrónicos, algunos de comida, pero Rafael espera a sus clientes, sale a la calle y dice que patrón no se quiso ir porque ahí tenía todo. “Yo no estaba aquí en ese año, quedan pocas personas de esa fecha, otras ya fallecieron y desde entonces ya no se ha percibido el olor a gas”. Mientras que en la escuela Urbana Número 70, se busca que no se olvide esta fecha ya que ahí van un gran número de estudiantes que son hijos de quienes en esas fechas eran niños sobrevivientes, incluso a lo largo de la barda perimetral se había pintado un mural pero con el paso del tiempo y la falta de mantenimiento esa memoria visual que recordaba lo que sucedió justo a un costado fue cubierta con pintura verde, señaló el director Juan Pablo Mendoza.



“En cada grupo se recalca la fecha porque es una cuestión que pasó aquí precisamente, a ellos no les tocó vivirlo, pero a sus papás sí, sus padres eran niños, casi somos de la camada, aquí tengo hijos también, muchos papás nos cuentan y todo, eso hace que recordemos la fecha, les dejamos investigar, sin llegar a la cuestión de morbo y sobre todo la preparación que debemos tener ante ese tipo de emergencias”.

Aunque él no vivía en esa zona la fecha de la explosión, sí estaba cerca y recuerda que gran parte de la comunidad de la escuela son padres de familia que en su tiempo eran niños, ahora todos juntos ya no tienen temor pero sí se preparan al realizar simulacros con los menores para estar listos ante una emergencia y saber manejar los equipos que tienen, tal es el caso de los extintores.

Mientras unos nacen otros fallecen

Ese 22 de abril para muchos fue de contrastes para cientos de familias, mientras unos tenían la felicidad de la llegada de un nuevo miembro de la familia en medio del caos, la desesperación y el dolor, otros lloraban la desaparición o fallecimiento de sus seres queridos o conocidos a unas horas de las explosiones, “la vida sigue igual” se escucha en la canción de Julio Iglesias.

En el caso de la señora Silvia Saavedra Torres, las emociones eran encontradas porque precisamente ese día desde temprano entró en labores de parto y precisamente la clínica a la que iba a ir estaba cerca de la zona cero, por lo que tuvo que irse a otra y mientras nacía su bebé, su marido acudió a Analco para ver en qué podía auxiliar a quienes resultaron afectados.

Foto. Victor Ramírez | El Occidental

“Estaba en labor de parto, me iba a ir a la Clínica número tres del Seguro Social en Belisario y en la mañana que supe de la explosión, se escuchó así como cuando retumba algo, pero como ya estaba todo el desorden de la explosión me fui al hospital como hasta las cuatro de la tarde y tuve correr a la Clínica 45, fue muy caótico por el ir y venir de las ambulancias, era mucho desorden”, dijo.

Conscientes de las necesidades de los jaliscienses y de la ayuda que se necesitaba que “mi esposo fue, me dejó en la clínica en labor de parto, nació a las 6:50 de la tarde y mi esposo se fue a hacer labores de rescate, como voluntario ya que no podía estar en el hospital”.

Una frase que le quedó muy presente en ese día en el que el miedo se generalizó, de que el hospital fuera afectado por una segunda explosión y es por eso que ella no se olvida de lo que escuchó en la canción de Julio Iglesias de que “la vida sigue igual” y en donde dice “unos que nacen y otros que morirán, algo así dice y se me venía mucho la frase”. Jorge López Saavedra, quien ese día nació escucha lo que sus padres platican de esa fecha en donde “se escucha un estruendo muy fuerte en Guadalajara y resulta que fueron las explosiones, mi papá porque no pudo estar en el hospital se fue a ayudar y con una camioneta que traía estuvo acarreando escombro como transportando lesionados a diferentes hospitales para atención médica y apoyando en labores de rescate”.

En su caso, tiene emociones encontradas ya que por un lado es su cumpleaños pero por el otro es un día en donde muchas familias lloran aún a sus familiares fallecidos, toda su generación es conocida como los nacidos de las explosiones y a él sus primos no dejan de “tirarle carrilla”.Cuenta que él por ser “un poco moreno, por eso me tiran un poco de carrilla por lo mismo y me dicen saliste quemadito y cosas de esas, y a parte de imaginarme un poco el sentimiento de la alegría de mi nacimiento y por el otro la tristeza y angustia” de los lesionados y familiares que perdieron un familiar y “30 años después seguimos aquí”.

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