/ lunes 10 de mayo de 2021

El fin de los sueños para los hermanos González Moreno

“No le hacían daño a nadie, eran buenos muchachos”, dice una de sus asustadas vecinas

La música, el amor por la vida, las artes y la ciencia, se apagó de manera inesperada y como jamás se hubiera pensado, para los hermanos Karen, José Alberto y Luis Ángel, jóvenes que para alcanzar sus sueños tenían que trabajar, además de estudiar. “No le hacían daño a nadie, eran buenos muchachos”, dice una de sus asustadas vecinas que no vio, pero sí escuchó lo ocurrido el viernes, gritos y golpes. Hoy su mamá se ha quedado sola.


José Alberto, había permanecido dos semanas enfermo por Covid-19 y había recibido el examen negativo para volverse a presentar a laborar a partir del próximo sábado.

Luis Ángel González Moreno, de 32 años de edad, el mayor, era técnico musical egresado de la Universidad de Guadalajara y violinista. Laboraba para sacar adelante a su familia y sus gastos propios, pero nunca se apartó del instrumento de cuerdas y cada vez que tenía oportunidad, participaba en conciertos pequeños.

Él recién había dejado un trabajo para iniciar un proyecto de impresión y serigrafía, pero la vida no le dio tiempo.


No dejes de leer → Jalisco no se puede acostumbrar a ser escenario de la violencia: Ricardo Villanueva


José Alberto González Moreno, de 29 años, era un gran soñador. Su novia, Ana, le reconoce su amor por la música, “Era Chelista -tocaba el Chelo- y estudiaba la licenciatura de Geografía en la Universidad de Guadalajara”.

Aunque el chelo le apasionaba, lo estudió con el maestro Gamaliel Cano y llegó a formar parte de la Orquesta de Cámara de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), como corista y músico, nunca abandonó las ciencias, estudiaba por la vía virtual y una de sus profesoras, la investigadora Ana Cecilia Valencia, lo llegó a integrar como asistente de investigación, por su perfil como amante de las matemáticas y de los sistemas de computación.

De acuerdo al Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) su promedio de calificación era 99.99. Nunca dejó de trabajar por las tardes para la empresa Sanmina.


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La investigadora Cecilia Valencia explicó que el joven José Alberto, en tiempos de pandemia, estudiaba y trabajaba en una computadora entregada en comodato por la Universidad de Guadalajara, en calidad de asistente de investigación, misma que se encuentra en poder de la Fiscalía para su investigación.

Pero también en el mes de diciembre dedicó parte de su salario y esfuerzo para adquirir otra computadora, la que justo destrozaron sus captores al momento de llevárselo.

Ana Karen González Moreno, de 24 años de edad, también trabajaba en una empresa dedicada a colocar plásticos en los asientos de los automóviles, en la colonia El Refugio, y colaboraba con la casa. Ella también tenía inclinación por las Bellas Artes, pero principalmente por el dibujo y la pintura.


Pero también dentro de sus sueños estaba estudiar, su familia la recuerda con excelentes calificaciones y estaba por retomar la cátedra, solo faltaba decidirse si sería entre ingeniera bióloga o médico veterinaria. Su opción sin duda alguna era la educación pública y en concreto la Universidad de Guadalajara.

La música, el amor por la vida, las artes y la ciencia, se apagó de manera inesperada y como jamás se hubiera pensado, para los hermanos Karen, José Alberto y Luis Ángel, jóvenes que para alcanzar sus sueños tenían que trabajar, además de estudiar. “No le hacían daño a nadie, eran buenos muchachos”, dice una de sus asustadas vecinas que no vio, pero sí escuchó lo ocurrido el viernes, gritos y golpes. Hoy su mamá se ha quedado sola.


José Alberto, había permanecido dos semanas enfermo por Covid-19 y había recibido el examen negativo para volverse a presentar a laborar a partir del próximo sábado.

Luis Ángel González Moreno, de 32 años de edad, el mayor, era técnico musical egresado de la Universidad de Guadalajara y violinista. Laboraba para sacar adelante a su familia y sus gastos propios, pero nunca se apartó del instrumento de cuerdas y cada vez que tenía oportunidad, participaba en conciertos pequeños.

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De acuerdo al Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) su promedio de calificación era 99.99. Nunca dejó de trabajar por las tardes para la empresa Sanmina.


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Ana Karen González Moreno, de 24 años de edad, también trabajaba en una empresa dedicada a colocar plásticos en los asientos de los automóviles, en la colonia El Refugio, y colaboraba con la casa. Ella también tenía inclinación por las Bellas Artes, pero principalmente por el dibujo y la pintura.


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