/ martes 25 de agosto de 2020

Videoescándalos 2.0

Nuestro país comparte con naciones sudamericanas, asiáticas, africanas y con todas aquellas denominadas “en vías de desarrollo” la nada honrosa imagen de corrupción dentro de la política. En el imaginario colectivo de los habitantes de otras naciones, así como en el de nuestra sociedad, existe la percepción de que nuestra clase política está completamente corrupta. En estos últimos días cambiar esa percepción es una tarea muy complicada, pues los videoescándalos difundidos en la televisión y redes sociales han traspasado nuestras fronteras.

Estos videos donde políticos o funcionarios de alto nivel reciben fuertes cantidades de dinero en efectivo no es un método nuevo de denuncia y exhibición, casi todas las personas recordamos aquel video donde se mostró a Bejarano, recibiendo pacas de billetes cuando era un colaborador cercano a López Obrador en la jefatura del gobierno del otrora Distrito Federal. Al “señor de las ligas”, como se nombró a este personaje, se le abrió una investigación, fue procesado y encarcelado por algunos meses, ya que fue absuelto por parte de la PGR.

En el sexenio anterior, el presidente Enrique Peña Nieto tuvo uno más de sus comentarios desafortunados cuando dijo que el mexicano es corrupto por naturaleza, que era parte de la cultura e idiosincrasia. Difiero, “el león cree que todos son de su condición”, pero no es así, en lo que sí estoy de acuerdo es en que la corrupción y los delitos que de esta emanan se han convertido en un sistema. Refiero esto, porque en días pasados fueron presentados por Emilio Lozoya, ex director de Pemex en la administración de EPN, unos videos donde se muestran una bolsa con millones de pesos y a unos ex funcionarios públicos del Senado recibiendo ese dinero, presumiblemente, a cuenta de sobornos proveniente de la empresa brasileña Odebrecht.

Tres días después de la circulación masiva de este video, el portal LatinUS difundió un video donde se muestra al hermano de Andrés Manuel, Pío López Obrador, recibiendo un sobre con dinero por parte del operador político chiapaneco David León, a manera de contribución en la campaña del hoy presidente. En la mañanera del día siguiente AMLO minimizó las acusaciones a su hermano y a él mismo diciendo que “hay notorias diferencias con otros asuntos. No sólo es lo cuantitativo, no sólo es el monto del dinero, porque no sólo es comparar una operación ilícita donde cobraron 200 millones de dólares de más en la venta de una planta chatarra, que esto, que puede significar unos dos millones de pesos”. Una cosa son los sobornos millonarios y otra, muy distinta, son las “aportaciones” al movimiento, algo así. El problema es que López Obrador lleva diciendo por más de dieciocho años que él y los que lo rodean son distintos, que no son iguales a los corruptos de sus antecesores y esto lo deja parado exactamente en el mismo sitio que los otros.

Estos videoescándalos 2.0 ponen de manifiesto que no sirve con solo “barrer las escaleras de arriba hacia abajo”, ni con un contragolpe mediático, para desmantelar la corrupción sistémica se necesita dotar al marco institucional mexicano de justicia, transparencia, sanciones contundentes en todos los niveles. Esta es otra llamada urgente para que la Fiscalía Nacional Anticorrupción -y sus sistemas estatales- se retomen de manera seria.

* Diputado local.

Nuestro país comparte con naciones sudamericanas, asiáticas, africanas y con todas aquellas denominadas “en vías de desarrollo” la nada honrosa imagen de corrupción dentro de la política. En el imaginario colectivo de los habitantes de otras naciones, así como en el de nuestra sociedad, existe la percepción de que nuestra clase política está completamente corrupta. En estos últimos días cambiar esa percepción es una tarea muy complicada, pues los videoescándalos difundidos en la televisión y redes sociales han traspasado nuestras fronteras.

Estos videos donde políticos o funcionarios de alto nivel reciben fuertes cantidades de dinero en efectivo no es un método nuevo de denuncia y exhibición, casi todas las personas recordamos aquel video donde se mostró a Bejarano, recibiendo pacas de billetes cuando era un colaborador cercano a López Obrador en la jefatura del gobierno del otrora Distrito Federal. Al “señor de las ligas”, como se nombró a este personaje, se le abrió una investigación, fue procesado y encarcelado por algunos meses, ya que fue absuelto por parte de la PGR.

En el sexenio anterior, el presidente Enrique Peña Nieto tuvo uno más de sus comentarios desafortunados cuando dijo que el mexicano es corrupto por naturaleza, que era parte de la cultura e idiosincrasia. Difiero, “el león cree que todos son de su condición”, pero no es así, en lo que sí estoy de acuerdo es en que la corrupción y los delitos que de esta emanan se han convertido en un sistema. Refiero esto, porque en días pasados fueron presentados por Emilio Lozoya, ex director de Pemex en la administración de EPN, unos videos donde se muestran una bolsa con millones de pesos y a unos ex funcionarios públicos del Senado recibiendo ese dinero, presumiblemente, a cuenta de sobornos proveniente de la empresa brasileña Odebrecht.

Tres días después de la circulación masiva de este video, el portal LatinUS difundió un video donde se muestra al hermano de Andrés Manuel, Pío López Obrador, recibiendo un sobre con dinero por parte del operador político chiapaneco David León, a manera de contribución en la campaña del hoy presidente. En la mañanera del día siguiente AMLO minimizó las acusaciones a su hermano y a él mismo diciendo que “hay notorias diferencias con otros asuntos. No sólo es lo cuantitativo, no sólo es el monto del dinero, porque no sólo es comparar una operación ilícita donde cobraron 200 millones de dólares de más en la venta de una planta chatarra, que esto, que puede significar unos dos millones de pesos”. Una cosa son los sobornos millonarios y otra, muy distinta, son las “aportaciones” al movimiento, algo así. El problema es que López Obrador lleva diciendo por más de dieciocho años que él y los que lo rodean son distintos, que no son iguales a los corruptos de sus antecesores y esto lo deja parado exactamente en el mismo sitio que los otros.

Estos videoescándalos 2.0 ponen de manifiesto que no sirve con solo “barrer las escaleras de arriba hacia abajo”, ni con un contragolpe mediático, para desmantelar la corrupción sistémica se necesita dotar al marco institucional mexicano de justicia, transparencia, sanciones contundentes en todos los niveles. Esta es otra llamada urgente para que la Fiscalía Nacional Anticorrupción -y sus sistemas estatales- se retomen de manera seria.

* Diputado local.