En el medio de la discapacidad existe una moraleja que mucho se acerca a los límites de la realidad. Se dice que, previo al nacimiento de cada persona, en el momento que Dios le incorpora esa sustancia espiritual e inmortal llamada alma, un ángel---espíritu celeste---que cumple como secretario particular del Señor Dios, pregunta que santo será el encargado para el cuidado de cada ser humano, un santo que cuide y proteja, a lo largo de toda su vida al nuevo habitante de este mundo. Es oportuno aclarar que esta tarea está reservada única y exclusivamente al Señor nuestro Dios.
Así por ejemplo, cuando está a punto de nacer el niño Leonardo, el ángel acude con Dios y le pregunta: ¿qué santo será su protector? El Señor medita un momento y le contesta: San Antonio, el lo sabrá cuidar. Toca el turno a Carlos, el secretario particular vuelve a inquirir al Señor, después de una breve pausa Dios contesta, será San Rafael quien guarde y proteja a José Luis. Después toca el turno a María José, el mismo protocolo entre el ángel y el Señor y la contestación es, Santa Cecilia para María José.
Esta actividad se repite a diario y se multiplica por miles, por millones de veces desde el principio de los tiempos. Dios, siempre atento, siempre preocupado y vigilante con sus criaturas, no omite ninguna asignación. Consiente que a cada uno de nosotros nos concederá el maravilloso regalo del libre albedrío se preocupa por encargarnos con uno de sus Santos que tendrá la tarea de estar al pendiente de nuestro breve y terrenal paso por la tierra.
En esta agitada y cotidiana tarea, de pronto, el ángel, con cara de preocupación y evidente angustia le informa a Dios: Señor está a punto de nacer Marta Cecilia, será, por elección, una niña con discapacidad intelectual. La agitación aumenta en el secretario particular y pregunta exaltado: ¿Qué santo le asignaras a Martita? El ángel supone que el momento de meditación será más prolongado que de costumbre, ¿acaso serán varios Santos? ¡Se equivoca!, Dios, en una actitud muy metida para adentro, inmediatamente contesta: ¡Martita no tendrá ningún Santo que la cuide y la proteja! Su secretario particular, en un dejo de incredulidad, entra en un estado de inquieta duda: pero como Señor, no entiendo, Martita no tendrá lenguaje, su capacidad de razonar las cosas cotidianas del mundo no la podrá ejercer en plenitud, caminara hasta los ocho años de edad, sufrirá desprecios, discriminaciones, indiferencias y tu Señor, tan infinitamente sabio, tan inmensamente misericordioso, tan justo, no le asignaras un Santo a Martita para que siga sus pasos por la vida. El Señor mira con benevolencia y buen humor a su secretario particular y le dice: Martita tendrá a la mejor de las santas para que la cuide, ¿Cuál es Señor pregunto intrigado el ángel?; la conocerás, tu y Martita, cuando su MAMA se vea en el espejo.
Son múltiples, infinitos d se podría decir, los casos de verdadera entrega hacia los hijos con discapacidad por parte de heroicas madres convertidas desde ahora en verdaderas santas., para ellas está reservado un lugar especial en el cielo donde se leerá una frase: VALIO LA PENA.