/ lunes 6 de junio de 2022

Unidos por México | La Doctrina Estrada, aplicada a conveniencia


El Titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México en la época de Pascual Ortiz Rubio, era Genaro Estrada Félix, en cuyo honor el derecho internacional bautizó la Doctrina que lleva su nombre, y se basa en el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos.

Este principio ha sido sostenido invariablemente por nuestro País a lo largo de los años y lo ha usado cada vez que puede como bandera o estandarte, ante situaciones en las que se precisa una definición.

Esto permite el uso a conveniencia para brindar o no el reconocimiento de la legitimidad de los gobiernos de países extranjeros que han llegado al poder no a base de procesos electorales sino de movimientos armados.

Una postura comodina, porque lo mismo que se aplaude el ascenso de un gobernante que obtuvo legítimamente la mayoría en las elecciones que a un gobierno que se forma a partir de movimientos apartados de la ley.

Poco antes del enarbolamiento de la Doctrina Estrada, predominaba la Doctrina Tobar, del Canciller Ecuatoriano Carlos R. Tobar, según la cual los países de latino américa debían negar el reconocimiento de cualquier gobierno que llegara al poder a través del uso de la fuerza es decir a partir de movimientos revolucionarios.

México sufrió tiempo atrás la exclusión de las conferencias latinoamericanas porque a principios del siglo XX, se debía tener el reconocimiento primario del Gobierno de Estados Unidos para darle validez a los procesos de instauración gubernamental. Por eso Carranza y Obregón batallaron tanto con el movimiento revolucionario que finalmente los llevó al poder, siempre anduvieron buscando la cara al Gobierno norteamericano para que existiera el reconocimiento y legitimidad a sus gobiernos.

Por eso surgió la Doctrina Estrada, según la cual no pueden ser calificados los gobiernos extranjeros en sus asuntos porque es una invasión de soberanía. Cada pueblo es libre de auto determinarse y por ende ninguno tiene derecho a emitir opiniones o intervenir en asuntos de su régimen interior porque era práctica denigrante, y eso se hizo desde el 27 de septiembre de 1930.

El titular del ejecutivo federal viola esa misma Doctrina. Que tiene que andar metiendo las narices en el proceso electoral colombiano. Es un proceso que nos es ajeno. Pretende establecer analogía de la crítica que recibió cuando contendió para las elecciones en 2018 con la crítica que se hace en Colombia al candidato Gustavo Petro, de la "Coalición Pacto Histórico", que enfrentará en una segunda vuelta el próximo 19 de junio al empresario Rodolfo Hernández para justificar su intromisión. Los metiches no son bien vistos en ninguna parte.

El afán de liderazgo, y tal vez la secreta sensación de ser la reencarnación de Simón Bolívar debería ser considerada seriamente por el Presidente López Obrador, para renunciar a la Presidencia de la República y dedicarse en cuerpo y alma al activismo, a la oposición, que es lo suyo, donde mejor se mueve, donde mejor trabaja y convertirse en un líder latinoamericano que aglutine los pensamientos de San Martin, Sucre, Bolívar, O'Higgins, Belgrano, Martí, Morelos, Juárez e Hidalgo, y enarbole causas ajenas y deje que alguien que honre aquella frase que "La Patria es primero" se encargue de conducir al país. Así podría dedicarse por completo a sus sueños e inspiraciones, y dejar que en estos tres próximos años México se cure las heridas que ha provocado su pésima gestión gubernamental.


El Titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México en la época de Pascual Ortiz Rubio, era Genaro Estrada Félix, en cuyo honor el derecho internacional bautizó la Doctrina que lleva su nombre, y se basa en el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos.

Este principio ha sido sostenido invariablemente por nuestro País a lo largo de los años y lo ha usado cada vez que puede como bandera o estandarte, ante situaciones en las que se precisa una definición.

Esto permite el uso a conveniencia para brindar o no el reconocimiento de la legitimidad de los gobiernos de países extranjeros que han llegado al poder no a base de procesos electorales sino de movimientos armados.

Una postura comodina, porque lo mismo que se aplaude el ascenso de un gobernante que obtuvo legítimamente la mayoría en las elecciones que a un gobierno que se forma a partir de movimientos apartados de la ley.

Poco antes del enarbolamiento de la Doctrina Estrada, predominaba la Doctrina Tobar, del Canciller Ecuatoriano Carlos R. Tobar, según la cual los países de latino américa debían negar el reconocimiento de cualquier gobierno que llegara al poder a través del uso de la fuerza es decir a partir de movimientos revolucionarios.

México sufrió tiempo atrás la exclusión de las conferencias latinoamericanas porque a principios del siglo XX, se debía tener el reconocimiento primario del Gobierno de Estados Unidos para darle validez a los procesos de instauración gubernamental. Por eso Carranza y Obregón batallaron tanto con el movimiento revolucionario que finalmente los llevó al poder, siempre anduvieron buscando la cara al Gobierno norteamericano para que existiera el reconocimiento y legitimidad a sus gobiernos.

Por eso surgió la Doctrina Estrada, según la cual no pueden ser calificados los gobiernos extranjeros en sus asuntos porque es una invasión de soberanía. Cada pueblo es libre de auto determinarse y por ende ninguno tiene derecho a emitir opiniones o intervenir en asuntos de su régimen interior porque era práctica denigrante, y eso se hizo desde el 27 de septiembre de 1930.

El titular del ejecutivo federal viola esa misma Doctrina. Que tiene que andar metiendo las narices en el proceso electoral colombiano. Es un proceso que nos es ajeno. Pretende establecer analogía de la crítica que recibió cuando contendió para las elecciones en 2018 con la crítica que se hace en Colombia al candidato Gustavo Petro, de la "Coalición Pacto Histórico", que enfrentará en una segunda vuelta el próximo 19 de junio al empresario Rodolfo Hernández para justificar su intromisión. Los metiches no son bien vistos en ninguna parte.

El afán de liderazgo, y tal vez la secreta sensación de ser la reencarnación de Simón Bolívar debería ser considerada seriamente por el Presidente López Obrador, para renunciar a la Presidencia de la República y dedicarse en cuerpo y alma al activismo, a la oposición, que es lo suyo, donde mejor se mueve, donde mejor trabaja y convertirse en un líder latinoamericano que aglutine los pensamientos de San Martin, Sucre, Bolívar, O'Higgins, Belgrano, Martí, Morelos, Juárez e Hidalgo, y enarbole causas ajenas y deje que alguien que honre aquella frase que "La Patria es primero" se encargue de conducir al país. Así podría dedicarse por completo a sus sueños e inspiraciones, y dejar que en estos tres próximos años México se cure las heridas que ha provocado su pésima gestión gubernamental.