/ domingo 4 de noviembre de 2018

Una ciudad más democrática

Mi formación juvenil en la sociología marxista mas ortodoxa me llevó a cuestionar, en mis primeros estudios de posgrado, tesis como la del jalisciense Alejandro Zohn, autor del Mercado Libertad, Unidad Deportiva López Mateos y obras habitacionales premiadas, en las cuales planteó el diseño arquitectónico como una forma democrática.

Ahora, intento identificar los factores ausentes en esas magníficas propuestas, como el poder gubernamental y económico para construir ciudades más amables, vivibles, democráticas, pero sobre todo capaces de amainar y hasta desterrar la desigualdad urbana que en nuestros días resulta inobjetable y para muchos, insultante.

Alguien con formación en psicología social me decía ayer, a propósito de la encuesta política recién practicada por el próximo Gobierno federal, si no sería de mayor trascendencia preguntarle a la población de todos los niveles cuáles son sus prioridades ante la expectativa de un Gobierno que plantea mayor igualdad, menor corrupción y más seguridad en todo el territorio mexicano.

Entonces, seguramente resultaría prioritaria la reconstrucción de banquetas para dignificar la existencia de la mayoría de los ciudadanos en Guadalajara que deben soportar la inexistencia de este fundamental medio de movilidad peatonal en el 40% del Área Metropolitana.

También destacaría el propósito de ser más visible ante los conductores, por parte de la mayoría peatonal, habitantes de Guadalajara y en la mayoría de ciudades mexicanas a partir de simples instrumentos del sentido común en un Gobierno municipal, estatal y federal, como el señalizar a favor del peatón todas las arterias abandonadas y mayor vigilancia en las colectoras en donde, de acuerdo a los testimonios multicitados, los autos de lujo violan los límites de velocidad y son observados rutinariamente sin que nadie ponga el alto a ese letal peligro para muchos ciudadanos que deben caminar.

Sabemos del contraste entre el modelo americano, promotor de las ciudades para los autos, frente al europeo del rescate de los centros históricos y su redensificación habitacional, pero nadie evidencia su interés por combatir la corrupción permisible de un transporte colectivo anacrónico, peligroso e ineficiente que ha dominado el mercado de esta ciudad en lugar de convertirlo en un verdadero servicio público para las mayorías usuarias. Y cuya impunidad puede ser la principal causa de que hoy un segmento pudiente de la población tapatía prefiera comprar vivienda en los llamados “cotos” y la privatización de avenidas originalmente propiedad de todos los jaliscienses, sin que nadie haya podido hacer nada. Y para casos emblemáticos se encuentra la Avenida Pablo Neruda, secuestrada sin permitir su conexión prevista con el Periférico poniente; Valle Real y Puerta de Hierro, son las comparsas emblemáticas del dominio político alcanzado por los grupos económicos más poderosos de Jalisco.

Si tan solo hubiesen los puentes peatonales que requiere la ciudad en lugar de permitir el avasallamiento contaminante visual de todos los espectaculares prohibitivos de toda norma en la percepción visual de un automovilista, seguramente podríamos hablar de lo que el gran Alejandro Zohn Rosenthal propuso en sus magníficas obras: más arquitectura y urbanismo, para una mayor democracia.


Académico del CUAAD. Universidad de Guadalajara


carlosm_orozco@hotmail.com

Mi formación juvenil en la sociología marxista mas ortodoxa me llevó a cuestionar, en mis primeros estudios de posgrado, tesis como la del jalisciense Alejandro Zohn, autor del Mercado Libertad, Unidad Deportiva López Mateos y obras habitacionales premiadas, en las cuales planteó el diseño arquitectónico como una forma democrática.

Ahora, intento identificar los factores ausentes en esas magníficas propuestas, como el poder gubernamental y económico para construir ciudades más amables, vivibles, democráticas, pero sobre todo capaces de amainar y hasta desterrar la desigualdad urbana que en nuestros días resulta inobjetable y para muchos, insultante.

Alguien con formación en psicología social me decía ayer, a propósito de la encuesta política recién practicada por el próximo Gobierno federal, si no sería de mayor trascendencia preguntarle a la población de todos los niveles cuáles son sus prioridades ante la expectativa de un Gobierno que plantea mayor igualdad, menor corrupción y más seguridad en todo el territorio mexicano.

Entonces, seguramente resultaría prioritaria la reconstrucción de banquetas para dignificar la existencia de la mayoría de los ciudadanos en Guadalajara que deben soportar la inexistencia de este fundamental medio de movilidad peatonal en el 40% del Área Metropolitana.

También destacaría el propósito de ser más visible ante los conductores, por parte de la mayoría peatonal, habitantes de Guadalajara y en la mayoría de ciudades mexicanas a partir de simples instrumentos del sentido común en un Gobierno municipal, estatal y federal, como el señalizar a favor del peatón todas las arterias abandonadas y mayor vigilancia en las colectoras en donde, de acuerdo a los testimonios multicitados, los autos de lujo violan los límites de velocidad y son observados rutinariamente sin que nadie ponga el alto a ese letal peligro para muchos ciudadanos que deben caminar.

Sabemos del contraste entre el modelo americano, promotor de las ciudades para los autos, frente al europeo del rescate de los centros históricos y su redensificación habitacional, pero nadie evidencia su interés por combatir la corrupción permisible de un transporte colectivo anacrónico, peligroso e ineficiente que ha dominado el mercado de esta ciudad en lugar de convertirlo en un verdadero servicio público para las mayorías usuarias. Y cuya impunidad puede ser la principal causa de que hoy un segmento pudiente de la población tapatía prefiera comprar vivienda en los llamados “cotos” y la privatización de avenidas originalmente propiedad de todos los jaliscienses, sin que nadie haya podido hacer nada. Y para casos emblemáticos se encuentra la Avenida Pablo Neruda, secuestrada sin permitir su conexión prevista con el Periférico poniente; Valle Real y Puerta de Hierro, son las comparsas emblemáticas del dominio político alcanzado por los grupos económicos más poderosos de Jalisco.

Si tan solo hubiesen los puentes peatonales que requiere la ciudad en lugar de permitir el avasallamiento contaminante visual de todos los espectaculares prohibitivos de toda norma en la percepción visual de un automovilista, seguramente podríamos hablar de lo que el gran Alejandro Zohn Rosenthal propuso en sus magníficas obras: más arquitectura y urbanismo, para una mayor democracia.


Académico del CUAAD. Universidad de Guadalajara


carlosm_orozco@hotmail.com