/ lunes 20 de junio de 2022

Un giro encarnado por Francia Márquez

El pasado 19 de junio se vivió la segunda vuelta electoral en Colombia para designar la presidencia del país. La primera vuelta fue poco menos de un mes antes, en mayo, y el resultado de entonces hacía más tangible lo que hoy ya es una realidad.

Este país sudamericano tiene una compleja historia sociopolítica que está atravesada por el conflicto, situación que data desde su independencia y que pese a estar marcada durante el siglo XIX y XX por una disputa bipartidista entre liberales y conservadores (etiquetas que en aquellos siglos sí daban sentido en el mapa político), se rompió indiscutiblemente iniciados los dosmiles. Cuando Uribe llega a la presidencia en 2002 se descongela el bipartidismo pero no ocurre un cambio sustancial en cuanto a las élites políticas, pues tanto los dos periodos uribistas, los dos de Santos y el de Duque, se empeñaron en la desmovilización de actores antisistema a un alto costo: represión, descontento social y agudización de las desigualdades.

Las dos propuestas que compitieron en esta definitoria segunda vuelta fueron las encabezadas por Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. La primera, como se ha dicho ya, tiene un perfil cargado a la izquierda, y la segunda, a la derecha. Sin embargo, estas líneas buscan poner al centro a Francia Márquez, quien es ahora vicepresidenta electa y que junto con Petro, se convirtieron en la fórmula ganadora tras alcanzar poco más del 50% de la votación.

Francia es una mujer, afrocolombiana, activista social, que lucha por los derechos de las mujeres y que vivió durísimas dificultades económicas. Decirlo es importante porque todo eso que Francia es confronta la rigidez de las estructuras y cuestiona los privilegios machistas, racistas y de clase que parte de la sociedad colombiana aún legitima, en especial las élites que durante tanto tiempo han gobernado al país y que han permanecido sordas ante las demandas sociales más sensibles.

Lo que pasó el domingo por supuesto es histórico y marca un giro en Colombia, y sobre todo, rinde cuenta de la voluntad y el deseo de miles de personas en ese país por mostrar, atender y gobernar para la diversidad, para todas y todos, sin importar el color de la piel, la región de donde vienen o el dinero que tengan; es decir, hacerlo no solamente para una minoría, sino también para quienes han experimentado la violencia, el silenciamiento, y la discriminación. Y sí, una vez más, es una mujer de los márgenes quien en carne viva presenta y representa las luchas, las resistencias y las esperanzas de futuro.

El pasado 19 de junio se vivió la segunda vuelta electoral en Colombia para designar la presidencia del país. La primera vuelta fue poco menos de un mes antes, en mayo, y el resultado de entonces hacía más tangible lo que hoy ya es una realidad.

Este país sudamericano tiene una compleja historia sociopolítica que está atravesada por el conflicto, situación que data desde su independencia y que pese a estar marcada durante el siglo XIX y XX por una disputa bipartidista entre liberales y conservadores (etiquetas que en aquellos siglos sí daban sentido en el mapa político), se rompió indiscutiblemente iniciados los dosmiles. Cuando Uribe llega a la presidencia en 2002 se descongela el bipartidismo pero no ocurre un cambio sustancial en cuanto a las élites políticas, pues tanto los dos periodos uribistas, los dos de Santos y el de Duque, se empeñaron en la desmovilización de actores antisistema a un alto costo: represión, descontento social y agudización de las desigualdades.

Las dos propuestas que compitieron en esta definitoria segunda vuelta fueron las encabezadas por Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. La primera, como se ha dicho ya, tiene un perfil cargado a la izquierda, y la segunda, a la derecha. Sin embargo, estas líneas buscan poner al centro a Francia Márquez, quien es ahora vicepresidenta electa y que junto con Petro, se convirtieron en la fórmula ganadora tras alcanzar poco más del 50% de la votación.

Francia es una mujer, afrocolombiana, activista social, que lucha por los derechos de las mujeres y que vivió durísimas dificultades económicas. Decirlo es importante porque todo eso que Francia es confronta la rigidez de las estructuras y cuestiona los privilegios machistas, racistas y de clase que parte de la sociedad colombiana aún legitima, en especial las élites que durante tanto tiempo han gobernado al país y que han permanecido sordas ante las demandas sociales más sensibles.

Lo que pasó el domingo por supuesto es histórico y marca un giro en Colombia, y sobre todo, rinde cuenta de la voluntad y el deseo de miles de personas en ese país por mostrar, atender y gobernar para la diversidad, para todas y todos, sin importar el color de la piel, la región de donde vienen o el dinero que tengan; es decir, hacerlo no solamente para una minoría, sino también para quienes han experimentado la violencia, el silenciamiento, y la discriminación. Y sí, una vez más, es una mujer de los márgenes quien en carne viva presenta y representa las luchas, las resistencias y las esperanzas de futuro.