/ martes 9 de noviembre de 2021

Un cerebro en estado de paz, puede producir ideas para la paz

Delia Pérez/ Blas Jasso

La cultura de paz solo la comprende quien la vive día con día, quien la transpira por los poros de su piel y es testimonio de ello. No se pierde en retóricas genuflexas ni en parsimonias ceremoniales, no es pensamiento mercantilista ni se nutre del conocimiento bancario, no se vale de las voluntades de los demás para cubrir vacíos de la realidad, ni pretende convencer a nadie, porque a ninguno se le convence de lo que no cree ni siente. La filosofía de paz se ejerce o no se ejerce y se practica en hechos cotidianos. La paz es una concepción filosófica, se es o no es, en suma “la paz es un acto evolutivo y existencial”.

¿A qué viene lo anterior? A partir de las nuevas realidades sociales y culturales, nos percatamos que las habilidades humanas juegan un papel relevante en las relaciones interpersonales. Los discursos y las leyes comienzan a destacar los aspectos relacionales en las personas; la convivencia humana y con la naturaleza, la percepción en lo trascendente, el vínculo afectivo entre los individuos, el estudio de la felicidad, el bienestar

Ante dichas ponderaciones, quienes se formaron en paradigmas ortodoxos y experimentales, poco a poco han dejado de acusar como especulativas a ciertas teorías y determinados métodos cualitativos y hermenéuticos. ¿En dónde radica su importancia? Que cobran mayor relevancia y sentido si observamos el alarmante aumento de suicidios, el crecimiento de la violencia en la familia, el cada vez mayor número de divorcios y la importante demanda en la atención psicológica que se registra en las instituciones de salud mental en el Estado de Jalisco.

Entendemos a la salud mental como un estado de equilibrio observable desde sus dimensiones bio, psico, social, ecológico y trascendente, que nos permiten comprender que el ser humano es más que la suma de sus partes. Quienes partimos del concepto y el ejercicio de la paz como un modelo de vida, la concebimos desde la premisa del ser humano, que es más que materia y existencia, por lo que no se puede pensar que la cultura de paz solo sean teorías y construcciones epistemológicas, pensamientos estructurados o concepciones filosóficas, mismas que tienen su validez y deben proceder a su praxis congruente.

Igualmente, la cultura de paz tiene su sentido de ser, pues aparte de su marco teórico, también comprende los elementos existenciales de los seres humanos, con base en esto es posible afirmar que un cerebro en paz puede reproducir ideas para la paz. Infinidad de personas pueden aprender de memoria las teorías sobre la paz y reproducirlas, pero para hacer asequible la paz, es fundamental vivenciarlas, que formen parte de la cotidianidad de quienes desean transmitirlas; añadimos que ciertas ideologías y tendencias del pensamiento cualificadas claramente como perniciosas o no benignas, no deben estar por encima de la integridad, de los valores y la dignidad de las personas. El derecho a la paz es un derecho irrenunciable y ningún acto por muy fundamentado que se quiera ver, debería estar por encima de él, verbigracia las conductas de violencia enmarcadas en discursos “teóricos” sociales.

De acuerdo a los preceptos de la ONU y la OMS, si la salud mental es un estado de equilibrio y bienestar, entonces la vida y salud mental y emocional, juegan una parte fundamental para estos grandes fines. Una persona que vive en el conflicto egoísta, en el rencor, tratando de resolver en el presente situaciones inconclusas de su pasado, depositando en las personas sus proyecciones neuróticas, encubriéndolas en “ideologías” fundamentadas en el odio y la destrucción humana, disfrazando en aparentes discursos “teóricos” sus filias, parafilias, fobias, actos discriminativos u homofóbicos, en contra de las personas que no comparten su manera de pensar, o en el menor de los casos, enfocar sus resentimientos, resultado de sus conflictos existenciales en contra de quien debiera aceptar lo que para dicha persona es “correcto”, sería muy difícil afirmar que alguien con estas características sea capaz de pregonar o difundir la cultura de paz.

Es importante señalar que las personas que recurren a conductas violentas y más aún cuando las realizan de manera consciente, son susceptibles de diagnosticarse en cuadros patológicos relacionadas a trastornos emocionales, actos tipificados y descritos perfectamente en los manuales oficiales de diagnóstico psicológico y psiquiátrico.

La preservación de la vida de cualquier SER vivo debe ser el sentido más sublime de la existencia en la tierra, por tal motivo, cualquier acto que vaya en contra de esto, va en contra de la paz. Toda persona tiene el derecho de pensar y discernir lo que considere importante en su vida, pero debemos anteponer el respeto a la vida, privilegiar la dignidad humana, pues el generar violencia en sus distintas dimensiones no puede, ni tiene cabida ni justificación, ni como recurso en la filosofía de la paz. Concluimos entonces, que solamente un cerebro en estado de paz, puede producir ideas para la paz

*Delia Pérez Guerrero. Psicoterapeuta y Mediadora Certificada.

Correo: psic.deliaperez@gmail.com


*Blas Sergio Jasso Hinojosa. Psicoterapeuta y mediador certificado.

Miembro integrante del Observatorio sobre seguridad y justicia, Centro de Investigación del CUCSH de la Universidad de Guadalajara.

Correo: blasjaso@yahoo.com.mx


Delia Pérez/ Blas Jasso

La cultura de paz solo la comprende quien la vive día con día, quien la transpira por los poros de su piel y es testimonio de ello. No se pierde en retóricas genuflexas ni en parsimonias ceremoniales, no es pensamiento mercantilista ni se nutre del conocimiento bancario, no se vale de las voluntades de los demás para cubrir vacíos de la realidad, ni pretende convencer a nadie, porque a ninguno se le convence de lo que no cree ni siente. La filosofía de paz se ejerce o no se ejerce y se practica en hechos cotidianos. La paz es una concepción filosófica, se es o no es, en suma “la paz es un acto evolutivo y existencial”.

¿A qué viene lo anterior? A partir de las nuevas realidades sociales y culturales, nos percatamos que las habilidades humanas juegan un papel relevante en las relaciones interpersonales. Los discursos y las leyes comienzan a destacar los aspectos relacionales en las personas; la convivencia humana y con la naturaleza, la percepción en lo trascendente, el vínculo afectivo entre los individuos, el estudio de la felicidad, el bienestar

Ante dichas ponderaciones, quienes se formaron en paradigmas ortodoxos y experimentales, poco a poco han dejado de acusar como especulativas a ciertas teorías y determinados métodos cualitativos y hermenéuticos. ¿En dónde radica su importancia? Que cobran mayor relevancia y sentido si observamos el alarmante aumento de suicidios, el crecimiento de la violencia en la familia, el cada vez mayor número de divorcios y la importante demanda en la atención psicológica que se registra en las instituciones de salud mental en el Estado de Jalisco.

Entendemos a la salud mental como un estado de equilibrio observable desde sus dimensiones bio, psico, social, ecológico y trascendente, que nos permiten comprender que el ser humano es más que la suma de sus partes. Quienes partimos del concepto y el ejercicio de la paz como un modelo de vida, la concebimos desde la premisa del ser humano, que es más que materia y existencia, por lo que no se puede pensar que la cultura de paz solo sean teorías y construcciones epistemológicas, pensamientos estructurados o concepciones filosóficas, mismas que tienen su validez y deben proceder a su praxis congruente.

Igualmente, la cultura de paz tiene su sentido de ser, pues aparte de su marco teórico, también comprende los elementos existenciales de los seres humanos, con base en esto es posible afirmar que un cerebro en paz puede reproducir ideas para la paz. Infinidad de personas pueden aprender de memoria las teorías sobre la paz y reproducirlas, pero para hacer asequible la paz, es fundamental vivenciarlas, que formen parte de la cotidianidad de quienes desean transmitirlas; añadimos que ciertas ideologías y tendencias del pensamiento cualificadas claramente como perniciosas o no benignas, no deben estar por encima de la integridad, de los valores y la dignidad de las personas. El derecho a la paz es un derecho irrenunciable y ningún acto por muy fundamentado que se quiera ver, debería estar por encima de él, verbigracia las conductas de violencia enmarcadas en discursos “teóricos” sociales.

De acuerdo a los preceptos de la ONU y la OMS, si la salud mental es un estado de equilibrio y bienestar, entonces la vida y salud mental y emocional, juegan una parte fundamental para estos grandes fines. Una persona que vive en el conflicto egoísta, en el rencor, tratando de resolver en el presente situaciones inconclusas de su pasado, depositando en las personas sus proyecciones neuróticas, encubriéndolas en “ideologías” fundamentadas en el odio y la destrucción humana, disfrazando en aparentes discursos “teóricos” sus filias, parafilias, fobias, actos discriminativos u homofóbicos, en contra de las personas que no comparten su manera de pensar, o en el menor de los casos, enfocar sus resentimientos, resultado de sus conflictos existenciales en contra de quien debiera aceptar lo que para dicha persona es “correcto”, sería muy difícil afirmar que alguien con estas características sea capaz de pregonar o difundir la cultura de paz.

Es importante señalar que las personas que recurren a conductas violentas y más aún cuando las realizan de manera consciente, son susceptibles de diagnosticarse en cuadros patológicos relacionadas a trastornos emocionales, actos tipificados y descritos perfectamente en los manuales oficiales de diagnóstico psicológico y psiquiátrico.

La preservación de la vida de cualquier SER vivo debe ser el sentido más sublime de la existencia en la tierra, por tal motivo, cualquier acto que vaya en contra de esto, va en contra de la paz. Toda persona tiene el derecho de pensar y discernir lo que considere importante en su vida, pero debemos anteponer el respeto a la vida, privilegiar la dignidad humana, pues el generar violencia en sus distintas dimensiones no puede, ni tiene cabida ni justificación, ni como recurso en la filosofía de la paz. Concluimos entonces, que solamente un cerebro en estado de paz, puede producir ideas para la paz

*Delia Pérez Guerrero. Psicoterapeuta y Mediadora Certificada.

Correo: psic.deliaperez@gmail.com


*Blas Sergio Jasso Hinojosa. Psicoterapeuta y mediador certificado.

Miembro integrante del Observatorio sobre seguridad y justicia, Centro de Investigación del CUCSH de la Universidad de Guadalajara.

Correo: blasjaso@yahoo.com.mx