/ viernes 10 de enero de 2020

Trolebús: volver al futuro

Varios académicos de la Universidad de Guadalajara y del Colegio de Arquitectos y Urbanistas del Estado de Jalisco, hemos señalado reiteradamente el abandono del servicio eléctrico del transporte público como un retroceso a la gestión de una ciudad en la cual, tratándose de recuperación atmosférica y calidad de vida, resulta mejor recuperar virtudes del pasado. De ahí la fundamentación teórica de la restauración de los centros históricos y la rehabilitación de los primeros cuadros en las ciudades más progresistas del mundo.

En ese sentido se dieron las observaciones del Coordinador de la maestría en Urbanismo y Territorio de la U de G Juan Ángel Demerutis Arenas, al calificar como “despilfarro” económico el dejar de utilizar, e incluso gastar en removerlas, las instalaciones desarrolladas poco antes de 1997, cuando existieron 4 líneas en servicio del Trolebús con una longitud de más de 100 kilómetros, que luego de 22 años de servicio se recortó a una sola ruta de 18 kilómetros, de acuerdo a información documentada por el Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco.

Esta subutilización representa la ineficiencia institucional para interpretar la necesaria convivencia de diversos medios de transporte en una misma ciudad, territorio geográfico o polígono urbanístico, y más allá de las consecuencias económicas para nuestro estado que significarán las decenas, o cientos de laudos laborales generados por la desaparición decretada de este sistema de transporte que, mejor sería renovarlo tecnológicamente para intentar aliviar el exponencial crecimiento del parque vehicular en la contaminada Área Metropolitana de Guadalajara.

Utilizar de manera óptima la infraestructura aún existente y abandonada desde hace varios años, al incorporar este sistema al Tren Eléctrico Urbano (SITEUR), en cuyo cambio la ruta 400 se convirtió en la Línea 3 del SITREN que desde esas fechas no han sido ampliadas hacia nuevos destinos, aún cuando se mantienen las “catenarias” (sistema de conectores flexibles que alimentan el motor eléctrico), no obstante los propósitos de incorporar a esas rutas con vehículos automotores de diesel o híbridos. De lo cual, medios de comunicación han constatado que al menos 28 kilómetros de la red instalada están subutilizados y “El derrotero más completo es el que va de Belisario Domínguez y República hasta la glorieta Artesanos que anteriormente era utilizado por la ruta 500” según publicó EL INFORMADOR el pasado 3 de enero.

El sentido común, en una ciudad tan contaminada como la nuestra, obliga a preguntarnos por qué no se fomenta el uso de un sistema de transporte eléctrico que tuvo más de 4 millones de pasajeros en 2017, con un desplome en 2018 a 2 millones 600 mil usuarios y que, en su proceso de desmantelamiento llegó a reducir su servicio a una sóla línea, aún cuando en su origen llegó a operar en 4 de estas.

La evaluación de una restauración integral de este sistema de transporte colectivo, deberá aprovechar la experiencia global de otras naciones ya que, según declaraciones de ex trabajadores de ese sistema hoy se encuentran en mantenimiento 7 unidades aún cuando no se pueda establecer la fecha de su rehabilitación, por tratarse de componentes eléctricos importados. Todo indica la falta de una previsión en la desarticulación de los esfuerzos institucionales en todo gobierno, antes de suponer que todas las acciones de los antecesores fueron erróneas o deficientes.


Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com

Varios académicos de la Universidad de Guadalajara y del Colegio de Arquitectos y Urbanistas del Estado de Jalisco, hemos señalado reiteradamente el abandono del servicio eléctrico del transporte público como un retroceso a la gestión de una ciudad en la cual, tratándose de recuperación atmosférica y calidad de vida, resulta mejor recuperar virtudes del pasado. De ahí la fundamentación teórica de la restauración de los centros históricos y la rehabilitación de los primeros cuadros en las ciudades más progresistas del mundo.

En ese sentido se dieron las observaciones del Coordinador de la maestría en Urbanismo y Territorio de la U de G Juan Ángel Demerutis Arenas, al calificar como “despilfarro” económico el dejar de utilizar, e incluso gastar en removerlas, las instalaciones desarrolladas poco antes de 1997, cuando existieron 4 líneas en servicio del Trolebús con una longitud de más de 100 kilómetros, que luego de 22 años de servicio se recortó a una sola ruta de 18 kilómetros, de acuerdo a información documentada por el Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco.

Esta subutilización representa la ineficiencia institucional para interpretar la necesaria convivencia de diversos medios de transporte en una misma ciudad, territorio geográfico o polígono urbanístico, y más allá de las consecuencias económicas para nuestro estado que significarán las decenas, o cientos de laudos laborales generados por la desaparición decretada de este sistema de transporte que, mejor sería renovarlo tecnológicamente para intentar aliviar el exponencial crecimiento del parque vehicular en la contaminada Área Metropolitana de Guadalajara.

Utilizar de manera óptima la infraestructura aún existente y abandonada desde hace varios años, al incorporar este sistema al Tren Eléctrico Urbano (SITEUR), en cuyo cambio la ruta 400 se convirtió en la Línea 3 del SITREN que desde esas fechas no han sido ampliadas hacia nuevos destinos, aún cuando se mantienen las “catenarias” (sistema de conectores flexibles que alimentan el motor eléctrico), no obstante los propósitos de incorporar a esas rutas con vehículos automotores de diesel o híbridos. De lo cual, medios de comunicación han constatado que al menos 28 kilómetros de la red instalada están subutilizados y “El derrotero más completo es el que va de Belisario Domínguez y República hasta la glorieta Artesanos que anteriormente era utilizado por la ruta 500” según publicó EL INFORMADOR el pasado 3 de enero.

El sentido común, en una ciudad tan contaminada como la nuestra, obliga a preguntarnos por qué no se fomenta el uso de un sistema de transporte eléctrico que tuvo más de 4 millones de pasajeros en 2017, con un desplome en 2018 a 2 millones 600 mil usuarios y que, en su proceso de desmantelamiento llegó a reducir su servicio a una sóla línea, aún cuando en su origen llegó a operar en 4 de estas.

La evaluación de una restauración integral de este sistema de transporte colectivo, deberá aprovechar la experiencia global de otras naciones ya que, según declaraciones de ex trabajadores de ese sistema hoy se encuentran en mantenimiento 7 unidades aún cuando no se pueda establecer la fecha de su rehabilitación, por tratarse de componentes eléctricos importados. Todo indica la falta de una previsión en la desarticulación de los esfuerzos institucionales en todo gobierno, antes de suponer que todas las acciones de los antecesores fueron erróneas o deficientes.


Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com