/ viernes 27 de septiembre de 2019

Todos los derechos para todas las personas

El fin de semana pasado tuvieron lugar en nuestra ciudad, algunas manifestaciones por la defensa de la vida y la familia “natural”, así como el rechazo a otorgar derechos humanos a minorías como la comunidad LGBTTTIQ. Lo he dicho siempre y lo reitero en este espacio, no podemos permitir que grupos religiosos, conservadores y una sociedad poco empática ante la diversidad de personas que cohabitamos en este territorio limiten el acceso a las garantías y derechos individuales.

Parece que a los integrantes de estas agrupaciones nadie les ha aclarado que la discusión y legalización de estos asuntos no obliga a nadie a practicarlos. Es decir, no se pretende forzar a nadie a casarse con una persona de su mismo sexo; no se busca obligar a nadie a abortar si no está de acuerdo con ello; no se exigirá a nadie a conformar un determinado modelo de familia si no es lo que tiene contemplado en su proyecto de vida. Pero la no inclusión de estos temas sí ocasiona injusticias, porque está negando a una parte de la sociedad privilegios que otros tienen de manera inherente.

Mi opinión es clara, todos los derechos para todas las personas, porque el Estado nos puede regir y limitar en muchas cosas, pero no nos puede decir a quien amar, con quien vivir o qué decisiones debemos tomar sobre nuestros propios cuerpos. Basta de mujeres presas por abortar, basta de normalizar violencias, feminicidios y crímenes de odio contra miembros de la comunidad LGBTTTIQ, basta de discriminar por conformar familias “antinaturales”.

La realidad de hoy nos exige definiciones y posicionamientos claros donde la neutralidad representa la omisión. Como poder legislativo no podemos quedarnos de manos cruzadas, nuestras convicciones y creencias individuales no pueden nublar el compromiso que tenemos con toda la sociedad de garantizar un piso mínimo de derechos para todos porque ese es nuestro trabajo fundamental.

Debemos hacer de los Derechos Humanos una rutina diaria y un parámetro de comportamiento para todas las actuaciones del Estado. El desarrollo y la calidad de vida de una sociedad se debe medir por el mayor número de derechos garantizados al mayor número de personas empezando por los más vulnerables, los marginados y a los que hemos excluidos durante décadas. Urge sembrar en la sociedad la solidaridad, la tolerancia y la empatía como valores esenciales que permitan la convivencia plena y el ejercicio de las libertades individuales por encima de nuestras diferencias.

Twitter: @DipEnriqueVG

El fin de semana pasado tuvieron lugar en nuestra ciudad, algunas manifestaciones por la defensa de la vida y la familia “natural”, así como el rechazo a otorgar derechos humanos a minorías como la comunidad LGBTTTIQ. Lo he dicho siempre y lo reitero en este espacio, no podemos permitir que grupos religiosos, conservadores y una sociedad poco empática ante la diversidad de personas que cohabitamos en este territorio limiten el acceso a las garantías y derechos individuales.

Parece que a los integrantes de estas agrupaciones nadie les ha aclarado que la discusión y legalización de estos asuntos no obliga a nadie a practicarlos. Es decir, no se pretende forzar a nadie a casarse con una persona de su mismo sexo; no se busca obligar a nadie a abortar si no está de acuerdo con ello; no se exigirá a nadie a conformar un determinado modelo de familia si no es lo que tiene contemplado en su proyecto de vida. Pero la no inclusión de estos temas sí ocasiona injusticias, porque está negando a una parte de la sociedad privilegios que otros tienen de manera inherente.

Mi opinión es clara, todos los derechos para todas las personas, porque el Estado nos puede regir y limitar en muchas cosas, pero no nos puede decir a quien amar, con quien vivir o qué decisiones debemos tomar sobre nuestros propios cuerpos. Basta de mujeres presas por abortar, basta de normalizar violencias, feminicidios y crímenes de odio contra miembros de la comunidad LGBTTTIQ, basta de discriminar por conformar familias “antinaturales”.

La realidad de hoy nos exige definiciones y posicionamientos claros donde la neutralidad representa la omisión. Como poder legislativo no podemos quedarnos de manos cruzadas, nuestras convicciones y creencias individuales no pueden nublar el compromiso que tenemos con toda la sociedad de garantizar un piso mínimo de derechos para todos porque ese es nuestro trabajo fundamental.

Debemos hacer de los Derechos Humanos una rutina diaria y un parámetro de comportamiento para todas las actuaciones del Estado. El desarrollo y la calidad de vida de una sociedad se debe medir por el mayor número de derechos garantizados al mayor número de personas empezando por los más vulnerables, los marginados y a los que hemos excluidos durante décadas. Urge sembrar en la sociedad la solidaridad, la tolerancia y la empatía como valores esenciales que permitan la convivencia plena y el ejercicio de las libertades individuales por encima de nuestras diferencias.

Twitter: @DipEnriqueVG