/ miércoles 4 de marzo de 2020

Todavía hay esperanza

Abel Campirano Marín

La Comunidad judía norteamericana, integrada por 87 organizaciones judías establecidas a lo largo y ancho de Estados Unidos, envió una carta abierta en la que expresa su absoluto e incondicional apoyo a la comunidad china y no solo establecida en el territorio norteamericano sino al pueblo chino, víctima del asedio terrible del coronavirus.

La carta, entregada al embajador Chino en Estados Unidos Cui Tianjai, recibió de David Bernstein Presidente y Director General del Consejo Judío para asuntos públicos, expresa esa solidaridad que conlleva el ofrecimiento de ayuda a una nación convulsionada por este virus que ha causado verdaderos estragos en su población amén de un daño económico que ha repercutido en los mercados internacionales.

El Ministerio de Relaciones Exteriores Chino a través de su vocero Zhao Lijian, en una conferencia de prensa, dijo que esa carta abierta constituye “una reflexión conmovedora de la amistad de organizaciones judías estadounidenses hacia las comunidades chino-estadunidense y china”.

Agregó en su mensaje: “Les elogiamos y transmitimos nuestro sincero agradecimiento. El virus no conoce fronteras. Las enfermedades infecciosas son un desafío que enfrenta el pueblo de China, Estados Unidos y el resto del mundo. La unidad y la cooperación es el arma más poderosa contra las enfermedades”.

Concluyó su mensaje con el ofrecimiento de su gobierno de continuar trabajando con la comunidad internacional para ganar la batalla contra la epidemia y salvaguardar de manera conjunta la salud y el bienestar de la humanidad.

Estos gestos de apoyo comunitario internacional nos abren una ventana hermosa ante los avatares de la vida cotidiana que nos colocan en situaciones donde pensamos que casi todo está perdido, ante la fenomenología de nuestros tiempos que en una crisis de valores está acarreando la descomposición acelerada del tejido social.

Y surge esta luz de esperanza; una ventana a nuevos horizontes, porque pese a su más que evidente diferencia racial, ideológica, religiosa, política y social, una comunidad establecida en el continente americano, traspasa las fronteras y ofrece su apoyo sin condición alguna, ofrece su solidaridad, en los momentos de tanto dolor, a otra comunidad que se encuentra en las antípodas, diferente en casi todo pero unidas en el punto más importante: el amor entre los semejantes un sentimiento innato, genuino.

El amor tiene muchas formas de expresión; he aquí una de ellas, en donde sintiendo como propio el dolor ajeno, ofrecemos nuestra ayuda, nuestra compañía, nuestro brazo al semejante para aligerarle su carga.

Eso abriga esperanzas, como han sido a lo largo del tiempo, las muestras de solidaridad internacional que expresan los pueblos ante los desastres, enviando por vía terrestre, marítima y aérea, medicinas, alimentos, ropa e incluso efectivos miltares como lo hizo nuestro País durante el fenómeno devastador del Huracán Katrina que causó grandes daños en territorio norteamericano a lo largo de Florida, Luisiana -especialmente Nueva Orleans- Misissipi y Alabama, es decir la mayor parte de la costa oeste, ayuda invaluable de un país menos poderoso a otro, que pese a ser más grande y tener enormes recursos, aceptó y agradeció humildemente la ayuda del más pequeño.

El Planeta Tierra, es un pequeñísimo punto azul visto desde el espacio y pareciese mentira que exista tanta diversidad de credos, razas, ideologías, religiones, pero sobre todo desunión y egoísmo.

Problemas globales como el fenómeno del cambio climático, el calentamiento global, la pandemia del coronavirus, la influenza y otro tipo de jinetes del apocalipsis que se ciernen sobre el futuro de la humanidad, nos hacen pensar si es el fin de los tiempos y muchos concluyen que esto ya no tiene remedio, que no hay marcha atrás.

Sin embargo gestos como el que comentamos de la Comunidad judía norteamericana hacia el pueblo Chino, nos hacen abrigar la esperanza de que en un futuro no muy lejano, los hombres podremos tener convivencia armónica unos con otros, y haremos de nuestro planeta, como dijo el Papa Francisco, la casa donde vivimos, un hogar que nos brinde abrigo, comida, vestido, salud y sobre todo la libertad que solo que el verdadero amor entre prójimos puede garantizar.

Para hacer realidad este anhelo, ahí está el botón de muestra, ejemplo que debemos seguir cada uno en nuestro universo cercano, en el de nuestra familia, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo; ayudémonos unos a otros a aligerar la carga del próximo (de ahí viene la palabra prójimo), acompañándolo en los momentos de dolor, socorriendo al desvalido, escuchando la queja, dando un consejo. Todavía hay esperanza.

Abel Campirano Marín

La Comunidad judía norteamericana, integrada por 87 organizaciones judías establecidas a lo largo y ancho de Estados Unidos, envió una carta abierta en la que expresa su absoluto e incondicional apoyo a la comunidad china y no solo establecida en el territorio norteamericano sino al pueblo chino, víctima del asedio terrible del coronavirus.

La carta, entregada al embajador Chino en Estados Unidos Cui Tianjai, recibió de David Bernstein Presidente y Director General del Consejo Judío para asuntos públicos, expresa esa solidaridad que conlleva el ofrecimiento de ayuda a una nación convulsionada por este virus que ha causado verdaderos estragos en su población amén de un daño económico que ha repercutido en los mercados internacionales.

El Ministerio de Relaciones Exteriores Chino a través de su vocero Zhao Lijian, en una conferencia de prensa, dijo que esa carta abierta constituye “una reflexión conmovedora de la amistad de organizaciones judías estadounidenses hacia las comunidades chino-estadunidense y china”.

Agregó en su mensaje: “Les elogiamos y transmitimos nuestro sincero agradecimiento. El virus no conoce fronteras. Las enfermedades infecciosas son un desafío que enfrenta el pueblo de China, Estados Unidos y el resto del mundo. La unidad y la cooperación es el arma más poderosa contra las enfermedades”.

Concluyó su mensaje con el ofrecimiento de su gobierno de continuar trabajando con la comunidad internacional para ganar la batalla contra la epidemia y salvaguardar de manera conjunta la salud y el bienestar de la humanidad.

Estos gestos de apoyo comunitario internacional nos abren una ventana hermosa ante los avatares de la vida cotidiana que nos colocan en situaciones donde pensamos que casi todo está perdido, ante la fenomenología de nuestros tiempos que en una crisis de valores está acarreando la descomposición acelerada del tejido social.

Y surge esta luz de esperanza; una ventana a nuevos horizontes, porque pese a su más que evidente diferencia racial, ideológica, religiosa, política y social, una comunidad establecida en el continente americano, traspasa las fronteras y ofrece su apoyo sin condición alguna, ofrece su solidaridad, en los momentos de tanto dolor, a otra comunidad que se encuentra en las antípodas, diferente en casi todo pero unidas en el punto más importante: el amor entre los semejantes un sentimiento innato, genuino.

El amor tiene muchas formas de expresión; he aquí una de ellas, en donde sintiendo como propio el dolor ajeno, ofrecemos nuestra ayuda, nuestra compañía, nuestro brazo al semejante para aligerarle su carga.

Eso abriga esperanzas, como han sido a lo largo del tiempo, las muestras de solidaridad internacional que expresan los pueblos ante los desastres, enviando por vía terrestre, marítima y aérea, medicinas, alimentos, ropa e incluso efectivos miltares como lo hizo nuestro País durante el fenómeno devastador del Huracán Katrina que causó grandes daños en territorio norteamericano a lo largo de Florida, Luisiana -especialmente Nueva Orleans- Misissipi y Alabama, es decir la mayor parte de la costa oeste, ayuda invaluable de un país menos poderoso a otro, que pese a ser más grande y tener enormes recursos, aceptó y agradeció humildemente la ayuda del más pequeño.

El Planeta Tierra, es un pequeñísimo punto azul visto desde el espacio y pareciese mentira que exista tanta diversidad de credos, razas, ideologías, religiones, pero sobre todo desunión y egoísmo.

Problemas globales como el fenómeno del cambio climático, el calentamiento global, la pandemia del coronavirus, la influenza y otro tipo de jinetes del apocalipsis que se ciernen sobre el futuro de la humanidad, nos hacen pensar si es el fin de los tiempos y muchos concluyen que esto ya no tiene remedio, que no hay marcha atrás.

Sin embargo gestos como el que comentamos de la Comunidad judía norteamericana hacia el pueblo Chino, nos hacen abrigar la esperanza de que en un futuro no muy lejano, los hombres podremos tener convivencia armónica unos con otros, y haremos de nuestro planeta, como dijo el Papa Francisco, la casa donde vivimos, un hogar que nos brinde abrigo, comida, vestido, salud y sobre todo la libertad que solo que el verdadero amor entre prójimos puede garantizar.

Para hacer realidad este anhelo, ahí está el botón de muestra, ejemplo que debemos seguir cada uno en nuestro universo cercano, en el de nuestra familia, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo; ayudémonos unos a otros a aligerar la carga del próximo (de ahí viene la palabra prójimo), acompañándolo en los momentos de dolor, socorriendo al desvalido, escuchando la queja, dando un consejo. Todavía hay esperanza.