/ jueves 25 de febrero de 2021

Taxis: ¿lacra o solución?

Hace casi 10 años de visita en Cancún, Quintana Roo, escuché por la radio una entrevista, más bien exclamación, del líder de los taxistas de aquel estado turístico a través de la estación y noticiario más escuchado de la región una convocatoria a sus representados para contener el crecimiento del servicio de taxis de plataforma “Uber”, no sólo con firmeza, sino, de ser necesario de acuerdo a sus palabras, con una violencia extrema. Es decir, hacer lo necesario como agremiados para impedir el florecimiento de ese servicio a los ciudadanos de aquel estado.

Con ese antecedente observé con beneplácito a los conductores de uber, entre ellos varios conocidos míos, en Jalisco y en el AMG los cuales no tuvieran los mismos problemas que me constan si estaban enfrentando en otras partes del país. Me equivoqué.

Pronto pude comprobar, en el transcurso de estos años, que Jalisco y su principal área metropolitana no está exento de ese lastre. Y lo llamo así, “lastre”, por no llamarlo “mafia”.

Esa claridad para comprender el entramado de intereses políticos y económicos del servicio de transporte público en nuestra ciudad, la obtuve cuando, como líder estudiantil enfrenté la prepotencia de choferes de los autobuses y también de los choferes de taxi. Sobre todo con la violencia verbal en que, hasta hace poco, llegué a ser tratado a pesar de solicitar amablemente se pusiera en funcionamiento el publicitado “taxímetro” que, todo indica, ha sido letra muerta a pesar de su marco jurídico porque sigue estando bajo la tutela de la voluntad de un chofer de taxi.

Por eso, reiteradamente he recurrido al servicio de transporte a través de la plataforma Uber en cualquier parte del país al que he tenido la fortuna de viajar y sigo creyendo en lo difícil que debe ser para un conductor de esa plataforma en ciudades como Puerto Vallarta, AMG o Cancún.

Los hechos trágicos registrados y documentados por la prensa contra choferes de esa plataforma tienen una gama de consecuencias que van desde la agresión verbal y colectiva de los taxistas agrupados, por ejemplo, en la Central Camionera o en el servicio de taxis Aeropuerto hasta la agresión física y, probablemente, la muerte o desaparición de más de uno de esos choferes.

Claro está que las experiencias horrorosas de algunos que se han atrevido a trabajar en esos segmentos territoriales aparentemente propiedad sólo de algunos, son parte de la omisión de la autoridad responsable para meter en orden lo que resulta muy útil en otras naciones más desarrolladas, cuando menos en términos de la función pública y la cultura ciudadana en general.

Me refiero a ciudades como Londres, Berlin, Hong Kong, Sidney, Paris, Wellington. Washington, Ottawa, Madrid, Montevideo, Lima, Santiago de Chile, Nairobi, Brasilia, Santo Domingo, Bogotá, Ciudad del Cabo, Buenos Aries, Ciudad de México, El Cairo y Mendoza por mencionar a las principales beneficiadas de la existencia de Uber como alternativa para no ser presa del monopolio del serivico de taxis.

Si además tomamos en cuenta que uno de los problemas más graves de las áreas metropolitanas de Jalisco es el transporte público, tendremos que reconocer que la alternatividad de transporte tiene una solución no sólo en el Tren Eléctrico, los desvencijados camiones o la nueva cultura para el uso de la bicicleta, sino que todas serían útiles si pudieran vivir en paz.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com

Hace casi 10 años de visita en Cancún, Quintana Roo, escuché por la radio una entrevista, más bien exclamación, del líder de los taxistas de aquel estado turístico a través de la estación y noticiario más escuchado de la región una convocatoria a sus representados para contener el crecimiento del servicio de taxis de plataforma “Uber”, no sólo con firmeza, sino, de ser necesario de acuerdo a sus palabras, con una violencia extrema. Es decir, hacer lo necesario como agremiados para impedir el florecimiento de ese servicio a los ciudadanos de aquel estado.

Con ese antecedente observé con beneplácito a los conductores de uber, entre ellos varios conocidos míos, en Jalisco y en el AMG los cuales no tuvieran los mismos problemas que me constan si estaban enfrentando en otras partes del país. Me equivoqué.

Pronto pude comprobar, en el transcurso de estos años, que Jalisco y su principal área metropolitana no está exento de ese lastre. Y lo llamo así, “lastre”, por no llamarlo “mafia”.

Esa claridad para comprender el entramado de intereses políticos y económicos del servicio de transporte público en nuestra ciudad, la obtuve cuando, como líder estudiantil enfrenté la prepotencia de choferes de los autobuses y también de los choferes de taxi. Sobre todo con la violencia verbal en que, hasta hace poco, llegué a ser tratado a pesar de solicitar amablemente se pusiera en funcionamiento el publicitado “taxímetro” que, todo indica, ha sido letra muerta a pesar de su marco jurídico porque sigue estando bajo la tutela de la voluntad de un chofer de taxi.

Por eso, reiteradamente he recurrido al servicio de transporte a través de la plataforma Uber en cualquier parte del país al que he tenido la fortuna de viajar y sigo creyendo en lo difícil que debe ser para un conductor de esa plataforma en ciudades como Puerto Vallarta, AMG o Cancún.

Los hechos trágicos registrados y documentados por la prensa contra choferes de esa plataforma tienen una gama de consecuencias que van desde la agresión verbal y colectiva de los taxistas agrupados, por ejemplo, en la Central Camionera o en el servicio de taxis Aeropuerto hasta la agresión física y, probablemente, la muerte o desaparición de más de uno de esos choferes.

Claro está que las experiencias horrorosas de algunos que se han atrevido a trabajar en esos segmentos territoriales aparentemente propiedad sólo de algunos, son parte de la omisión de la autoridad responsable para meter en orden lo que resulta muy útil en otras naciones más desarrolladas, cuando menos en términos de la función pública y la cultura ciudadana en general.

Me refiero a ciudades como Londres, Berlin, Hong Kong, Sidney, Paris, Wellington. Washington, Ottawa, Madrid, Montevideo, Lima, Santiago de Chile, Nairobi, Brasilia, Santo Domingo, Bogotá, Ciudad del Cabo, Buenos Aries, Ciudad de México, El Cairo y Mendoza por mencionar a las principales beneficiadas de la existencia de Uber como alternativa para no ser presa del monopolio del serivico de taxis.

Si además tomamos en cuenta que uno de los problemas más graves de las áreas metropolitanas de Jalisco es el transporte público, tendremos que reconocer que la alternatividad de transporte tiene una solución no sólo en el Tren Eléctrico, los desvencijados camiones o la nueva cultura para el uso de la bicicleta, sino que todas serían útiles si pudieran vivir en paz.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com