/ domingo 12 de enero de 2020

Sobre las encuestas y la desesperación


Óscar Ábrego

Es un hecho: el gobierno que encabeza el ingeniero Enrique pasará a la historia como la administración que en un tiempo récord (menos de un año) acabó con su bono democrático.

Dos encuestas lo confirmaron la semana pasada. Por un lado, la firma Arias Consultores, en su revisión del mes de diciembre, ubicó al mandatario estatal con apenas un nivel de aceptación general del 17.9 por ciento; es decir, aparece en dicho análisis como uno de los 10 peor calificados en el país.

De igual manera, Consulta Mitofsky, a través del diario El Economista, dio a conocer que solo 3 de cada diez jaliscienses aprueban el desempeño de Alfaro Ramírez al frente del poder ejecutivo, colocándose así entre los gobernadores con más alto grado de rechazo.

Al revisar ambos sondeos de opinión, nos encontramos de nuevo con la consistencia de ciertas variables. Una de ellas es que el declive continúa. Esto es una muy mala noticia, no sólo para los “líderes de opinión” y medios tradicionales de comunicación que ofrecen sus servicios a la refundación, sino para todos los que habitamos aquí.

La caída libre en la percepción de la ciudadanía –de acuerdo a los precitados reportes- está íntimamente ligada a factores como la inseguridad, corrupción e ineficiencia en los servicios. Incluso, hay conceptos que ni siquiera se mantienen igual que en tiempos de Aristóteles Sandoval. En Casa Jalisco lo saben porque cuentan con la misma información, aunque los porcentajes varían un poco.

Sobre lo anterior, debo confesar que a mí no me agrada que Alfaro Ramírez cuente con raquíticos grados de aprobación, pues debido a ello, él y su equipo ya entraron en una fase de desesperación que los puede llevar a cometer tonterías que no quiero imaginar.

Pero más aún, también me inquieta que el desprecio ciudadano escale y se convierta en un enojo colectivo de pronóstico reservado. Y es que las pobres calificaciones adquieren sentido lógico cuando echamos un vistazo a la insoportable criminalidad, al incremento a la tarifa del transporte público, el aumento a los impuestos o a las largas e injustificables ausencias del gobernador. Ya ni hablemos sobre su explosivo carácter.

Hay que decirlo con toda responsabilidad, nadie puede alegrarse con el hecho de que el Estado sea gobernado por alguien que tiene prohibido acudir a eventos en los que se corre el riego de que las silbatinas y los abucheos se conviertan en la nota principal.

Sé muy bien que los estrategas anaranjados no hayan cómo revertir la tendencia negativa en la que se encuentra su patrón. Aunque también estoy enterado que como parte de sus planes hay un rubro que consiste en atacar y desprestigiar a diversos actores de la vida pública en la entidad, con el propósito de distraer la atención.

La mala noticia para los genios que trabajan en la puesta en marcha de tan perversa intriga, es que la percepción ya está creada y no hay ningún antecedente en la historia del mundo democrático, que luego de que un personaje haya estado en el fondo, pueda salir a flote.


Óscar Ábrego

Es un hecho: el gobierno que encabeza el ingeniero Enrique pasará a la historia como la administración que en un tiempo récord (menos de un año) acabó con su bono democrático.

Dos encuestas lo confirmaron la semana pasada. Por un lado, la firma Arias Consultores, en su revisión del mes de diciembre, ubicó al mandatario estatal con apenas un nivel de aceptación general del 17.9 por ciento; es decir, aparece en dicho análisis como uno de los 10 peor calificados en el país.

De igual manera, Consulta Mitofsky, a través del diario El Economista, dio a conocer que solo 3 de cada diez jaliscienses aprueban el desempeño de Alfaro Ramírez al frente del poder ejecutivo, colocándose así entre los gobernadores con más alto grado de rechazo.

Al revisar ambos sondeos de opinión, nos encontramos de nuevo con la consistencia de ciertas variables. Una de ellas es que el declive continúa. Esto es una muy mala noticia, no sólo para los “líderes de opinión” y medios tradicionales de comunicación que ofrecen sus servicios a la refundación, sino para todos los que habitamos aquí.

La caída libre en la percepción de la ciudadanía –de acuerdo a los precitados reportes- está íntimamente ligada a factores como la inseguridad, corrupción e ineficiencia en los servicios. Incluso, hay conceptos que ni siquiera se mantienen igual que en tiempos de Aristóteles Sandoval. En Casa Jalisco lo saben porque cuentan con la misma información, aunque los porcentajes varían un poco.

Sobre lo anterior, debo confesar que a mí no me agrada que Alfaro Ramírez cuente con raquíticos grados de aprobación, pues debido a ello, él y su equipo ya entraron en una fase de desesperación que los puede llevar a cometer tonterías que no quiero imaginar.

Pero más aún, también me inquieta que el desprecio ciudadano escale y se convierta en un enojo colectivo de pronóstico reservado. Y es que las pobres calificaciones adquieren sentido lógico cuando echamos un vistazo a la insoportable criminalidad, al incremento a la tarifa del transporte público, el aumento a los impuestos o a las largas e injustificables ausencias del gobernador. Ya ni hablemos sobre su explosivo carácter.

Hay que decirlo con toda responsabilidad, nadie puede alegrarse con el hecho de que el Estado sea gobernado por alguien que tiene prohibido acudir a eventos en los que se corre el riego de que las silbatinas y los abucheos se conviertan en la nota principal.

Sé muy bien que los estrategas anaranjados no hayan cómo revertir la tendencia negativa en la que se encuentra su patrón. Aunque también estoy enterado que como parte de sus planes hay un rubro que consiste en atacar y desprestigiar a diversos actores de la vida pública en la entidad, con el propósito de distraer la atención.

La mala noticia para los genios que trabajan en la puesta en marcha de tan perversa intriga, es que la percepción ya está creada y no hay ningún antecedente en la historia del mundo democrático, que luego de que un personaje haya estado en el fondo, pueda salir a flote.