/ domingo 13 de octubre de 2019

Sí a las evaluaciones física y mental

Óscar Ábrego

El jueves 10 de octubre el presidente dio lectura a un documento que no puede quedar en el ámbito de lo anecdótico. Y es que a través de una solicitud de información, un particular le pidió a la Oficina de la Presidencia informar sobre el estado de salud de Andrés Manuel López Obrador. Se pide saber si padece hipertensión, si ha tenido alguna parálisis facial e incluso los resultados de un examen toxicológico y una constancia psiquiátrica.

Fue el propio mandatario quien comentó en su conferencia matutina que un día antes llegó a su despacho esa petición, misma que calificó como un “exceso”.

“Solicita constancia médica y psiquiátrica del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, con los generales de una institución médica de nivel y sus visibles tales como papel membretado, timbrado del médico o institución médica que expide la constancia con fotografía, la fotografía debe estar cancelada con el sello y la firma del médico que la expide, tiempo que ha sido médico del paciente, dar a conocer el estado de salud, local y fecha de la consulta, sello y firma del médico”, leyó el mandatario.

Sobre lo anterior, conocer el estatus físico, mental y emocional de nuestras autoridades se vuelve un imperativo. Por eso desde hace años sostengo que una de las asignaturas legislativas pendiente es justo la de obligar que se haga del conocimiento público, al menos las condiciones psicológicas de quienes pretenden ocupar puestos de elección popular como la presidencia de la República y los gobiernos estatales.

No se trata de un exceso como lo considera López Obrador, es una variable a la que tenemos el derecho de saber, pues hay un principio básico de la psicología que nos dice: “quien es incapaz de auto gobernarse, no es capaz de gobernar”.

No está por demás decir que quienes conocen a Andrés Manuel afirman que es un tipo necio en extremo, impredecible y sumamente contradictorio; sin embargo, en favor de él, sostienen que es un hombre honesto, leal y exageradamente disciplinado. Así pues, además de su estado físico, no veo por qué los mexicanos no podamos tener libre acceso a sus rasgos de personalidad. Y más aún, saber de ellos mediante revisiones anuales, pues la experiencia nos ha enseñado que en el ejercicio del poder, muchos personajes de nuestra historia política han sufrido severos y peligrosos trastornos de conducta.

En el caso de Jalisco las cosas tendrían que ser igual. Resultaría muy saludable (valga el término), que como un buen ejercicio de la llamada Refundación, Enrique Alfaro Ramírez nos sorprenda gratamente por atreverse a ser el primer gobernante de una entidad en México, que expone las conclusiones de una evaluación psiquiátrica realizada a su persona.

Los tiempos violentos e inestables por los que atraviesa nuestra nación, imponen nuevas prácticas democráticas, y una de ellas es la de tener muy claro a quién le estamos entregando nuestra confianza al momento de votar.

Óscar Ábrego

El jueves 10 de octubre el presidente dio lectura a un documento que no puede quedar en el ámbito de lo anecdótico. Y es que a través de una solicitud de información, un particular le pidió a la Oficina de la Presidencia informar sobre el estado de salud de Andrés Manuel López Obrador. Se pide saber si padece hipertensión, si ha tenido alguna parálisis facial e incluso los resultados de un examen toxicológico y una constancia psiquiátrica.

Fue el propio mandatario quien comentó en su conferencia matutina que un día antes llegó a su despacho esa petición, misma que calificó como un “exceso”.

“Solicita constancia médica y psiquiátrica del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, con los generales de una institución médica de nivel y sus visibles tales como papel membretado, timbrado del médico o institución médica que expide la constancia con fotografía, la fotografía debe estar cancelada con el sello y la firma del médico que la expide, tiempo que ha sido médico del paciente, dar a conocer el estado de salud, local y fecha de la consulta, sello y firma del médico”, leyó el mandatario.

Sobre lo anterior, conocer el estatus físico, mental y emocional de nuestras autoridades se vuelve un imperativo. Por eso desde hace años sostengo que una de las asignaturas legislativas pendiente es justo la de obligar que se haga del conocimiento público, al menos las condiciones psicológicas de quienes pretenden ocupar puestos de elección popular como la presidencia de la República y los gobiernos estatales.

No se trata de un exceso como lo considera López Obrador, es una variable a la que tenemos el derecho de saber, pues hay un principio básico de la psicología que nos dice: “quien es incapaz de auto gobernarse, no es capaz de gobernar”.

No está por demás decir que quienes conocen a Andrés Manuel afirman que es un tipo necio en extremo, impredecible y sumamente contradictorio; sin embargo, en favor de él, sostienen que es un hombre honesto, leal y exageradamente disciplinado. Así pues, además de su estado físico, no veo por qué los mexicanos no podamos tener libre acceso a sus rasgos de personalidad. Y más aún, saber de ellos mediante revisiones anuales, pues la experiencia nos ha enseñado que en el ejercicio del poder, muchos personajes de nuestra historia política han sufrido severos y peligrosos trastornos de conducta.

En el caso de Jalisco las cosas tendrían que ser igual. Resultaría muy saludable (valga el término), que como un buen ejercicio de la llamada Refundación, Enrique Alfaro Ramírez nos sorprenda gratamente por atreverse a ser el primer gobernante de una entidad en México, que expone las conclusiones de una evaluación psiquiátrica realizada a su persona.

Los tiempos violentos e inestables por los que atraviesa nuestra nación, imponen nuevas prácticas democráticas, y una de ellas es la de tener muy claro a quién le estamos entregando nuestra confianza al momento de votar.