/ lunes 2 de agosto de 2021

Ser solidarios con los damnificados

Realmente conmovedoras son las escenas que se presentan sobre los daños que han sufrido cientos de hogares a causa de las inundaciones registradas la semana pasada. Y no sólo eso, sino que por su crudeza y dramatismo, dichas escenas resultan motivadoras y hacen pensar en la necesidad de solidarizarse con las víctimas del desastre.

Zapopan ha sido uno de los municipios más afectados por las fuertes lluvias y el consecuente desbordamiento de ríos y arroyos, sin olvidar el agua que corre con fuerza por lo que originalmente eran cauces geológicos naturales. Empero, hay otras municipalidades cuyos habitantes han resentido serios perjuicios ante el embate de la naturaleza, agravada por obras públicas y privadas realizadas inconscientemente y además por el abandono en que se tiene a esas clases sociales, justamente catalogadas como desprotegidas.

Viviendas caídas, enseres perdidos, lodo cubriendo las calles, todo eso viene a ser ya no como un llamado, sino un fuerte grito, una voz desesperada que pide auxilio para aliviar su situación.

¿Qué es lo que hemos hecho como sociedad para que en el mismo municipio en que se dan los mayores lujos y placeres, se presente tan alto grado de sufrimiento y de carencias?

Es muy difícil que alguien conteste a esta pregunta, precisamente porque de un tiempo para acá, la insensibilidad se ha apoderado del ánimo de gran parte de la población, principalmente de la acomodada. Los que se encuentran a salvo, y no sólo eso, sino que disfrutan de la vida sobrados de recursos, se desentienden en gran medida de todo lo que pasa en los estratos sociales inferiores. La responsabilidad social a ratos parece letra muerta y la preocupación por el prójimo también se ve como algo pasado de moda. ¿Y yo por qué? Podría ser la pregunta evasiva que se hacen algunos a quienes se les hace un llamado a la solidaridad.

Otros le echarían la bolita al gobierno, aunque algunos críticos supondrían -no sabemos si con razón o no-, que el sector público tiene ya tiempo fraternizando más con el sector privado que con la ciudadanía.

Pero bueno, los tiempos están tan duros, que resulta muy difícil sacar algún provecho tratando los problemas a fondo.

¿Para qué amargarnos la vida sacando a la luz pública problemas ocasionados por el desequilibrio económico y social que se sufre desde hace decenios y al que no se le ha podido o querido poner remedio?

¿Por qué no mejor endulzarnos el día limitándonos a poner nuestro granito de arena, con una aportación generosa, ahora que organismos asistenciales están pasando la charola solicitando a la población en general el donativo de víveres, medicamentos y ropa, para luego ellos entregar esa ayuda a los damnificados?

¿Por qué no rogar a los ricachones que se desprendan de algo de lo mucho que tienen, para aliviar el tremendo dolor de quienes lo han perdido todo?

¿Por qué no seguir siendo positivos y en lugar de resentirnos por todo lo que se hace mal, pensar en lo que se puede hacer bien?

Ojalá que todos nos decidamos a brindar nuestro apoyo. Y no solamente los de las clases populares y medias, sino también los de las clases altas. Y no sólo uno, sino los más que se pueda.


* Periodista

Realmente conmovedoras son las escenas que se presentan sobre los daños que han sufrido cientos de hogares a causa de las inundaciones registradas la semana pasada. Y no sólo eso, sino que por su crudeza y dramatismo, dichas escenas resultan motivadoras y hacen pensar en la necesidad de solidarizarse con las víctimas del desastre.

Zapopan ha sido uno de los municipios más afectados por las fuertes lluvias y el consecuente desbordamiento de ríos y arroyos, sin olvidar el agua que corre con fuerza por lo que originalmente eran cauces geológicos naturales. Empero, hay otras municipalidades cuyos habitantes han resentido serios perjuicios ante el embate de la naturaleza, agravada por obras públicas y privadas realizadas inconscientemente y además por el abandono en que se tiene a esas clases sociales, justamente catalogadas como desprotegidas.

Viviendas caídas, enseres perdidos, lodo cubriendo las calles, todo eso viene a ser ya no como un llamado, sino un fuerte grito, una voz desesperada que pide auxilio para aliviar su situación.

¿Qué es lo que hemos hecho como sociedad para que en el mismo municipio en que se dan los mayores lujos y placeres, se presente tan alto grado de sufrimiento y de carencias?

Es muy difícil que alguien conteste a esta pregunta, precisamente porque de un tiempo para acá, la insensibilidad se ha apoderado del ánimo de gran parte de la población, principalmente de la acomodada. Los que se encuentran a salvo, y no sólo eso, sino que disfrutan de la vida sobrados de recursos, se desentienden en gran medida de todo lo que pasa en los estratos sociales inferiores. La responsabilidad social a ratos parece letra muerta y la preocupación por el prójimo también se ve como algo pasado de moda. ¿Y yo por qué? Podría ser la pregunta evasiva que se hacen algunos a quienes se les hace un llamado a la solidaridad.

Otros le echarían la bolita al gobierno, aunque algunos críticos supondrían -no sabemos si con razón o no-, que el sector público tiene ya tiempo fraternizando más con el sector privado que con la ciudadanía.

Pero bueno, los tiempos están tan duros, que resulta muy difícil sacar algún provecho tratando los problemas a fondo.

¿Para qué amargarnos la vida sacando a la luz pública problemas ocasionados por el desequilibrio económico y social que se sufre desde hace decenios y al que no se le ha podido o querido poner remedio?

¿Por qué no mejor endulzarnos el día limitándonos a poner nuestro granito de arena, con una aportación generosa, ahora que organismos asistenciales están pasando la charola solicitando a la población en general el donativo de víveres, medicamentos y ropa, para luego ellos entregar esa ayuda a los damnificados?

¿Por qué no rogar a los ricachones que se desprendan de algo de lo mucho que tienen, para aliviar el tremendo dolor de quienes lo han perdido todo?

¿Por qué no seguir siendo positivos y en lugar de resentirnos por todo lo que se hace mal, pensar en lo que se puede hacer bien?

Ojalá que todos nos decidamos a brindar nuestro apoyo. Y no solamente los de las clases populares y medias, sino también los de las clases altas. Y no sólo uno, sino los más que se pueda.


* Periodista