/ martes 9 de octubre de 2018

Seguridad reto también de los nuevos gobiernos

Los Foros para la Paz cancelados en cinco estados que serían un primer paso para la seguridad.

El crecimiento de la delincuencia ha sido desproporcionado, sus indicadores en comparación con el porcentaje a la población aumentó. El mercado de la compra, venta y traslado de drogas, comparado con otra época, es muy elevado. Se especula que los gobernadores de todo el país a lo largo de la historia han tenido que negociar o establecer acuerdos incluso con la delincuencia, hoy se atribuye eso, el motivo del descontrol de la delincuencia, pero eso no es verdad.

México había sido el paso de las drogas que surten a los consumidores de Estados Unidos, el mercado era reducido y el negocio aunque próspero, limitado. Con el paso del tiempo la fama de buen negocio incrementó su producción, tierras dedicadas a la siembra de estupefacientes lo que hizo crecer la oferta y puso en riesgo el desplome de los precios y el fin del negocio, obligó a la apertura de nuevos mercados, los países que sólo eran trampolín y corredor del paso de drogas se volvieron productores y consumidores, su consumo creció, mediante un proceso simple de mercadotecnia, regalándola en la promoción y cobrándola cuando ya se volvía adicción, necesidad y vicio. Volvieron a los consumidores promotores y vendedores y cobrando con vidas las deudas contraídas.

Trascendió, que en estados paso de drogas, existían acuerdos – no necesariamente económicos – con los grupos delincuenciales, en el sentido de que garantizaran la paz y se mantuviera el orden. El mercado –muy competitivo– evolucionó y desplazó, a otros grupos delincuenciales orillándolos a cambiar de giro en el universo delincuencial, para dedicarse a cobro de piso, secuestro, robo en todas sus modalidades hasta de gasolina. Entre la guerra por el control de plazas y desplazamiento de cárteles, la sociedad quedó expuesta e insegura.

Las instituciones de seguridad en los órdenes de gobierno débiles y vulnerables se vieron rebasadas.

La carencia de cuerpos policiacos capacitados, bien remunerados, el abandono de políticas públicas que fortalecieran la coercitividad del Estado, es decir mecanismos que garantizaran el uso de la fuerza, sumado a la desconfianza en las instituciones de seguridad complicaron el problema.

La negociación o acuerdo –si alguna vez existió– entre la delincuencia organizada y el gobierno, llegado a este punto es materialmente imposible, por la pulverización de los liderazgos de grupos delincuenciales y la diversidad de giros, sin que la autoridad pierda imparcialidad sin arriesgar la viabilidad de las instituciones y la vida de sus funcionarios.

Hoy el problema ha llegado a un nivel de complejidad, que se antoja irreversible. La solución será también compleja, integral y tardará mucho más que un sexenio. Mediante políticas públicas integrales que incluyan a toda la sociedad, educación cultura, deporte, fortalecimiento de la confianza en las instituciones de seguridad, apoyo laboral y de seguridad social a los cuerpos policiacos y fuerzas armadas, respaldo a la salud pública, sustitución y apoyo al campo, generaciones dotadas de herramientas que les permitan repeler su participación en la delincuencia o consumo. Y aún así, habrá de dedicarse tiempo para que las nuevas generaciones, con el respaldo de las actuales logren revertir el efecto de la delincuencia, mientras no se corte de manera pacifica la sustitución, abasto y remplazo de los cuadros delictivos, no hay solución.


mail: sadot16@hotmail.com

Los Foros para la Paz cancelados en cinco estados que serían un primer paso para la seguridad.

El crecimiento de la delincuencia ha sido desproporcionado, sus indicadores en comparación con el porcentaje a la población aumentó. El mercado de la compra, venta y traslado de drogas, comparado con otra época, es muy elevado. Se especula que los gobernadores de todo el país a lo largo de la historia han tenido que negociar o establecer acuerdos incluso con la delincuencia, hoy se atribuye eso, el motivo del descontrol de la delincuencia, pero eso no es verdad.

México había sido el paso de las drogas que surten a los consumidores de Estados Unidos, el mercado era reducido y el negocio aunque próspero, limitado. Con el paso del tiempo la fama de buen negocio incrementó su producción, tierras dedicadas a la siembra de estupefacientes lo que hizo crecer la oferta y puso en riesgo el desplome de los precios y el fin del negocio, obligó a la apertura de nuevos mercados, los países que sólo eran trampolín y corredor del paso de drogas se volvieron productores y consumidores, su consumo creció, mediante un proceso simple de mercadotecnia, regalándola en la promoción y cobrándola cuando ya se volvía adicción, necesidad y vicio. Volvieron a los consumidores promotores y vendedores y cobrando con vidas las deudas contraídas.

Trascendió, que en estados paso de drogas, existían acuerdos – no necesariamente económicos – con los grupos delincuenciales, en el sentido de que garantizaran la paz y se mantuviera el orden. El mercado –muy competitivo– evolucionó y desplazó, a otros grupos delincuenciales orillándolos a cambiar de giro en el universo delincuencial, para dedicarse a cobro de piso, secuestro, robo en todas sus modalidades hasta de gasolina. Entre la guerra por el control de plazas y desplazamiento de cárteles, la sociedad quedó expuesta e insegura.

Las instituciones de seguridad en los órdenes de gobierno débiles y vulnerables se vieron rebasadas.

La carencia de cuerpos policiacos capacitados, bien remunerados, el abandono de políticas públicas que fortalecieran la coercitividad del Estado, es decir mecanismos que garantizaran el uso de la fuerza, sumado a la desconfianza en las instituciones de seguridad complicaron el problema.

La negociación o acuerdo –si alguna vez existió– entre la delincuencia organizada y el gobierno, llegado a este punto es materialmente imposible, por la pulverización de los liderazgos de grupos delincuenciales y la diversidad de giros, sin que la autoridad pierda imparcialidad sin arriesgar la viabilidad de las instituciones y la vida de sus funcionarios.

Hoy el problema ha llegado a un nivel de complejidad, que se antoja irreversible. La solución será también compleja, integral y tardará mucho más que un sexenio. Mediante políticas públicas integrales que incluyan a toda la sociedad, educación cultura, deporte, fortalecimiento de la confianza en las instituciones de seguridad, apoyo laboral y de seguridad social a los cuerpos policiacos y fuerzas armadas, respaldo a la salud pública, sustitución y apoyo al campo, generaciones dotadas de herramientas que les permitan repeler su participación en la delincuencia o consumo. Y aún así, habrá de dedicarse tiempo para que las nuevas generaciones, con el respaldo de las actuales logren revertir el efecto de la delincuencia, mientras no se corte de manera pacifica la sustitución, abasto y remplazo de los cuadros delictivos, no hay solución.


mail: sadot16@hotmail.com