/ lunes 24 de junio de 2019

¿Saber callar?

Qué maravilla es tener el don del habla para poder expresar nuestras ideas y pensamientos, escuchar la voz de la persona con la que nos estamos comunicando, ya sea la novia (o), la esposa (o), los vecinos, los compañeros, o con las personas que están a nuestro alrededor, con la finalidad de establecer relaciones que nos lleven a tener una vida tranquila de paz y armonía.

Lo anterior sería lo ideal, sin embargo, cuesta mucho trabajo vivir en paz; entendamos que paz no significa estar sin problemas, (pues ese es el pan de todos los días). Paz significa que, a pesar de estar en medio de la turbulencia, sepamos guardar la calma.

En esta vertiginosa era correspondiente a la segunda década del siglo XXI, estamos inmersos en todo tipo de situaciones caóticas, que nos ocasionan estrés y aumento de adrenalina, que, como consecuencia, nos hacen intolerantes y lo vemos reflejado en diferentes contextos, por ejemplo, al conducir el automóvil, es muy frecuente que haya ofensas entre los conductores, esto ha ocasionado golpes e incluso muertes. ¡Qué fácil sería hacer caso omiso de las palabras altisonantes y evitar ponerse al tú por tú!, en este caso como en muchos otros, en alguno debe caber la prudencia y saber callar, pero no por cobardía, sino por sensatez.

Considero que el contexto más preocupante es en el hogar, entre esposos, ya que se ve afectada la familia, generando un desequilibrio emocional a los hijos, pues crecen en un ambiente hostil, de gritos, dimes y diretes.

Me queda muy claro que los viejos son sabios, yo escuchaba a mi abuela que le decía a mi madre: “Mira hija, cuando veas que tu marido llega de mal humor y con la espada desenvainada, tómate un trago de agua y sostenlo en la boca, hasta que le pase el enojo”. Tuvo que pasar mucho tiempo para que me percatara que es una historia que cuentan acerca de que una mujer se presentó ante San Vicente Ferrer, para pedirle un consejo a fin de vivir en paz con su marido, pues con mucha frecuencia tenían disgustos muy fuertes que amenazaban con desbaratar el matrimonio. San Vicente la escuchó con mucha paciencia y le dijo que fuera con el portero del convento para que le diera una botella con agua del pozo y que tomara un sorbo y lo mantuviera en la boca cuando empezara la pelea y la mantuviera el mayor tiempo posible. Aquella mujer regresó por más agua, pues gracias a aquella botella, las dificultades con su marido habían disminuido notablemente.

Ese saber callar en tiempo oportuno, no solo debe ser observado por la mujer, sino también por el hombre. Todos tenemos nuestros malos ratos, pero hay que hacer uso de la inteligencia racional que es propia de los seres humanos para saber en qué momento debemos callar.

Las dificultades matrimoniales son como las heridas, si no las curamos pueden quedar abiertas y sangrar por mucho tiempo. Busquemos remedio a las dificultades y a las palabras violentas y ofensivas que suelen emplear los cónyuges en momentos de ira o frustración porque las cosas no salieron como se planearon o por la falta de recursos económicos.

No se puede vivir eternamente con problemas o tensiones, si queremos vivir en paz, es imprescindible que sepamos en que momentos hay que guardar silencio y hacer oídos sordos a palabras necias.

Hay un dicho que reza… “Cuando uno no quiere, dos no pelean”, seamos ese uno para evitarnos problemas, la vida es corta y debe ser placentera, confiemos en que día a día se vayan sumando uno a uno para hacer el entorno ideal en el que vivirán nuestros hijos, nietos y bisnietos.

Eduquemos con el ejemplo que vean nuestros familiares, seres queridos y amigos, que somos prudentes y guardamos silencio, es decir callamos cuando la situación lo requiera para no generar o agravar algún problema.

Apreciable lector, a través del tiempo nos damos cuenta que hay momentos en que resulta mejor saber callar, ser prudentes comprendiendo al que está frente a nosotros y así encontrar una paz interior, de cuerpo y alma, gracias por sus comentarios.


* Rector General del Centro Universitario UTEG

e-mail: joseroque@uteg.edu.mx

Qué maravilla es tener el don del habla para poder expresar nuestras ideas y pensamientos, escuchar la voz de la persona con la que nos estamos comunicando, ya sea la novia (o), la esposa (o), los vecinos, los compañeros, o con las personas que están a nuestro alrededor, con la finalidad de establecer relaciones que nos lleven a tener una vida tranquila de paz y armonía.

Lo anterior sería lo ideal, sin embargo, cuesta mucho trabajo vivir en paz; entendamos que paz no significa estar sin problemas, (pues ese es el pan de todos los días). Paz significa que, a pesar de estar en medio de la turbulencia, sepamos guardar la calma.

En esta vertiginosa era correspondiente a la segunda década del siglo XXI, estamos inmersos en todo tipo de situaciones caóticas, que nos ocasionan estrés y aumento de adrenalina, que, como consecuencia, nos hacen intolerantes y lo vemos reflejado en diferentes contextos, por ejemplo, al conducir el automóvil, es muy frecuente que haya ofensas entre los conductores, esto ha ocasionado golpes e incluso muertes. ¡Qué fácil sería hacer caso omiso de las palabras altisonantes y evitar ponerse al tú por tú!, en este caso como en muchos otros, en alguno debe caber la prudencia y saber callar, pero no por cobardía, sino por sensatez.

Considero que el contexto más preocupante es en el hogar, entre esposos, ya que se ve afectada la familia, generando un desequilibrio emocional a los hijos, pues crecen en un ambiente hostil, de gritos, dimes y diretes.

Me queda muy claro que los viejos son sabios, yo escuchaba a mi abuela que le decía a mi madre: “Mira hija, cuando veas que tu marido llega de mal humor y con la espada desenvainada, tómate un trago de agua y sostenlo en la boca, hasta que le pase el enojo”. Tuvo que pasar mucho tiempo para que me percatara que es una historia que cuentan acerca de que una mujer se presentó ante San Vicente Ferrer, para pedirle un consejo a fin de vivir en paz con su marido, pues con mucha frecuencia tenían disgustos muy fuertes que amenazaban con desbaratar el matrimonio. San Vicente la escuchó con mucha paciencia y le dijo que fuera con el portero del convento para que le diera una botella con agua del pozo y que tomara un sorbo y lo mantuviera en la boca cuando empezara la pelea y la mantuviera el mayor tiempo posible. Aquella mujer regresó por más agua, pues gracias a aquella botella, las dificultades con su marido habían disminuido notablemente.

Ese saber callar en tiempo oportuno, no solo debe ser observado por la mujer, sino también por el hombre. Todos tenemos nuestros malos ratos, pero hay que hacer uso de la inteligencia racional que es propia de los seres humanos para saber en qué momento debemos callar.

Las dificultades matrimoniales son como las heridas, si no las curamos pueden quedar abiertas y sangrar por mucho tiempo. Busquemos remedio a las dificultades y a las palabras violentas y ofensivas que suelen emplear los cónyuges en momentos de ira o frustración porque las cosas no salieron como se planearon o por la falta de recursos económicos.

No se puede vivir eternamente con problemas o tensiones, si queremos vivir en paz, es imprescindible que sepamos en que momentos hay que guardar silencio y hacer oídos sordos a palabras necias.

Hay un dicho que reza… “Cuando uno no quiere, dos no pelean”, seamos ese uno para evitarnos problemas, la vida es corta y debe ser placentera, confiemos en que día a día se vayan sumando uno a uno para hacer el entorno ideal en el que vivirán nuestros hijos, nietos y bisnietos.

Eduquemos con el ejemplo que vean nuestros familiares, seres queridos y amigos, que somos prudentes y guardamos silencio, es decir callamos cuando la situación lo requiera para no generar o agravar algún problema.

Apreciable lector, a través del tiempo nos damos cuenta que hay momentos en que resulta mejor saber callar, ser prudentes comprendiendo al que está frente a nosotros y así encontrar una paz interior, de cuerpo y alma, gracias por sus comentarios.


* Rector General del Centro Universitario UTEG

e-mail: joseroque@uteg.edu.mx