/ martes 19 de marzo de 2019

Ruido, contaminación que se puede evitar

La contaminación auditiva ha sido identificada desde hace tiempo en ciudades con mayor desarrollo urbano, y más allá. Incluso la eliminación de la contaminación auditiva o ruido se prohíbe en las áreas públicas donde para los tapatíos y jaliscienses, hoy resulta “normal” al ejercer una supuesta libertad individual al transgredir a quien, en ocasiones, sólo busca algo de tranquilidad en la playa, las riveras lacustres, el margen de un río, una plaza pública o la calle donde solemos transitar con calma o simplemente esperar pasivamente la luz verde de un semáforo.

La decisión, por lo tanto, de poner en vigencia el próximo mes de mayo sanciones y vigilancias más severas por parte del Gobierno Estatal contra quienes contaminan auditivamente, parece tener dedicatoria contra los ruidosos “antros” en colonias hasta hace poco tiempo tranquilas hasta el cambio de uso de suelo y la multiplicación de giros comerciales en las colonias Providencia, Jardines Universidad, Jardines del Country, La Estancia, Chapalita y Jardines del Bosque, todos fraccionamientos diseñados para la vida apacible pero hoy convertidos en corredores urbanos de alto impacto comercial y de una vida estridente la mayor parte del día y hasta muy entrada la noche.

La necesaria adecuación de los reglamentos municipales en Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tlajomulco y Tonalá principalmente, a seis meses de la publicación de la denominada “Ley Antirruido”, debiera considerar otras causas de la contaminación auditiva de estas zonas habitacionales en las cuales se entrelazan varios factores: el ruido en restaurantes y salones de eventos que funcionan hasta altas horas de la noche; los juegos pirotécnicos usados durante décadas por la iglesia católica y de los cuales las principales víctimas son los animales domésticos y mascotas al entrar en pánico y trasladar su molestia a sus propietarios; la venta callejera que suele ambientar sus promociones con una sonora música; la venta ambulante con la promoción de productos cuando, desde el solaz de una vivienda, nadie se lo espera y toda aquella estridencia del adolescente tardío metido a promover música que no a todos los ciudadanos complace o bien a la presunción, con inmadurez de que tener un excelente equipo de sonido en el auto o en la recámara y las ventanas abiertas produce admiración social y agradecimiento.

Sea como sea, la negociación entre la autoridad y los empresarios para una nueva cultura urbana de la convivencia respetuosa requerirá precisamente de eso, es decir, de una participación convencida en la cual todos quienes compartimos la misma casa ampliada podamos alcanzar, paulatinamente, una ciudad como las de Holanda, Australia o España, o cuando menos una donde la lucha contra la contaminación atmosférica tome en cuenta que no solo nuestros pulmones deben respirar mejor, sino que nuestro cerebro debe tener mayor tranquilidad y acceso a la salud científicamente sustentada. En la que el próximo paso también deberá incluir el retiro de la estridente y silenciosa contaminación visual que ha crecido impunemente en nuestra ciudad, a pesar de los múltiples accidentes seguramente generados por esta.


Académico del CUAAD, UdeG

carlosm_orozco@hotmail.com

La contaminación auditiva ha sido identificada desde hace tiempo en ciudades con mayor desarrollo urbano, y más allá. Incluso la eliminación de la contaminación auditiva o ruido se prohíbe en las áreas públicas donde para los tapatíos y jaliscienses, hoy resulta “normal” al ejercer una supuesta libertad individual al transgredir a quien, en ocasiones, sólo busca algo de tranquilidad en la playa, las riveras lacustres, el margen de un río, una plaza pública o la calle donde solemos transitar con calma o simplemente esperar pasivamente la luz verde de un semáforo.

La decisión, por lo tanto, de poner en vigencia el próximo mes de mayo sanciones y vigilancias más severas por parte del Gobierno Estatal contra quienes contaminan auditivamente, parece tener dedicatoria contra los ruidosos “antros” en colonias hasta hace poco tiempo tranquilas hasta el cambio de uso de suelo y la multiplicación de giros comerciales en las colonias Providencia, Jardines Universidad, Jardines del Country, La Estancia, Chapalita y Jardines del Bosque, todos fraccionamientos diseñados para la vida apacible pero hoy convertidos en corredores urbanos de alto impacto comercial y de una vida estridente la mayor parte del día y hasta muy entrada la noche.

La necesaria adecuación de los reglamentos municipales en Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tlajomulco y Tonalá principalmente, a seis meses de la publicación de la denominada “Ley Antirruido”, debiera considerar otras causas de la contaminación auditiva de estas zonas habitacionales en las cuales se entrelazan varios factores: el ruido en restaurantes y salones de eventos que funcionan hasta altas horas de la noche; los juegos pirotécnicos usados durante décadas por la iglesia católica y de los cuales las principales víctimas son los animales domésticos y mascotas al entrar en pánico y trasladar su molestia a sus propietarios; la venta callejera que suele ambientar sus promociones con una sonora música; la venta ambulante con la promoción de productos cuando, desde el solaz de una vivienda, nadie se lo espera y toda aquella estridencia del adolescente tardío metido a promover música que no a todos los ciudadanos complace o bien a la presunción, con inmadurez de que tener un excelente equipo de sonido en el auto o en la recámara y las ventanas abiertas produce admiración social y agradecimiento.

Sea como sea, la negociación entre la autoridad y los empresarios para una nueva cultura urbana de la convivencia respetuosa requerirá precisamente de eso, es decir, de una participación convencida en la cual todos quienes compartimos la misma casa ampliada podamos alcanzar, paulatinamente, una ciudad como las de Holanda, Australia o España, o cuando menos una donde la lucha contra la contaminación atmosférica tome en cuenta que no solo nuestros pulmones deben respirar mejor, sino que nuestro cerebro debe tener mayor tranquilidad y acceso a la salud científicamente sustentada. En la que el próximo paso también deberá incluir el retiro de la estridente y silenciosa contaminación visual que ha crecido impunemente en nuestra ciudad, a pesar de los múltiples accidentes seguramente generados por esta.


Académico del CUAAD, UdeG

carlosm_orozco@hotmail.com