/ miércoles 9 de septiembre de 2020

Rescatar vialidades: se vale soñar

El diálogo entre los lectores y los columnistas de los periódicos no tiene porqué ser siempre tan serio y tan formal como algunos creen, ya que de vez en cuando se pueden tocar temas en un tono no tan grave, y hacer planteamientos al nivel, digamos, de una plática de amigos. Cuando menos para variar.

Y precisamente con base en tales consideraciones, es que hoy nos atrevemos a realizar nuestros comentarios sobre la remota posibilidad de que en un lapsus de honradez y en un arranque de sinceridad, los políticos se atrevieran a corregir errores y a dar marcha atrás a medidas oficiales y a obras públicas que en lugar de brindar beneficios a la población, le han traído problemas.

Se vale soñar.

Y vamos al grano. Se hace esta reflexión después de haber acudido una vez más al centro de la ciudad y darnos cuenta por enésima ocasión, de los cotidianos congestionamientos viales que se registran en la avenida Alcalde, como resultado de las obras de peatonalización en una importante extensión de la misma, donde los carriles de circulación se redujeron a la mínima expresión y se dejó sólo uno por cada lado. Como es fácil entender, así es imposible que haya agilidad en el tránsito y el andar en auto por esas calles se vuelve de lo más pesado que uno se pueda imaginar.

Podemos recordar también el caso que ya hemos citado con antelación, acerca del sistema de transporte llamado Macrobús, que al instalarse hace algunos años, robó la friolera de 4 carriles a la Calzada Independencia, dejándola más manca que “El Tunco Maclovio”.

Por otro lado, tenemos el desarticulado programa de ciclovías, que sin ton ni son, se ejecuta aquí y allá, con manifiesta inconformidad de muchos tapatíos, debido a que también privan de bastante espacio a los automovilistas y son motivo de frecuentes accidentes. Indican los afectados que la prueba de ello está en que hay muchas ciclovías dañadas.

Nadie discute los derechos de los ciclistas, pero éstos merecen apoyos más serios, que no tienen mucho qué ver con este tipo de caminos que se les quieren ofrecer y que los críticos tildan de programas efectistas. O sea que sólo buscan simular que se hace algo bueno por la sociedad, cuando la realidad demuestra todo lo contrario.

Y así como éstas, hay otras cosas que se podrían corregir, si las leyes no escritas de los políticos se hicieran a un lado para que se actuara con cordura. Y desde luego, con valentía y eficiencia. La ciudadanía les haría un monumento.

¿Podría pensarse por ejemplo, que se demolieran las obras de peatonalización de la avenida Alcalde y se modificara racionalmente el proyecto de ciclovías?

¿Sería posible modificar una historia (o historieta) de desaciertos para que las heridas pudieran cicatrizar?

Cuando menos, podemos pensarlo.

Y hay una idea: En el caso de que los funcionarios gubernamentales requirieran apoyo en una acción como ésta, podrían recurrir a la consulta pública, a fin de compartir responsabilidades, nada menos que con la ciudadanía. Además de que las administraciones nuevas no tendrían que sentir pena por los yerros de las anteriores.

Pero bueno… ¿Usted cree en los milagros, querido lector?

Pues yo sí.

Aunque no podemos olvidar que éstos ocurren de manera extremadamente escasa. Muy de vez en cuando. Por eso se llama milagros. ¡Ah…! y no olviden los lectores que estos comentarios de hoy podemos tomarlos como charla de café.

* Periodista.

El diálogo entre los lectores y los columnistas de los periódicos no tiene porqué ser siempre tan serio y tan formal como algunos creen, ya que de vez en cuando se pueden tocar temas en un tono no tan grave, y hacer planteamientos al nivel, digamos, de una plática de amigos. Cuando menos para variar.

Y precisamente con base en tales consideraciones, es que hoy nos atrevemos a realizar nuestros comentarios sobre la remota posibilidad de que en un lapsus de honradez y en un arranque de sinceridad, los políticos se atrevieran a corregir errores y a dar marcha atrás a medidas oficiales y a obras públicas que en lugar de brindar beneficios a la población, le han traído problemas.

Se vale soñar.

Y vamos al grano. Se hace esta reflexión después de haber acudido una vez más al centro de la ciudad y darnos cuenta por enésima ocasión, de los cotidianos congestionamientos viales que se registran en la avenida Alcalde, como resultado de las obras de peatonalización en una importante extensión de la misma, donde los carriles de circulación se redujeron a la mínima expresión y se dejó sólo uno por cada lado. Como es fácil entender, así es imposible que haya agilidad en el tránsito y el andar en auto por esas calles se vuelve de lo más pesado que uno se pueda imaginar.

Podemos recordar también el caso que ya hemos citado con antelación, acerca del sistema de transporte llamado Macrobús, que al instalarse hace algunos años, robó la friolera de 4 carriles a la Calzada Independencia, dejándola más manca que “El Tunco Maclovio”.

Por otro lado, tenemos el desarticulado programa de ciclovías, que sin ton ni son, se ejecuta aquí y allá, con manifiesta inconformidad de muchos tapatíos, debido a que también privan de bastante espacio a los automovilistas y son motivo de frecuentes accidentes. Indican los afectados que la prueba de ello está en que hay muchas ciclovías dañadas.

Nadie discute los derechos de los ciclistas, pero éstos merecen apoyos más serios, que no tienen mucho qué ver con este tipo de caminos que se les quieren ofrecer y que los críticos tildan de programas efectistas. O sea que sólo buscan simular que se hace algo bueno por la sociedad, cuando la realidad demuestra todo lo contrario.

Y así como éstas, hay otras cosas que se podrían corregir, si las leyes no escritas de los políticos se hicieran a un lado para que se actuara con cordura. Y desde luego, con valentía y eficiencia. La ciudadanía les haría un monumento.

¿Podría pensarse por ejemplo, que se demolieran las obras de peatonalización de la avenida Alcalde y se modificara racionalmente el proyecto de ciclovías?

¿Sería posible modificar una historia (o historieta) de desaciertos para que las heridas pudieran cicatrizar?

Cuando menos, podemos pensarlo.

Y hay una idea: En el caso de que los funcionarios gubernamentales requirieran apoyo en una acción como ésta, podrían recurrir a la consulta pública, a fin de compartir responsabilidades, nada menos que con la ciudadanía. Además de que las administraciones nuevas no tendrían que sentir pena por los yerros de las anteriores.

Pero bueno… ¿Usted cree en los milagros, querido lector?

Pues yo sí.

Aunque no podemos olvidar que éstos ocurren de manera extremadamente escasa. Muy de vez en cuando. Por eso se llama milagros. ¡Ah…! y no olviden los lectores que estos comentarios de hoy podemos tomarlos como charla de café.

* Periodista.