/ lunes 18 de julio de 2022

Puras vergüenzas

Repasemos un poco la historia futbolera en nuestro país. En 1943 se celebró el primer torneo de futbol profesional, siendo el primer campeón el Asturias y segundo lugar el Real España donde jugaba el legendario campeón goleador Isidro Lángara. Así como ahora hay gran final, circunstancialmente en ese año, se tuvo que llevar a cabo un juego de desempate para definir el campeón, entre los albinegros del Real España y los albiazules del Asturias, equipos empatados en puntaje. Nihil nobi sub sole.

En aquel año, disputaron el torneo 10 equipos: Marte, Moctezuma de Orizaba, ADO, Atlas, Guadalajara, Asturias, América, Veracruz, Atlante y el Real España. Se jugaba no por la paga sino por el placer de jugar y el amor a la camiseta, y los estadios de aquella época como el Parque Asturias, el CIDOSA, el Oblatos, el Moctezuma y el Deportivo Veracruzano estaban atiborrados de gente en las no tan improvisadas tribunas.

En lo que respecta al torneo internacional de futbol por excelencia, en el año de 1930 acudimos al primer mundial de futbol celebrado en Uruguay, donde iniciamos con la malaria: perdimos 4-1 con Francia. Hemos estado presentes en 16 certámenes y a lo más que ha llegado es a un triste sexto lugar. Nuestro eterno rival, Estados Unidos, la primer vez que asistió al Mundial, debutó derrotando 3-0 a Bélgica y terminó en el tercer lugar de la competencia.

Las decepciones han sido tremendas. Tenemos casi 80 años de futbol profesional y el palmarés más significativo es la medalla de oro olímpica en 2012. De ahí en más nada.

Antes el futbol se jugaba por amor al arte; los jugadores se contentaban con que les pagaran el uniforme y el transporte; tenían otras actividades y se daban tiempo para entrenar, pero los juegos eran divertidos, reñidos, nobles, emocionantes y con estadios que tenían canchas malas muchas entre tierra y zacate e incluso descuidadas como la de Zacatepec, se jugaba con balón de cuero que sacudía el cerebro cada vez que se despejaba o remataba y mojado peor; quedaban los sellos de balón en las pantorrillas por días; cuando algún jugador se lesionaba no era sustituido, y los entrenadores lo mandaban a la delantera, donde eran los rumbos del extremo izquierdo, pero seguía jugando aun lesionado. Había vergüenza y honor deportivo. Tenemos muchas anécdotas para recordar como las del Tubo Gómez y el Tigre Sepúlveda con aquella famosa su negativa a cambiar camisetas con los rivales. No era cuestión de soberbia, era pasión deportiva, amor por los colores de su equipo.

Hoy día, el futbol negocio, desvirtuó el deporte. Las recientes eliminaciones de la Selección Olímpica Varonil y la Femenil que no asistirá al Mundial de Australia-Nueva Zelanda, son fracasos absolutos. Federación, Jugadores, directores técnicos, preparadores físicos, y hombres de pantalón largo de clubes, todos, todos son responsables. Los aficionados solo podemos sacar nuestra decepción y coraje con la crítica.

Una selección nacional, lleva el nombre y representación de nuestro país, porta los colores patrios; tan representa al país, que cuando participa en los torneos se entona nuestro himno nacional, el orgullo patrio está de por medio. No siempre se gana, es verdad, pero al menos debe uno como aficionado ver que esos once que están en la cancha verdaderamente se entregan a la camiseta que portan, pero viéndolos jugar, da coraje que lleven esa representación, porque ponen en vergüenza a todo el país jugando con tal displicencia, tedio y desgano, como si estuvieran practicando pasos de ballet, de puntitas y con manos de pie de ganso.

Mejor que fueran llaneros a las competencias internacionales; estoy seguro que jugarían con más pasión y entrega; cuidarían más del honor nacional, más que aquellos que cuidan la pose, su look porque, como vedettes el último grito de la moda tienen que mostrar el último corte de cabello de moda aunque parezcan nabos o mohicanos o chocoflanes; los divos del balompié parece que le hacen el favor a México de participar en una competencia internacional, incluso hay quienes se niegan a hacerlo.

Espero que la CONADE tome en serio la propuesta y que en materia de futbol, mejor vayan llaneros a las competencias, ojo, no amateurs disfrazados, llaneros. Ellos tendrían más entrega y pundonor, como aquellos que decidieron en 1943 integrar la liga mayor de la que no queda ni el nombre ya que ahora les da por llamarla con nombres de Bancos.

A los campeonatos deben asistir los entregados, los que se partan el alma en la cancha, los que sientan el orgullo de portar la camiseta nacional, no los delicaditos que primero preguntan cuanto les van a pagar, en que hotel van a estar, si hay primas y extraprimas y tantas amenidades más propias de las féminas; no le hacen ningún favor al país siendo seleccionados; que vayan los que tengan ganas de entregar el corazón en la cancha, si no, mejor que vayan llaneros que tan vez no serán mejores pero sin duda tienen el corazón más grande, pero mucho más grande que muchos que se sienten estrellitas del balompié.

Repasemos un poco la historia futbolera en nuestro país. En 1943 se celebró el primer torneo de futbol profesional, siendo el primer campeón el Asturias y segundo lugar el Real España donde jugaba el legendario campeón goleador Isidro Lángara. Así como ahora hay gran final, circunstancialmente en ese año, se tuvo que llevar a cabo un juego de desempate para definir el campeón, entre los albinegros del Real España y los albiazules del Asturias, equipos empatados en puntaje. Nihil nobi sub sole.

En aquel año, disputaron el torneo 10 equipos: Marte, Moctezuma de Orizaba, ADO, Atlas, Guadalajara, Asturias, América, Veracruz, Atlante y el Real España. Se jugaba no por la paga sino por el placer de jugar y el amor a la camiseta, y los estadios de aquella época como el Parque Asturias, el CIDOSA, el Oblatos, el Moctezuma y el Deportivo Veracruzano estaban atiborrados de gente en las no tan improvisadas tribunas.

En lo que respecta al torneo internacional de futbol por excelencia, en el año de 1930 acudimos al primer mundial de futbol celebrado en Uruguay, donde iniciamos con la malaria: perdimos 4-1 con Francia. Hemos estado presentes en 16 certámenes y a lo más que ha llegado es a un triste sexto lugar. Nuestro eterno rival, Estados Unidos, la primer vez que asistió al Mundial, debutó derrotando 3-0 a Bélgica y terminó en el tercer lugar de la competencia.

Las decepciones han sido tremendas. Tenemos casi 80 años de futbol profesional y el palmarés más significativo es la medalla de oro olímpica en 2012. De ahí en más nada.

Antes el futbol se jugaba por amor al arte; los jugadores se contentaban con que les pagaran el uniforme y el transporte; tenían otras actividades y se daban tiempo para entrenar, pero los juegos eran divertidos, reñidos, nobles, emocionantes y con estadios que tenían canchas malas muchas entre tierra y zacate e incluso descuidadas como la de Zacatepec, se jugaba con balón de cuero que sacudía el cerebro cada vez que se despejaba o remataba y mojado peor; quedaban los sellos de balón en las pantorrillas por días; cuando algún jugador se lesionaba no era sustituido, y los entrenadores lo mandaban a la delantera, donde eran los rumbos del extremo izquierdo, pero seguía jugando aun lesionado. Había vergüenza y honor deportivo. Tenemos muchas anécdotas para recordar como las del Tubo Gómez y el Tigre Sepúlveda con aquella famosa su negativa a cambiar camisetas con los rivales. No era cuestión de soberbia, era pasión deportiva, amor por los colores de su equipo.

Hoy día, el futbol negocio, desvirtuó el deporte. Las recientes eliminaciones de la Selección Olímpica Varonil y la Femenil que no asistirá al Mundial de Australia-Nueva Zelanda, son fracasos absolutos. Federación, Jugadores, directores técnicos, preparadores físicos, y hombres de pantalón largo de clubes, todos, todos son responsables. Los aficionados solo podemos sacar nuestra decepción y coraje con la crítica.

Una selección nacional, lleva el nombre y representación de nuestro país, porta los colores patrios; tan representa al país, que cuando participa en los torneos se entona nuestro himno nacional, el orgullo patrio está de por medio. No siempre se gana, es verdad, pero al menos debe uno como aficionado ver que esos once que están en la cancha verdaderamente se entregan a la camiseta que portan, pero viéndolos jugar, da coraje que lleven esa representación, porque ponen en vergüenza a todo el país jugando con tal displicencia, tedio y desgano, como si estuvieran practicando pasos de ballet, de puntitas y con manos de pie de ganso.

Mejor que fueran llaneros a las competencias internacionales; estoy seguro que jugarían con más pasión y entrega; cuidarían más del honor nacional, más que aquellos que cuidan la pose, su look porque, como vedettes el último grito de la moda tienen que mostrar el último corte de cabello de moda aunque parezcan nabos o mohicanos o chocoflanes; los divos del balompié parece que le hacen el favor a México de participar en una competencia internacional, incluso hay quienes se niegan a hacerlo.

Espero que la CONADE tome en serio la propuesta y que en materia de futbol, mejor vayan llaneros a las competencias, ojo, no amateurs disfrazados, llaneros. Ellos tendrían más entrega y pundonor, como aquellos que decidieron en 1943 integrar la liga mayor de la que no queda ni el nombre ya que ahora les da por llamarla con nombres de Bancos.

A los campeonatos deben asistir los entregados, los que se partan el alma en la cancha, los que sientan el orgullo de portar la camiseta nacional, no los delicaditos que primero preguntan cuanto les van a pagar, en que hotel van a estar, si hay primas y extraprimas y tantas amenidades más propias de las féminas; no le hacen ningún favor al país siendo seleccionados; que vayan los que tengan ganas de entregar el corazón en la cancha, si no, mejor que vayan llaneros que tan vez no serán mejores pero sin duda tienen el corazón más grande, pero mucho más grande que muchos que se sienten estrellitas del balompié.