/ lunes 4 de marzo de 2019

Pronósticos fallidos de la 4T


“No es que el poder se instale en la propia subjetividad, sino que la constituye”.

Tomás Ibáñez


Las promesas de campaña del actual presidente se volvieron arenas movedizas con el paso del tiempo y las acciones radicales y sin sentido para “acabar con la corrupción” han caído por su propio peso. Las calificadoras internacionales, por más que nos desagrade su existencia, son un elemento a tomar en cuenta para una economía grande y global como México. Ellas y los mercados internacionales están siempre atentos a las señales del manejo de la economía y los planes de gobierno. Las conferencias mañaneras, más que solo ser un mecanismo para comunicarse con simpatizantes y otros órganos del gobierno federal, tienen un peso específico que el presidente ha sido incapaz de ver y de comprender.

Todo tiene consecuencias y lo estamos (re)aprendiendo: el Banco de México anunció que el estimado de crecimiento que se tenía proyectado va a la baja, ya que en realidad el pronóstico y los resultados pasarían de 1.7 y 2.7% estimado a 1.1 y 2.1%. Estos son números que pueden sonar fríos y ajenos, por ello, resulta imprescindible tener acceso a la comprensión de los mecanismos de funcionamiento del aparato de comunicación del gobierno para entender cómo llegamos aquí. Tampoco resultaría suficiente intentar mejorar una posible comunicación defectuosa, hay que ir más allá y atender los hechos que nos llevaron a esto.


Describamos el proceso, llenando con nuestro juicio los huecos que no podemos ver: primero, el presidente sale ante las cámaras y escupe sin filtros su visión de país, –entre dichos y repeticiones– inventa políticas públicas al hilo y justifica decisiones ya tomadas. El aparato del gobierno federal, escuchando atento, se entera de ello en las conferencias. Prestos a complacer al presidente, giran circulares, recortan programas y producen anuncios televisivos para ver quién puede complacer más a AMLO. No hay pecado en ello: gana el que interprete de manera más radical y correcta las órdenes codificadas del presidente. Así pasó con las estancias infantiles, los refugios para mujeres violentadas y con la defectuosa cadena de mando del desabasto de gasolina.

Ha de ser difícil ser colaborador del presidente: excesivamente verboso en las conferencias mañaneras y críptico con sus órdenes y visión. Estar al amparo de que cualquier decisión tomada, como la de reservar la información del accidente mortal de la gobernadora de Puebla, sea revertida por el presidente de un plumazo. Tener que decir que fue así porque alguien “cometió un error de dedo” en alguna parte. Hacer política a ciegas, pues. Me compadecería de los secretarios de estado si los considerara ingenuos, pero sus departamentos ocultos en Estados Unidos me dan a entender que de novatos no tienen nada. Triste realidad.

Yo he pedido construir paz desde el gobierno desde hace tiempo ya. Sin embargo, ahora tristemente me veo reducido a pedir algo de estructura y sensatez mínima del presidente y su séquito. Los aplaudidores del partido en el gobierno tienen una narrativa de que detrás de todo acto, palabra y decisión hay un gran plan maestro. Me temo lo contrario. Esto es una colección de decisiones erráticas y políticas públicas de improviso que dificultan la gran tarea que tenemos delante: ayudar a que la gente tenga empleos y salarios dignos, rescatar partes grandes de nuestro país que están dentro del control del crimen organizado y aparte, hacerlo impulsando desde la palabra y la acción una cultura de paz y cooperación, algo que los seguidores del presidente no están dispuestos a hacer desde su “hegemonía”. Afortunadamente, la ciudadanía y la sociedad organizada han demostrado en los últimos 20 años que su trabajo y energía dura más que cualquier color o partido en el gobierno. En ellos confío para impulsar esta construcción de paz a largo plazo.


“No es que el poder se instale en la propia subjetividad, sino que la constituye”.

Tomás Ibáñez


Las promesas de campaña del actual presidente se volvieron arenas movedizas con el paso del tiempo y las acciones radicales y sin sentido para “acabar con la corrupción” han caído por su propio peso. Las calificadoras internacionales, por más que nos desagrade su existencia, son un elemento a tomar en cuenta para una economía grande y global como México. Ellas y los mercados internacionales están siempre atentos a las señales del manejo de la economía y los planes de gobierno. Las conferencias mañaneras, más que solo ser un mecanismo para comunicarse con simpatizantes y otros órganos del gobierno federal, tienen un peso específico que el presidente ha sido incapaz de ver y de comprender.

Todo tiene consecuencias y lo estamos (re)aprendiendo: el Banco de México anunció que el estimado de crecimiento que se tenía proyectado va a la baja, ya que en realidad el pronóstico y los resultados pasarían de 1.7 y 2.7% estimado a 1.1 y 2.1%. Estos son números que pueden sonar fríos y ajenos, por ello, resulta imprescindible tener acceso a la comprensión de los mecanismos de funcionamiento del aparato de comunicación del gobierno para entender cómo llegamos aquí. Tampoco resultaría suficiente intentar mejorar una posible comunicación defectuosa, hay que ir más allá y atender los hechos que nos llevaron a esto.


Describamos el proceso, llenando con nuestro juicio los huecos que no podemos ver: primero, el presidente sale ante las cámaras y escupe sin filtros su visión de país, –entre dichos y repeticiones– inventa políticas públicas al hilo y justifica decisiones ya tomadas. El aparato del gobierno federal, escuchando atento, se entera de ello en las conferencias. Prestos a complacer al presidente, giran circulares, recortan programas y producen anuncios televisivos para ver quién puede complacer más a AMLO. No hay pecado en ello: gana el que interprete de manera más radical y correcta las órdenes codificadas del presidente. Así pasó con las estancias infantiles, los refugios para mujeres violentadas y con la defectuosa cadena de mando del desabasto de gasolina.

Ha de ser difícil ser colaborador del presidente: excesivamente verboso en las conferencias mañaneras y críptico con sus órdenes y visión. Estar al amparo de que cualquier decisión tomada, como la de reservar la información del accidente mortal de la gobernadora de Puebla, sea revertida por el presidente de un plumazo. Tener que decir que fue así porque alguien “cometió un error de dedo” en alguna parte. Hacer política a ciegas, pues. Me compadecería de los secretarios de estado si los considerara ingenuos, pero sus departamentos ocultos en Estados Unidos me dan a entender que de novatos no tienen nada. Triste realidad.

Yo he pedido construir paz desde el gobierno desde hace tiempo ya. Sin embargo, ahora tristemente me veo reducido a pedir algo de estructura y sensatez mínima del presidente y su séquito. Los aplaudidores del partido en el gobierno tienen una narrativa de que detrás de todo acto, palabra y decisión hay un gran plan maestro. Me temo lo contrario. Esto es una colección de decisiones erráticas y políticas públicas de improviso que dificultan la gran tarea que tenemos delante: ayudar a que la gente tenga empleos y salarios dignos, rescatar partes grandes de nuestro país que están dentro del control del crimen organizado y aparte, hacerlo impulsando desde la palabra y la acción una cultura de paz y cooperación, algo que los seguidores del presidente no están dispuestos a hacer desde su “hegemonía”. Afortunadamente, la ciudadanía y la sociedad organizada han demostrado en los últimos 20 años que su trabajo y energía dura más que cualquier color o partido en el gobierno. En ellos confío para impulsar esta construcción de paz a largo plazo.