/ viernes 27 de noviembre de 2020

Profesionalizar la Mediación

Por Blas S. Jasso Hinojosa

Psic. Delia Pérez Guerrero


Los métodos alternos de solución de controversias representan un nuevo paradigma dentro de la impartición de justicia y uno de sus beneficios esenciales, es lograr una nueva cultura para solucionar conflictos dentro de la sociedad.

Dicha cultura, contempla la posibilidad de lograr un acuerdo racional que evite a toda costa que las personas lleguen a los juzgados y sean capaces de solucionar sus conflictos antes de que se genere un problema mayor o incluso, que sea irresoluble.

En llanas palabras, el objetivo de la mediación es lograr la firma de un convenio o acuerdo sinalagmático, donde el compromiso adquiere obligatoriedad legal, pero cuyo culmen supremo es arribar a un estado de paz entre las personas en conflicto, coadyuvando a construir una sociedad más justa y estable.

Para deliberar, controlar, persuadir y conseguir este convenio, los mediadores deben enfrentar una serie de obstáculos para llegar a buen puerto. Es evidente que no son exclusivamente los conocimientos jurídicos, sino a la par, un conjunto de habilidades que este siglo XXI ha traído consigo: el desafío de adoptar competencias que, por lo general, no se imparten en instituciones de enseñanza pública y en ocasiones, ni siquiera en instancias privadas. ¿Cuáles serían esas destrezas a incorporar a nuestros saberes en la exigente y sui géneris mediación contemporánea? En un posible orden secuencial, el ineludible conocimiento de manera exhaustiva de la normatividad alusiva, la constatable experiencia en resolución de controversias, teoría y praxis de una filosofía de vida encaminada hacia una cultura de paz, vocación de servicio, solidaridad, técnicas y métodos tanto cuantitativos como cualitativos, ser asertivo, inteligencia y educación emocional, modelos y técnicas en psicología, así como una gran disposición profesional y humana para la concordia.

Por todo lo anterior, podemos dilucidar que básicamente estamos definiendo el perfil del psicólogo por la naturaleza de los temas que trata y resuelve. Más sin embargo no es así, dado que los mediadores deben ver imperativo añadir nuevas habilidades, conocimientos y actitudes para ensanchar su ejercicio profesional, so riesgo de desfasarse por las nuevas competencias demandadas, lo deducimos entonces como un deber moral y profesional el acceder de forma inexcusable y expedita a estos nuevos saberes.

Para que se logre exitosamente el trabajo y los objetivos que implica el ejercicio profesional de un mediador, es necesario que cuente con habilidades específicas como el conocimiento de la conducta humana, reconocimiento de las emociones en sí mismo y en el otro, así como el manejo de la tolerancia a la frustración y control de impulsos.

En otro momento se pensaba que un ingeniero o abogado no tenía por qué vincularse con un psicólogo, hoy es una realidad. El mediador, es la figura más importante en los métodos alternos de solución de controversias, se trata de un profesionista que tiene como función principal, el facilitar la comunicación para que dos o más partes que se encuentran en un mismo conflicto, puedan llegar a un acuerdo.

Por ello, el interactuar de forma interdisciplinaria con otros campos del conocimiento, verbigracia: abogados, psicólogos, sociólogos, filósofos, entre otros, redimensiona la visión del profesional en la mediación, donde es la formación humana básicamente en ciencia y valores, a la que hago hincapié.

De ahí la imperiosa necesidad de contar con profesionales certificados y espacios de capacitación, donde se impartan dichos conocimientos contemplados en un plan integral de largo alcance. No me refiero a un par de aislados cursos de fin de semana o una sesión de coaching.

Las habilidades a la que hago alusión, deben ser expuestas por expertos con amplia experiencia curricular y práctica en el tema. Debemos cerciorarnos que quien dirige un curso de profesionalización en mediación sean personalidades con reconocido prestigio, bagaje humano y técnico.

Es fundamental la profesionalización del mediador y dejarlo de ver como una figura poco relevante en el ejercicio del derecho. Comprender que la mediación no es una herramienta de trabajo o algo “alternativo”. Cuando en honor a la verdad, la exigencia profesional es mayormente significativa en un mediador por las bases humanas y prácticas metódicas que debe detentar.

El nuevo modelo de justicia penal en México, contempla la necesidad de contar con mediadores competentes y altamente calificados, que va más allá de la redacción de convenios, sino asegurar que el conflicto trascienda a consolidar una sociedad más ecuánime, afable, que deteste las reyertas como mecanismo deliberativo y elija la humildad encaminada a la cultura de paz.

Por eso, la mediación es un pilar innegable en la consecución de dicho modelo social, va más allá de un método práctico, es ante todo un estilo de vida que se debe llevar con singular particularidad. La mediación es un proceso dinámico y cambiante, por lo que los profesionistas del derecho y de la psicología, principalmente, debe allegarse prontamente estos saberes.

La mediación nos enseña procesos de vinculación y nuevas formas de relación. A las nuevas generaciones se les debe enseñar cómo manejar la conflictividad, las formas de convivir con la discrepancia y las contradicciones y finalmente, cómo resolver por vía pacífica los diferendos. Y son precisamente los mediadores certificados, parte de los responsables para lograr esos nuevos perfiles y estadios que reclama con justeza la sociedad moderna.

Blas Sergio Jasso Hinojosa. Miembro, Integrante del Observatorio sobre Seguridad y Justicia, Centro de Investigación del CUCSH Universidad de Guadalajara. Correo: blasjaso@yahoo.com.mx

Por Blas S. Jasso Hinojosa

Psic. Delia Pérez Guerrero


Los métodos alternos de solución de controversias representan un nuevo paradigma dentro de la impartición de justicia y uno de sus beneficios esenciales, es lograr una nueva cultura para solucionar conflictos dentro de la sociedad.

Dicha cultura, contempla la posibilidad de lograr un acuerdo racional que evite a toda costa que las personas lleguen a los juzgados y sean capaces de solucionar sus conflictos antes de que se genere un problema mayor o incluso, que sea irresoluble.

En llanas palabras, el objetivo de la mediación es lograr la firma de un convenio o acuerdo sinalagmático, donde el compromiso adquiere obligatoriedad legal, pero cuyo culmen supremo es arribar a un estado de paz entre las personas en conflicto, coadyuvando a construir una sociedad más justa y estable.

Para deliberar, controlar, persuadir y conseguir este convenio, los mediadores deben enfrentar una serie de obstáculos para llegar a buen puerto. Es evidente que no son exclusivamente los conocimientos jurídicos, sino a la par, un conjunto de habilidades que este siglo XXI ha traído consigo: el desafío de adoptar competencias que, por lo general, no se imparten en instituciones de enseñanza pública y en ocasiones, ni siquiera en instancias privadas. ¿Cuáles serían esas destrezas a incorporar a nuestros saberes en la exigente y sui géneris mediación contemporánea? En un posible orden secuencial, el ineludible conocimiento de manera exhaustiva de la normatividad alusiva, la constatable experiencia en resolución de controversias, teoría y praxis de una filosofía de vida encaminada hacia una cultura de paz, vocación de servicio, solidaridad, técnicas y métodos tanto cuantitativos como cualitativos, ser asertivo, inteligencia y educación emocional, modelos y técnicas en psicología, así como una gran disposición profesional y humana para la concordia.

Por todo lo anterior, podemos dilucidar que básicamente estamos definiendo el perfil del psicólogo por la naturaleza de los temas que trata y resuelve. Más sin embargo no es así, dado que los mediadores deben ver imperativo añadir nuevas habilidades, conocimientos y actitudes para ensanchar su ejercicio profesional, so riesgo de desfasarse por las nuevas competencias demandadas, lo deducimos entonces como un deber moral y profesional el acceder de forma inexcusable y expedita a estos nuevos saberes.

Para que se logre exitosamente el trabajo y los objetivos que implica el ejercicio profesional de un mediador, es necesario que cuente con habilidades específicas como el conocimiento de la conducta humana, reconocimiento de las emociones en sí mismo y en el otro, así como el manejo de la tolerancia a la frustración y control de impulsos.

En otro momento se pensaba que un ingeniero o abogado no tenía por qué vincularse con un psicólogo, hoy es una realidad. El mediador, es la figura más importante en los métodos alternos de solución de controversias, se trata de un profesionista que tiene como función principal, el facilitar la comunicación para que dos o más partes que se encuentran en un mismo conflicto, puedan llegar a un acuerdo.

Por ello, el interactuar de forma interdisciplinaria con otros campos del conocimiento, verbigracia: abogados, psicólogos, sociólogos, filósofos, entre otros, redimensiona la visión del profesional en la mediación, donde es la formación humana básicamente en ciencia y valores, a la que hago hincapié.

De ahí la imperiosa necesidad de contar con profesionales certificados y espacios de capacitación, donde se impartan dichos conocimientos contemplados en un plan integral de largo alcance. No me refiero a un par de aislados cursos de fin de semana o una sesión de coaching.

Las habilidades a la que hago alusión, deben ser expuestas por expertos con amplia experiencia curricular y práctica en el tema. Debemos cerciorarnos que quien dirige un curso de profesionalización en mediación sean personalidades con reconocido prestigio, bagaje humano y técnico.

Es fundamental la profesionalización del mediador y dejarlo de ver como una figura poco relevante en el ejercicio del derecho. Comprender que la mediación no es una herramienta de trabajo o algo “alternativo”. Cuando en honor a la verdad, la exigencia profesional es mayormente significativa en un mediador por las bases humanas y prácticas metódicas que debe detentar.

El nuevo modelo de justicia penal en México, contempla la necesidad de contar con mediadores competentes y altamente calificados, que va más allá de la redacción de convenios, sino asegurar que el conflicto trascienda a consolidar una sociedad más ecuánime, afable, que deteste las reyertas como mecanismo deliberativo y elija la humildad encaminada a la cultura de paz.

Por eso, la mediación es un pilar innegable en la consecución de dicho modelo social, va más allá de un método práctico, es ante todo un estilo de vida que se debe llevar con singular particularidad. La mediación es un proceso dinámico y cambiante, por lo que los profesionistas del derecho y de la psicología, principalmente, debe allegarse prontamente estos saberes.

La mediación nos enseña procesos de vinculación y nuevas formas de relación. A las nuevas generaciones se les debe enseñar cómo manejar la conflictividad, las formas de convivir con la discrepancia y las contradicciones y finalmente, cómo resolver por vía pacífica los diferendos. Y son precisamente los mediadores certificados, parte de los responsables para lograr esos nuevos perfiles y estadios que reclama con justeza la sociedad moderna.

Blas Sergio Jasso Hinojosa. Miembro, Integrante del Observatorio sobre Seguridad y Justicia, Centro de Investigación del CUCSH Universidad de Guadalajara. Correo: blasjaso@yahoo.com.mx