/ martes 24 de marzo de 2020

Posverdad en tiempos de coronavirus

En desastres naturales, así como en una pandemia global como la que actualmente enfrenta la humanidad por causa del Covid-19, tenemos necesidad de información veraz y contrastada, un trabajo que deben realizar con ética los medios de comunicación y sus periodistas, que tienen el deber de informar a partir del recuento confiable de los hechos.

La actividad periodística es una de las más delicadas en la actual crisis sanitaria que ha puesto en vilo a los seres humanos. Consiste en dar a conocer todo lo relacionado con el coronavirus, pero sin generar pánico en la población, especialmente ahora que circula una gran cantidad de bulos en redes sociales, creados con el propósito de alarmar y hacer daño, algo que, según la opinión de los expertos, puede afectar la salud mental de las personas.

WhatsApp, utilizada en México por 77 millones de mexicanos, figura como el principal canal de difusión de bulos. Pero esta aplicación de mensajería, propiedad de Facebook, no es la única que emplea la pandemia de la desinformación. Circulan también bulos en Telegram, una aplicación creada en Rusia, donde un tribunal ordenó su bloqueo indefinido el 13 de abril de 2018.

El problema no son las aplicaciones antes mencionadas, sino el mal uso que a éstas y a las redes sociales se les da, ya que en todas ellas circula la posverdad más rápido que el propio coronavirus, esto gracias al enorme potencial de Internet, “una red constituida por diferentes redes interconectadas”, a la que Carlos Abreu Soto considera “la precursora –y más importante– de las autopistas de la información”.

En redes sociales debemos estar atentos a este fenómeno, así como a las fake news y las filtraciones masivas de datos. Como usted bien sabe, estas últimas se producen cuando parte de una información personal se libera a los usuarios de Internet.

Pero retomemos el tema de la posverdad, que no es otra cosa que la distorsión de una realidad. El diccionario de Oxford define este término como una “situación en la que los hechos objetivos influyen menos que los argumentos que apelan a las emociones o las creencias cuando se trata de definir la opinión pública”.

Natasha Vázquez, en un artículo de opinión publicado en Sputnik, nos habla de algunos rumores que sobre el coronavirus han circulado en la red. Uno de ellos es “la posibilidad de que el nuevo virus se hubiera ‘escapado’ de uno de los laboratorios que se encuentra bajo el control de los militares en la provincia de Hubei, así como la supuesta muerte de uno de los científicos a causa de la enfermedad”.

La periodista cubana hace referencia en su texto a los “medios que se han hecho eco de la teoría de que el SARS-CoV-2 [causante de la enfermedad Covid-19] podría haber sido creado por los Estados Unidos como arma bacteriológica de la guerra comercial desatada por Washington contra China”. Nos comparte, asimismo, parte de la declaración de un grupo de profesionales médicos de nueve países, publicada en la revista médica Lancet:

"Nos unimos para condenar enérgicamente las teorías conspirativas de que la Covid-19 no tenga orígenes naturales". Este tipo de “teorías de conspiración no hacen nada más que crear miedo, rumores y prejuicios que ponen en peligro nuestra colaboración global en la lucha contra este virus", señalan los científicos en su texto.

El pasado 13 de marzo, Tedros Adhanom Ghebrevesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), utilizó una vez más el término “infodemia”, con el que se ha venido refiriendo a la “sobreabundancia informativa falsa y a su rápida propagación entre las personas y medios”.

Mario Riorda define “infodemia” como "un serio problema de desinformación que aumenta la propagación producto de la desinformación a escala masiva. Técnicamente es una epidemia de mala información, o bien mala información que posibilita una epidemia vía datos falsos, errados o maliciosos que se propagan por redes sociales", concluye el académico.

Dejo a su consideración las palabras de Juan Manuel Quijada Gaytán, director general de los Servicios de Atención Psiquiátrica de la Secretaría de Salud: “Saturarse de información puede generar angustia, ansiedad, que se traducen fisiológicamente en la liberación de sustancias para que pueda compensarse ese estrés. Sin embargo, esto deteriora y rompe el sistema”. Ahí la advertencia del funcionario de salud que es conveniente tomar en cuenta.

Por lo anterior es importante saber identificar las fake news, algo que se logra siguiendo los siguientes pasos: 1) verificar que la fuente informativa sea un medio confiable; 2) poner atención al dominio y URL del sitio web que difunde la información; 3) estudiar cuidadosamente la página de Internet, corroborando si ésta presenta su misión y visión, así como su correspondiente organigrama; 4) verificar si los medios de comunicación con trayectoria han reproducido la noticia; 5) checar si el texto presenta errores de ortografía y gramática, lo que no es común en medios de comunicación serios.

Twitter: @armayacastro

En desastres naturales, así como en una pandemia global como la que actualmente enfrenta la humanidad por causa del Covid-19, tenemos necesidad de información veraz y contrastada, un trabajo que deben realizar con ética los medios de comunicación y sus periodistas, que tienen el deber de informar a partir del recuento confiable de los hechos.

La actividad periodística es una de las más delicadas en la actual crisis sanitaria que ha puesto en vilo a los seres humanos. Consiste en dar a conocer todo lo relacionado con el coronavirus, pero sin generar pánico en la población, especialmente ahora que circula una gran cantidad de bulos en redes sociales, creados con el propósito de alarmar y hacer daño, algo que, según la opinión de los expertos, puede afectar la salud mental de las personas.

WhatsApp, utilizada en México por 77 millones de mexicanos, figura como el principal canal de difusión de bulos. Pero esta aplicación de mensajería, propiedad de Facebook, no es la única que emplea la pandemia de la desinformación. Circulan también bulos en Telegram, una aplicación creada en Rusia, donde un tribunal ordenó su bloqueo indefinido el 13 de abril de 2018.

El problema no son las aplicaciones antes mencionadas, sino el mal uso que a éstas y a las redes sociales se les da, ya que en todas ellas circula la posverdad más rápido que el propio coronavirus, esto gracias al enorme potencial de Internet, “una red constituida por diferentes redes interconectadas”, a la que Carlos Abreu Soto considera “la precursora –y más importante– de las autopistas de la información”.

En redes sociales debemos estar atentos a este fenómeno, así como a las fake news y las filtraciones masivas de datos. Como usted bien sabe, estas últimas se producen cuando parte de una información personal se libera a los usuarios de Internet.

Pero retomemos el tema de la posverdad, que no es otra cosa que la distorsión de una realidad. El diccionario de Oxford define este término como una “situación en la que los hechos objetivos influyen menos que los argumentos que apelan a las emociones o las creencias cuando se trata de definir la opinión pública”.

Natasha Vázquez, en un artículo de opinión publicado en Sputnik, nos habla de algunos rumores que sobre el coronavirus han circulado en la red. Uno de ellos es “la posibilidad de que el nuevo virus se hubiera ‘escapado’ de uno de los laboratorios que se encuentra bajo el control de los militares en la provincia de Hubei, así como la supuesta muerte de uno de los científicos a causa de la enfermedad”.

La periodista cubana hace referencia en su texto a los “medios que se han hecho eco de la teoría de que el SARS-CoV-2 [causante de la enfermedad Covid-19] podría haber sido creado por los Estados Unidos como arma bacteriológica de la guerra comercial desatada por Washington contra China”. Nos comparte, asimismo, parte de la declaración de un grupo de profesionales médicos de nueve países, publicada en la revista médica Lancet:

"Nos unimos para condenar enérgicamente las teorías conspirativas de que la Covid-19 no tenga orígenes naturales". Este tipo de “teorías de conspiración no hacen nada más que crear miedo, rumores y prejuicios que ponen en peligro nuestra colaboración global en la lucha contra este virus", señalan los científicos en su texto.

El pasado 13 de marzo, Tedros Adhanom Ghebrevesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), utilizó una vez más el término “infodemia”, con el que se ha venido refiriendo a la “sobreabundancia informativa falsa y a su rápida propagación entre las personas y medios”.

Mario Riorda define “infodemia” como "un serio problema de desinformación que aumenta la propagación producto de la desinformación a escala masiva. Técnicamente es una epidemia de mala información, o bien mala información que posibilita una epidemia vía datos falsos, errados o maliciosos que se propagan por redes sociales", concluye el académico.

Dejo a su consideración las palabras de Juan Manuel Quijada Gaytán, director general de los Servicios de Atención Psiquiátrica de la Secretaría de Salud: “Saturarse de información puede generar angustia, ansiedad, que se traducen fisiológicamente en la liberación de sustancias para que pueda compensarse ese estrés. Sin embargo, esto deteriora y rompe el sistema”. Ahí la advertencia del funcionario de salud que es conveniente tomar en cuenta.

Por lo anterior es importante saber identificar las fake news, algo que se logra siguiendo los siguientes pasos: 1) verificar que la fuente informativa sea un medio confiable; 2) poner atención al dominio y URL del sitio web que difunde la información; 3) estudiar cuidadosamente la página de Internet, corroborando si ésta presenta su misión y visión, así como su correspondiente organigrama; 4) verificar si los medios de comunicación con trayectoria han reproducido la noticia; 5) checar si el texto presenta errores de ortografía y gramática, lo que no es común en medios de comunicación serios.

Twitter: @armayacastro