/ jueves 2 de diciembre de 2021

Pandemia: ¿Catarsis o tragedia irremisible?

Los falsos filósofos o sofistas de la política se muestran tan activos como siempre y no podían quedarse atrás en el asunto de la pandemia, la cual no obstante constituir una desgracia irrefutable, tratan de pintar como un supuesto “mensaje” que debemos acoger positivamente en lo emocional, con el propósito de que de aquí en adelante nuestra vida sea mejor.

Y eso es lo malo del asunto, porque si nos dejáramos llevar por la opinión de estos “expertos” retardatarios, al rato nos iban a asegurar que la Primera Guerra Mundial fue un fenómeno social que propició grandes avances de la humanidad y que la Segunda ha llevado al planeta al pináculo del progreso.

Y eso no se vale. Las desgracias son desgracias y no ganaríamos mucho con querer ponerles un velo de colores. No se debe manipular la opinión pública.

El problema de la pandemia no puede atribuírsele a nadie en particular y si de verdad queremos ponernos a filosofar, lo que podemos a entender es que son problemas de la vida que difícilmente se pueden prever y que no solamente debemos de lamentar, sino tomarlos como uno más de los fuertes golpes que nos da la Naturaleza y que en efecto, estamos obligados a ver su lado aleccionador.

La pandemia no puede tomarse como una catarsis. Pero sí como una tragedia que nos puede servir de lección. La humanidad no va a ser mejor automáticamente, después de los ataques voraces del coronavirus. Pero sí puede aprender la lección de que debemos estar mejor preparados para enfrentar problemas como éste.

Y eso es lo que deberíamos hacer, en lugar de afirmar sofísticamente que todo está bien y que la pandemia finalmente debemos tomarla como algo bueno.

La pandemia deja un mundo devastado. ¿Cómo puede ser algo que debamos agradecer?

¿Hay algo bueno para las familias que han perdido un padre, una madre, un hermano o un hijo? Lo dudamos. Lo que hay es dolor y desequilibrio. No sólo en lo emocional, sino hasta en lo económico. Lo que hay es una desgracia.

Por lo tanto, no se puede pensar que después de la pandemia vamos a ser más cuerdos y más felices, sin hacer el menor esfuerzo.

Hasta donde podemos ver, lo que se impone en realidad es que tras la tragedia, busquemos estar más preparados y hagamos lo necesario para contar con una sociedad más justa. Pero para ello hay que hacer un gran esfuerzo, poner el mayor empeño. Y no solamente los de abajo, sino también los de en medio y los de arriba.

Porque aprender las lecciones que nos da la vida sería, eso sí, un gran paso para la humanidad.

* Periodista

Los falsos filósofos o sofistas de la política se muestran tan activos como siempre y no podían quedarse atrás en el asunto de la pandemia, la cual no obstante constituir una desgracia irrefutable, tratan de pintar como un supuesto “mensaje” que debemos acoger positivamente en lo emocional, con el propósito de que de aquí en adelante nuestra vida sea mejor.

Y eso es lo malo del asunto, porque si nos dejáramos llevar por la opinión de estos “expertos” retardatarios, al rato nos iban a asegurar que la Primera Guerra Mundial fue un fenómeno social que propició grandes avances de la humanidad y que la Segunda ha llevado al planeta al pináculo del progreso.

Y eso no se vale. Las desgracias son desgracias y no ganaríamos mucho con querer ponerles un velo de colores. No se debe manipular la opinión pública.

El problema de la pandemia no puede atribuírsele a nadie en particular y si de verdad queremos ponernos a filosofar, lo que podemos a entender es que son problemas de la vida que difícilmente se pueden prever y que no solamente debemos de lamentar, sino tomarlos como uno más de los fuertes golpes que nos da la Naturaleza y que en efecto, estamos obligados a ver su lado aleccionador.

La pandemia no puede tomarse como una catarsis. Pero sí como una tragedia que nos puede servir de lección. La humanidad no va a ser mejor automáticamente, después de los ataques voraces del coronavirus. Pero sí puede aprender la lección de que debemos estar mejor preparados para enfrentar problemas como éste.

Y eso es lo que deberíamos hacer, en lugar de afirmar sofísticamente que todo está bien y que la pandemia finalmente debemos tomarla como algo bueno.

La pandemia deja un mundo devastado. ¿Cómo puede ser algo que debamos agradecer?

¿Hay algo bueno para las familias que han perdido un padre, una madre, un hermano o un hijo? Lo dudamos. Lo que hay es dolor y desequilibrio. No sólo en lo emocional, sino hasta en lo económico. Lo que hay es una desgracia.

Por lo tanto, no se puede pensar que después de la pandemia vamos a ser más cuerdos y más felices, sin hacer el menor esfuerzo.

Hasta donde podemos ver, lo que se impone en realidad es que tras la tragedia, busquemos estar más preparados y hagamos lo necesario para contar con una sociedad más justa. Pero para ello hay que hacer un gran esfuerzo, poner el mayor empeño. Y no solamente los de abajo, sino también los de en medio y los de arriba.

Porque aprender las lecciones que nos da la vida sería, eso sí, un gran paso para la humanidad.

* Periodista