/ martes 27 de julio de 2021

Opinión e información

Se trata de dos conceptos diferentes, con significados distintos, pero que en internet y en redes sociales suelen confundirse frecuentemente, esto debido a que la sociedad actual no ha logrado desarrollar la capacidad de distinguir entre información y opinión. Nuestro deber es aprender a separar la verdad de la mentira, y no dar por hecho que es verdad todo lo que dice un periodista. Al no hacer esta separación, otorgamos al periodista el poder de convertir en noticia todo lo que le venga en gana.

De un tiempo a la fecha, el acceso a Internet y a las plataformas digitales se ha convertido en algo cotidiano. Datos del Inegi indican que, en 2020, poco más de 84 millones de mexicanos tuvieron acceso a la red informática de comunicación que permite el intercambio de todo tipo de información entre usuarios.

Los usuarios de la red de redes acceden a la misma para ver, administrar, enviar y recibir información, lo que permite que cada uno de ellos pueda acceder a infinidad de conocimientos y a conectarse con gente en cualquier parte del planeta.

Lo primero que debemos dejar en claro es que no todo lo que circula en Internet y redes sociales es información, ni todo lo que encontramos en el ciberespacio es verdad. Lamentablemente, muchas personas creen en todo lo que circula en la web, sin darse cuenta de que muchos de estos contenidos son bulos o falsas noticias que exacerban a los usuarios que son incapaces de distinguir entre verdad y mentira.

Todo está en la Red, pero no todo lo que en ella encontramos es confiable. Esto debe preocuparnos sobremanera por los niños y jóvenes que recurren cotidianamente a Internet para documentarse por razones de estudio, topándose a diario con afirmaciones marcadas por la exageración, incapaces de proporcionar evidencia de que las mismas sean convincentes.

Aunque hay libertad de opinión, los lectores de diarios y usuarios de Internet deben saber que opinar e informar nunca ha sido lo mismo: opinar es emitir una opinión de lo que uno piensa sobre determinado suceso o tema; informar es dar a conocer un suceso de la realidad, sin editorializar en ningún modo.

El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es muy claro al señalar que “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Con base en lo anterior, entendemos que todo mundo tiene derecho a opinar, pero toda opinión se debe basar en información veraz, no injuriosa ni calumniosa. Todos podemos opinar de lo que queramos, pero el lector de opiniones tiene también el derecho a informarse para saber cuándo está frente a una opinión, y cuándo está ante una información sesgada, tendenciosa o poco clara.

Los ciudadanos tienen el derecho a ser debidamente informados, para tener siempre una idea clara de la verdad. El público necesita que los periodistas muestren los hechos tal y como son, ciñéndose a la verdad de los hechos, sin incluir en sus textos opiniones ni juicios de valor, algo que se ha vuelto muy común en la era digital.

Nunca ha sido ético mezclar noticia y opinión, porque ésta última altera toda información, la tergiversa y rompe con la objetividad, un elemento que el lector busca para poder creer en los periodistas y en los medios de comunicación. La credibilidad, recordémoslo, es lo que da valor a las informaciones del periodista; sin ella, los informantes aparecen ante la opinión pública como partidarios de determinados intereses, como interesados en dañar la imagen de personas o instituciones, en vez de aparecer ante el público como interesados en informar para orientar a las personas acerca de la trascendencia de los acontecimientos.

Twitter: @armayacastro

Se trata de dos conceptos diferentes, con significados distintos, pero que en internet y en redes sociales suelen confundirse frecuentemente, esto debido a que la sociedad actual no ha logrado desarrollar la capacidad de distinguir entre información y opinión. Nuestro deber es aprender a separar la verdad de la mentira, y no dar por hecho que es verdad todo lo que dice un periodista. Al no hacer esta separación, otorgamos al periodista el poder de convertir en noticia todo lo que le venga en gana.

De un tiempo a la fecha, el acceso a Internet y a las plataformas digitales se ha convertido en algo cotidiano. Datos del Inegi indican que, en 2020, poco más de 84 millones de mexicanos tuvieron acceso a la red informática de comunicación que permite el intercambio de todo tipo de información entre usuarios.

Los usuarios de la red de redes acceden a la misma para ver, administrar, enviar y recibir información, lo que permite que cada uno de ellos pueda acceder a infinidad de conocimientos y a conectarse con gente en cualquier parte del planeta.

Lo primero que debemos dejar en claro es que no todo lo que circula en Internet y redes sociales es información, ni todo lo que encontramos en el ciberespacio es verdad. Lamentablemente, muchas personas creen en todo lo que circula en la web, sin darse cuenta de que muchos de estos contenidos son bulos o falsas noticias que exacerban a los usuarios que son incapaces de distinguir entre verdad y mentira.

Todo está en la Red, pero no todo lo que en ella encontramos es confiable. Esto debe preocuparnos sobremanera por los niños y jóvenes que recurren cotidianamente a Internet para documentarse por razones de estudio, topándose a diario con afirmaciones marcadas por la exageración, incapaces de proporcionar evidencia de que las mismas sean convincentes.

Aunque hay libertad de opinión, los lectores de diarios y usuarios de Internet deben saber que opinar e informar nunca ha sido lo mismo: opinar es emitir una opinión de lo que uno piensa sobre determinado suceso o tema; informar es dar a conocer un suceso de la realidad, sin editorializar en ningún modo.

El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es muy claro al señalar que “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Con base en lo anterior, entendemos que todo mundo tiene derecho a opinar, pero toda opinión se debe basar en información veraz, no injuriosa ni calumniosa. Todos podemos opinar de lo que queramos, pero el lector de opiniones tiene también el derecho a informarse para saber cuándo está frente a una opinión, y cuándo está ante una información sesgada, tendenciosa o poco clara.

Los ciudadanos tienen el derecho a ser debidamente informados, para tener siempre una idea clara de la verdad. El público necesita que los periodistas muestren los hechos tal y como son, ciñéndose a la verdad de los hechos, sin incluir en sus textos opiniones ni juicios de valor, algo que se ha vuelto muy común en la era digital.

Nunca ha sido ético mezclar noticia y opinión, porque ésta última altera toda información, la tergiversa y rompe con la objetividad, un elemento que el lector busca para poder creer en los periodistas y en los medios de comunicación. La credibilidad, recordémoslo, es lo que da valor a las informaciones del periodista; sin ella, los informantes aparecen ante la opinión pública como partidarios de determinados intereses, como interesados en dañar la imagen de personas o instituciones, en vez de aparecer ante el público como interesados en informar para orientar a las personas acerca de la trascendencia de los acontecimientos.

Twitter: @armayacastro