/ viernes 19 de junio de 2020

Nueva normalidad urbana

El diagnóstico del crecimiento urbano de las ciudades mexicanas como el área metropolitana de Guadalajara tiene consecuencias diversas, pero en las crisis como la emergencia sanitaria actual, presenta escenarios en la realidad concreta para ser analizados en cátedras habituales de las carreras relativas, como la urbanística, sociología urbana, arquitectura y obviamente salud pública.

De las cuales se desprendería la falta del respeto gubernamental luego de la práctica de “gentrificación”, o búsqueda de centros urbanos completos en sus funciones para una vida confortable en los márgenes del primer cuadro de una ciudad. Una especie de “ciudad satélite” pero con centros comunitarios, recreación, infraestructura médica y la activación física en una forma de prevención y fomento a la salud física y mental de los ciudadanos.

Por el contrario, en la reconversión de los terrenos agrícolas con nuevos fraccionamientos donde se ha olvidado tomar en cuenta primero al sector más importante, es decir a los ciudadanos, sus derechos humanos, el confort y, por supuesto el destierro de flagelos como la inseguridad, con acceso a la educación en todos sus niveles y de calidad.

Por ello, incluir en la “nueva normalidad urbana” una necesaria menor convivencia y contacto social resulta sencillo en la teoría, porque a esos asentamientos poblacionales no han llegado ni siquiera los instrumentos básico de esa nueva normalidad.

La restauración integral de los centros comunitarios con vida social y económica tendrían que ser el próximo diseño de nuestros profesionales desde las aulas en todas las universidades públicas y privadas que ya nos dieron importantes recursos científicos para evitar el contagio, pero ahora nos queda el gran reto de reconstruir las actividades cotidianas de la mayoría de los mexicanos que, inevitablemente, tendrán que salir a trabajar en los mostradores y los pasillos menos observados. Además se habrán de concentrar cientos de miles empleados, obreros, choferes, enfermeros, albañiles, comerciantes y otros jaliscienses en cuya espalda descansa lo más sensible de la producción social del país y del estado. La mayoría de ellos usuarios del transporte público, banquetas, parques públicos, plazas comerciales y todos aquellos escenarios que sabemos, inevitablemente, tendrán mayor concentración de personas.

Sin embargo, no debemos soslayar el analizar las consecuencias de un confinamiento con diversas e inequitativas condiciones de clase social; y a quienes debemos una explicación del porqué unos cuántos pueden tener el disfrute de una infraestructura de alto nivel como avenidas holgadas, clubes deportivos, transporte privado o la posibilidad de mantener un saludable aislamiento con salarios pagados con recursos públicos, mientras otros millones mantienen una alta vulnerabilidad sin otra opción de saber por la prensa que su territorio poblacional se mantiene como una de las de mayor densidad ¡en América!, Como el sector libertad de Guadalajara y sus múltiples vecindades, Santa Fe y Arvento en Tlajomulco, Infonavit El Sauz y otros experimentos de alta rentabilidad para los inmobiliarios y que no deberíamos repetir sino restaurar.

Entre los que no podemos repetir ni debemos pasar por alto se encuentran casos en la historia del urbanismo en Guadalajara, por ejemplo la venta de las áreas verdes del fraccionamiento Jardines del Country. También conocimos del caso de terrenos, originalmente proyectados para parques, vendidos por los ayuntamientos para permitir negocios privados.

En síntesis, si tenemos muestras de la combinación de factores motivados por la histórica corrupción entre lo público y lo privado, podríamos considerarlos en su destierro y para la ascensión urbana, a una verdadera nueva normalidad.

Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com

El diagnóstico del crecimiento urbano de las ciudades mexicanas como el área metropolitana de Guadalajara tiene consecuencias diversas, pero en las crisis como la emergencia sanitaria actual, presenta escenarios en la realidad concreta para ser analizados en cátedras habituales de las carreras relativas, como la urbanística, sociología urbana, arquitectura y obviamente salud pública.

De las cuales se desprendería la falta del respeto gubernamental luego de la práctica de “gentrificación”, o búsqueda de centros urbanos completos en sus funciones para una vida confortable en los márgenes del primer cuadro de una ciudad. Una especie de “ciudad satélite” pero con centros comunitarios, recreación, infraestructura médica y la activación física en una forma de prevención y fomento a la salud física y mental de los ciudadanos.

Por el contrario, en la reconversión de los terrenos agrícolas con nuevos fraccionamientos donde se ha olvidado tomar en cuenta primero al sector más importante, es decir a los ciudadanos, sus derechos humanos, el confort y, por supuesto el destierro de flagelos como la inseguridad, con acceso a la educación en todos sus niveles y de calidad.

Por ello, incluir en la “nueva normalidad urbana” una necesaria menor convivencia y contacto social resulta sencillo en la teoría, porque a esos asentamientos poblacionales no han llegado ni siquiera los instrumentos básico de esa nueva normalidad.

La restauración integral de los centros comunitarios con vida social y económica tendrían que ser el próximo diseño de nuestros profesionales desde las aulas en todas las universidades públicas y privadas que ya nos dieron importantes recursos científicos para evitar el contagio, pero ahora nos queda el gran reto de reconstruir las actividades cotidianas de la mayoría de los mexicanos que, inevitablemente, tendrán que salir a trabajar en los mostradores y los pasillos menos observados. Además se habrán de concentrar cientos de miles empleados, obreros, choferes, enfermeros, albañiles, comerciantes y otros jaliscienses en cuya espalda descansa lo más sensible de la producción social del país y del estado. La mayoría de ellos usuarios del transporte público, banquetas, parques públicos, plazas comerciales y todos aquellos escenarios que sabemos, inevitablemente, tendrán mayor concentración de personas.

Sin embargo, no debemos soslayar el analizar las consecuencias de un confinamiento con diversas e inequitativas condiciones de clase social; y a quienes debemos una explicación del porqué unos cuántos pueden tener el disfrute de una infraestructura de alto nivel como avenidas holgadas, clubes deportivos, transporte privado o la posibilidad de mantener un saludable aislamiento con salarios pagados con recursos públicos, mientras otros millones mantienen una alta vulnerabilidad sin otra opción de saber por la prensa que su territorio poblacional se mantiene como una de las de mayor densidad ¡en América!, Como el sector libertad de Guadalajara y sus múltiples vecindades, Santa Fe y Arvento en Tlajomulco, Infonavit El Sauz y otros experimentos de alta rentabilidad para los inmobiliarios y que no deberíamos repetir sino restaurar.

Entre los que no podemos repetir ni debemos pasar por alto se encuentran casos en la historia del urbanismo en Guadalajara, por ejemplo la venta de las áreas verdes del fraccionamiento Jardines del Country. También conocimos del caso de terrenos, originalmente proyectados para parques, vendidos por los ayuntamientos para permitir negocios privados.

En síntesis, si tenemos muestras de la combinación de factores motivados por la histórica corrupción entre lo público y lo privado, podríamos considerarlos en su destierro y para la ascensión urbana, a una verdadera nueva normalidad.

Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com