/ lunes 6 de julio de 2020

Nos hemos quedado solos

Ahora que gracias a una investigación periodística de Sonia Serrano y Lauro Rodríguez sabemos que Indatcom, Euzen y La Covacha, las empresas de comunicación vinculadas al ingeniero Enrique Alfaro, han recibido más de 316 millones de pesos de recursos públicos de 2011 a la fecha, se impone la necesidad de exponer algunas consideraciones sobre esta insultante afectación a las finanzas de los jaliscienses.

Ante la evidencia de que el actual gobierno está más comprometido en promover la imagen nacional de su patrón que en resolver los graves pendientes que nos aquejan, vale la pena preguntarnos por qué el silencio de los autoproclamados “sociedad civil”, que está conformada por sindicatos, fundaciones, organizaciones empresariales y otras extrañas figuras fiscales. ¿Acaso una de sus misiones sustantivas no tiene que ver con la defensa de los más altos intereses de la población, como por ejemplo, velar por el buen uso y destino del erario? ¿O es que de un tiempo para acá, optaron por la cómoda función de ovacionar las acciones de la aristocracia naranja, con el propósito de asegurar un buen sitio en la esfera del poder y así lograr aparecer en las escenas que transmiten los noticiarios televisivos? La verdad es que ya no se sabe. Luego de que de un modo indigno, irracional e irresponsable, recomendaron al congreso estatal contratar una deuda por 6 mil 200 millones de pesos, sin saber en qué se gastaría ese dinero, de ellos podemos esperar cualquier barbaridad.

También debemos reflexionar sobre algo en extremo penoso. Reconozcamos que el periodismo crítico atraviesa por una severa crisis. En cuanto inició esta gestión, resultó evidente que la mayoría de los medios tradicionales de comunicación emitieron la orden a sus reporteros y colaboradores de darle un trato ‘cuidadoso’ a las noticias que impactan de forma negativa al proyecto presidencial de Alfaro Ramírez. Y es que el objetivo es simple: hay que conservar una buena relación comercial o alcanzar un buen convenio publicitario. “Cariño, cariñito”, decían los clásicos.

Lo anterior nos coloca en un vergonzoso momento de la historia. Mientras que por una parte, los que se ostentan como portavoces de los diversos sectores de la sociedad se empeñan en lamer los zapatos del mandatario, por otra, vemos cómo en la prensa local hay quien se empina para secar la saliva que dejan los primeros.

Ser testigos de cómo se va por el retrete cientos de millones de pesos de nuestros impuestos en una fantasía egocéntrica, debería ser motivo suficiente para exigir que se detenga este derroche. Ningún peso que provenga de las arcas públicas debe estar al servicio de las aspiraciones individuales de nadie. La comunicación social es institucional, no personal.

Derivado de ello, nuestra entidad se ha convertido en un chiste. A la distancia se escuchan las risas burlonas que provoca encabezar los mejores lugares en las peores listas del país. Si no es por corrupción y falta de transparencia, lo es por el dengue y los índices criminales.

De ahí que tengamos que cuestionar el papel de todos aquellos organismos que están obligados por ley a auditar el ejercicio presupuestal de la autoridad. Pero más aún, en un escenario en el que jamás se había visto una discrecionalidad y opacidad de tales proporciones, es imperativo que regrese al menos un poco de honor a los actores de los partidos políticos de oposición, porque de continuar temerosos y agazapados, en breve sus nombres serán borrados de la memoria colectiva por su traición y cobardía.

Así pues, a dos años del sexenio alfarista, Jalisco es víctima de pequeños grupos que sólo se representan a sí mismos. Es decir, padecemos de la presencia de micro minorías que votan a favor de causas ajenas al pueblo y de opinantes que están al servicio de un amo que los ve chiquitos.

Por eso creo que los que somos más, nos hemos quedado solos.

Ahora que gracias a una investigación periodística de Sonia Serrano y Lauro Rodríguez sabemos que Indatcom, Euzen y La Covacha, las empresas de comunicación vinculadas al ingeniero Enrique Alfaro, han recibido más de 316 millones de pesos de recursos públicos de 2011 a la fecha, se impone la necesidad de exponer algunas consideraciones sobre esta insultante afectación a las finanzas de los jaliscienses.

Ante la evidencia de que el actual gobierno está más comprometido en promover la imagen nacional de su patrón que en resolver los graves pendientes que nos aquejan, vale la pena preguntarnos por qué el silencio de los autoproclamados “sociedad civil”, que está conformada por sindicatos, fundaciones, organizaciones empresariales y otras extrañas figuras fiscales. ¿Acaso una de sus misiones sustantivas no tiene que ver con la defensa de los más altos intereses de la población, como por ejemplo, velar por el buen uso y destino del erario? ¿O es que de un tiempo para acá, optaron por la cómoda función de ovacionar las acciones de la aristocracia naranja, con el propósito de asegurar un buen sitio en la esfera del poder y así lograr aparecer en las escenas que transmiten los noticiarios televisivos? La verdad es que ya no se sabe. Luego de que de un modo indigno, irracional e irresponsable, recomendaron al congreso estatal contratar una deuda por 6 mil 200 millones de pesos, sin saber en qué se gastaría ese dinero, de ellos podemos esperar cualquier barbaridad.

También debemos reflexionar sobre algo en extremo penoso. Reconozcamos que el periodismo crítico atraviesa por una severa crisis. En cuanto inició esta gestión, resultó evidente que la mayoría de los medios tradicionales de comunicación emitieron la orden a sus reporteros y colaboradores de darle un trato ‘cuidadoso’ a las noticias que impactan de forma negativa al proyecto presidencial de Alfaro Ramírez. Y es que el objetivo es simple: hay que conservar una buena relación comercial o alcanzar un buen convenio publicitario. “Cariño, cariñito”, decían los clásicos.

Lo anterior nos coloca en un vergonzoso momento de la historia. Mientras que por una parte, los que se ostentan como portavoces de los diversos sectores de la sociedad se empeñan en lamer los zapatos del mandatario, por otra, vemos cómo en la prensa local hay quien se empina para secar la saliva que dejan los primeros.

Ser testigos de cómo se va por el retrete cientos de millones de pesos de nuestros impuestos en una fantasía egocéntrica, debería ser motivo suficiente para exigir que se detenga este derroche. Ningún peso que provenga de las arcas públicas debe estar al servicio de las aspiraciones individuales de nadie. La comunicación social es institucional, no personal.

Derivado de ello, nuestra entidad se ha convertido en un chiste. A la distancia se escuchan las risas burlonas que provoca encabezar los mejores lugares en las peores listas del país. Si no es por corrupción y falta de transparencia, lo es por el dengue y los índices criminales.

De ahí que tengamos que cuestionar el papel de todos aquellos organismos que están obligados por ley a auditar el ejercicio presupuestal de la autoridad. Pero más aún, en un escenario en el que jamás se había visto una discrecionalidad y opacidad de tales proporciones, es imperativo que regrese al menos un poco de honor a los actores de los partidos políticos de oposición, porque de continuar temerosos y agazapados, en breve sus nombres serán borrados de la memoria colectiva por su traición y cobardía.

Así pues, a dos años del sexenio alfarista, Jalisco es víctima de pequeños grupos que sólo se representan a sí mismos. Es decir, padecemos de la presencia de micro minorías que votan a favor de causas ajenas al pueblo y de opinantes que están al servicio de un amo que los ve chiquitos.

Por eso creo que los que somos más, nos hemos quedado solos.