/ miércoles 16 de diciembre de 2020

No Jalen, que descobijan

Se acerca el fin de año y comienza el estira y afloja acerca del aumento que debe haber en el salario mínimo oficial, ya que mientras el Gobierno de la Cuarta Transformación se ha pronunciado por un incremento que represente realmente una mejoría en las condiciones de vida de los asalariados, la parte afectada -o sea la empresarial-, se ha declarado incapaz de soportar las erogaciones que un alza importante representaría.

Una pugna hasta cierto punto sorda, sin estallidos pero real, aparece en el plano político y social.

Como apuntamos al inicio: la administración federal confirma su pregonada posición de interés social y no solamente piensa, sino que ya ha hecho público su propósito, de aplicar un alza del 15 por ciento en los jornales.

Y la respuesta ha consistido no solamente en una oposición al objetivo, por una supuesta imposibilidad de satisfacerlo sin problemas, sino aclarando que si tal aumento se lleva a la práctica, ello repercutirá en un aumento general de precios.

O sea que, en palabras del vulgo, saldría más caro el remedio que la enfermedad.

Y los pobres de México reaccionarían con otro dicho popular: Oigan, “no jalen, que descobijan”.

Resulta pues que, hasta donde se alcanza a ver en estas primeras de cambio, no hay solución a los apremios que sufre la clase trabajadora, pues nadie está dispuesto a cargar con el costo de una mejor distribución del ingreso -que así llaman los técnicos a la justicia social-.

Alguien podría decir que nos encontramos en un callejón sin salida.

Quienes se defienden del aumento salarial, nos dan a entender que en nuestro país tenemos una economía chiquita, donde el dinero no es suficiente para que todos vivamos bien. Aunque los del otro lado, afirman que sus reclamos son justos.

Es decir, que hay unos que aseguran que la lana no alcanza para todos. Aunque otros dicen que sí… aunque finalmente parecería que tal vez no.

Y en eso andamos en estos últimos días del año, que esos sí, no nos van a alcanzar para dar buena salida a todos los pendientes.

Podemos apuntar que el estira y afloja, con todo y presentar perfiles nuevos, no deja de parecerse mucho al que se ha dado tradicionalmente. Y si bien aceptamos que existen diferencias de cierta profundidad, debemos recordar que estamos viviendo tiempos de gente civilizada y que, por lo tanto, no llegará la sangre al río. Si algo bueno hemos visto en esta época de posibles cambios, es que hay la decisión de hacer las cosas por la vía pacífica. Sin dañar lo que se ha construido, aunque si tratando de mejorar la situación de todos los mexicanos. Cuál debe ser.

Las posiciones están planteadas. Cada quien está en su lugar. Las fuerzas están equilibradas y ya nomás queda ver quién impone su razón. No falta mucho para conocer el resultado.

Se acerca el fin de año y comienza el estira y afloja acerca del aumento que debe haber en el salario mínimo oficial, ya que mientras el Gobierno de la Cuarta Transformación se ha pronunciado por un incremento que represente realmente una mejoría en las condiciones de vida de los asalariados, la parte afectada -o sea la empresarial-, se ha declarado incapaz de soportar las erogaciones que un alza importante representaría.

Una pugna hasta cierto punto sorda, sin estallidos pero real, aparece en el plano político y social.

Como apuntamos al inicio: la administración federal confirma su pregonada posición de interés social y no solamente piensa, sino que ya ha hecho público su propósito, de aplicar un alza del 15 por ciento en los jornales.

Y la respuesta ha consistido no solamente en una oposición al objetivo, por una supuesta imposibilidad de satisfacerlo sin problemas, sino aclarando que si tal aumento se lleva a la práctica, ello repercutirá en un aumento general de precios.

O sea que, en palabras del vulgo, saldría más caro el remedio que la enfermedad.

Y los pobres de México reaccionarían con otro dicho popular: Oigan, “no jalen, que descobijan”.

Resulta pues que, hasta donde se alcanza a ver en estas primeras de cambio, no hay solución a los apremios que sufre la clase trabajadora, pues nadie está dispuesto a cargar con el costo de una mejor distribución del ingreso -que así llaman los técnicos a la justicia social-.

Alguien podría decir que nos encontramos en un callejón sin salida.

Quienes se defienden del aumento salarial, nos dan a entender que en nuestro país tenemos una economía chiquita, donde el dinero no es suficiente para que todos vivamos bien. Aunque los del otro lado, afirman que sus reclamos son justos.

Es decir, que hay unos que aseguran que la lana no alcanza para todos. Aunque otros dicen que sí… aunque finalmente parecería que tal vez no.

Y en eso andamos en estos últimos días del año, que esos sí, no nos van a alcanzar para dar buena salida a todos los pendientes.

Podemos apuntar que el estira y afloja, con todo y presentar perfiles nuevos, no deja de parecerse mucho al que se ha dado tradicionalmente. Y si bien aceptamos que existen diferencias de cierta profundidad, debemos recordar que estamos viviendo tiempos de gente civilizada y que, por lo tanto, no llegará la sangre al río. Si algo bueno hemos visto en esta época de posibles cambios, es que hay la decisión de hacer las cosas por la vía pacífica. Sin dañar lo que se ha construido, aunque si tratando de mejorar la situación de todos los mexicanos. Cuál debe ser.

Las posiciones están planteadas. Cada quien está en su lugar. Las fuerzas están equilibradas y ya nomás queda ver quién impone su razón. No falta mucho para conocer el resultado.