/ miércoles 6 de octubre de 2021

No hay congruencia

No tenemos congruencia. No hay coincidencia entre el pensamiento y la acción; no hay empate entre lo que se dice y lo que se hace. No queremos corrupción, es verdad; estamos hartos de esas conductas hipócritas que tanto daño nos hacen como sociedad, pero desafortunadamente no hacemos nada concreto que lo remedie.

La retórica se desborda; lo mismo desde el atril de las mañaneras, que desde el púlpito, o en la tarima del salón, se afirma que la corrupción es uno de los principales males de la sociedad y que hay que combatirla a toda costa, pero todo queda en el discurso.

Pero no hay congruencia. Se repudia la violencia y como medio de combate a la delincuencia organizada, se les ofrecen abrazos, se les advierte de acusarlos con las abuelas si siguen por el mal camino, se les ofrecen programas de apoyo si no estudian ni trabajan para que les sea menos atractivo irse por el camino del mal.

Pero esas buenas intenciones quedan socavadas al autorizarse la difusión pública de series y películas con alto contenido de violencia en donde se presenta al espectador una exitosa imagen totalmente estereotipada por los actores que representan papeles de delincuentes en lujosas mansiones donde están rodeados de mujeres exuberantes, buen vino, buena comida, joyas, autos, armas, el poder por el poder mismo.

Así no se puede. Por más apoyos gubernamentales que haya, nada podrá compararse con ese ideal que se presenta en las narco series y películas del mismo tipo, en donde el mensaje es tener una vida llena de lujos y excesos, aunque sea corta. Incongruencia manifiesta.

En la lucha por la corrección del lenguaje de nuestros chicos, en las librerías vemos ediciones con títulos obscenos y francamente vulgares; La televisión y la radio permiten que algunos conductores se mofen del público, lo ofendan, utilicen un lenguaje soez, lleno de procacidad, con frases de doble sentido, utilizando albures y muchas veces sobajando a las mujeres a quienes se les ve como objetos de atractivo visual como el caso de muchas presentadoras del tiempo, donde los camarógrafos se regodean con primeros planos de sus generosos escotes o un Derriere quirúrgicamente diseñado.

Se falta a la congruencia, cuando desde el seno del Gobierno que tiene en el combate a la corrupción su tarea fundamental no se sancionan casos claros de corrupción de la misma gente del gobierno. Combatiré la corrupción en los demás, pero no lo haré cuando los involucrados sean mis amigos.

Nos quejamos, de la violencia, de la desigualdad social, de la pobreza, de la corrupción, pero en todo momento la incongruencia está presente, hacemos lo que prohibimos; exigimos la práctica de las virtudes, la observancia de los valores, pero no ponemos el ejemplo.

No podemos exigirles a nuestros hijos la limpieza cuando nos ven arrojar la basura en la calle; no podemos pedirle a nuestro hijo que diga siempre la verdad, mientras le decimos que responda a quien toca la puerta que responda que no nos encontramos en casa.

Mientras no haya congruencia entre el pensar y el actuar, el tejido social se seguirá descomponiendo y mientras mas pasa el tiempo menos podremos restaurarlo.

* Doctor en Derecho

No tenemos congruencia. No hay coincidencia entre el pensamiento y la acción; no hay empate entre lo que se dice y lo que se hace. No queremos corrupción, es verdad; estamos hartos de esas conductas hipócritas que tanto daño nos hacen como sociedad, pero desafortunadamente no hacemos nada concreto que lo remedie.

La retórica se desborda; lo mismo desde el atril de las mañaneras, que desde el púlpito, o en la tarima del salón, se afirma que la corrupción es uno de los principales males de la sociedad y que hay que combatirla a toda costa, pero todo queda en el discurso.

Pero no hay congruencia. Se repudia la violencia y como medio de combate a la delincuencia organizada, se les ofrecen abrazos, se les advierte de acusarlos con las abuelas si siguen por el mal camino, se les ofrecen programas de apoyo si no estudian ni trabajan para que les sea menos atractivo irse por el camino del mal.

Pero esas buenas intenciones quedan socavadas al autorizarse la difusión pública de series y películas con alto contenido de violencia en donde se presenta al espectador una exitosa imagen totalmente estereotipada por los actores que representan papeles de delincuentes en lujosas mansiones donde están rodeados de mujeres exuberantes, buen vino, buena comida, joyas, autos, armas, el poder por el poder mismo.

Así no se puede. Por más apoyos gubernamentales que haya, nada podrá compararse con ese ideal que se presenta en las narco series y películas del mismo tipo, en donde el mensaje es tener una vida llena de lujos y excesos, aunque sea corta. Incongruencia manifiesta.

En la lucha por la corrección del lenguaje de nuestros chicos, en las librerías vemos ediciones con títulos obscenos y francamente vulgares; La televisión y la radio permiten que algunos conductores se mofen del público, lo ofendan, utilicen un lenguaje soez, lleno de procacidad, con frases de doble sentido, utilizando albures y muchas veces sobajando a las mujeres a quienes se les ve como objetos de atractivo visual como el caso de muchas presentadoras del tiempo, donde los camarógrafos se regodean con primeros planos de sus generosos escotes o un Derriere quirúrgicamente diseñado.

Se falta a la congruencia, cuando desde el seno del Gobierno que tiene en el combate a la corrupción su tarea fundamental no se sancionan casos claros de corrupción de la misma gente del gobierno. Combatiré la corrupción en los demás, pero no lo haré cuando los involucrados sean mis amigos.

Nos quejamos, de la violencia, de la desigualdad social, de la pobreza, de la corrupción, pero en todo momento la incongruencia está presente, hacemos lo que prohibimos; exigimos la práctica de las virtudes, la observancia de los valores, pero no ponemos el ejemplo.

No podemos exigirles a nuestros hijos la limpieza cuando nos ven arrojar la basura en la calle; no podemos pedirle a nuestro hijo que diga siempre la verdad, mientras le decimos que responda a quien toca la puerta que responda que no nos encontramos en casa.

Mientras no haya congruencia entre el pensar y el actuar, el tejido social se seguirá descomponiendo y mientras mas pasa el tiempo menos podremos restaurarlo.

* Doctor en Derecho