/ lunes 23 de mayo de 2022

Ni transformación ni refundación

En su habitual conferencia matutina el Presidente López Obrador, dijo que en 2024 habría continuidad con el cambio de administración, y que esperaba que se continuara la transformación con otro Presidente.

En las elecciones del 2018 yo estaba seguro de que se había tomado la mejor decisión por un pueblo cansado del engaño, de la mentira, de la corrupción, del abandono a los más pobres, de la frivolidad, del favoritismo, y de tanta carroña que rodea a la administración pública, de donde se alimentan los buitres del poder, esos que se valen del presupuesto para hacerse ricos.

Han pasado casi tres años y medio y no he visto la transformación por ningún lado; la corrupción está igual o peor; la violencia incontrolada gracias a políticas públicas de extrema tolerancia y parsimonia; siguen las mentiras, los engaños y se ha agregado un como villano favorito al conservadurismo y al neoliberalismo.

Tanto que se critica a las administraciones pasadas, y resurgió el tapadismo, solo que ahora la práctica se hace tres años antes de la elección presidencial, acabando con el mínimo respeto de quienes aspiran al cargo más honroso del país, calificándolos despectivamente de corcholatas.

Lo mismo de antes pese a que a cada momento se insiste en que no son los de antes y se recurre al dislate de confundir el conservadurismo con el neoliberalismo, cosas completamente distintas y a las que habré de referirme en posterior artículo; el caso es que la transformación de la vida nacional no se ve por ningún lado.

Se han estado vendiendo espejitos a los incautos que siguen siendo objeto del engaño y la manipulación.

En la comarca, las cosas no son distintas. La refundación del Estado quedó solo en promesa de campaña. Las cosas también están peores.

Corrupción, violencia, pésimo sistema de impartición de justicia, los mismos problemas del abastecimiento del agua, y lo que quizá resulta más denigrante es ese absurdo quid pro quo de no vincularse a lo que le llaman una coalición simplona. Cuando llega el mandamás, todo son sonrisas y caravanas, agradecimientos y alfombras rojas y en cuanto se va empiezan los desplantes como el desacuerdo con la política nacional en materia de seguridad de abrazos y no balazos.

Cuanto valor se necesita para decir las cosas como son y donde quiera, pero en tiempos de la transformación y la refundación, pueden más los proyectos personales que los intereses del pueblo, de los ciudadanos.

Lástima que echan por la borda el capital político invertido. Las decepciones se cobran en las urnas, que eso no se les olvide.

En su habitual conferencia matutina el Presidente López Obrador, dijo que en 2024 habría continuidad con el cambio de administración, y que esperaba que se continuara la transformación con otro Presidente.

En las elecciones del 2018 yo estaba seguro de que se había tomado la mejor decisión por un pueblo cansado del engaño, de la mentira, de la corrupción, del abandono a los más pobres, de la frivolidad, del favoritismo, y de tanta carroña que rodea a la administración pública, de donde se alimentan los buitres del poder, esos que se valen del presupuesto para hacerse ricos.

Han pasado casi tres años y medio y no he visto la transformación por ningún lado; la corrupción está igual o peor; la violencia incontrolada gracias a políticas públicas de extrema tolerancia y parsimonia; siguen las mentiras, los engaños y se ha agregado un como villano favorito al conservadurismo y al neoliberalismo.

Tanto que se critica a las administraciones pasadas, y resurgió el tapadismo, solo que ahora la práctica se hace tres años antes de la elección presidencial, acabando con el mínimo respeto de quienes aspiran al cargo más honroso del país, calificándolos despectivamente de corcholatas.

Lo mismo de antes pese a que a cada momento se insiste en que no son los de antes y se recurre al dislate de confundir el conservadurismo con el neoliberalismo, cosas completamente distintas y a las que habré de referirme en posterior artículo; el caso es que la transformación de la vida nacional no se ve por ningún lado.

Se han estado vendiendo espejitos a los incautos que siguen siendo objeto del engaño y la manipulación.

En la comarca, las cosas no son distintas. La refundación del Estado quedó solo en promesa de campaña. Las cosas también están peores.

Corrupción, violencia, pésimo sistema de impartición de justicia, los mismos problemas del abastecimiento del agua, y lo que quizá resulta más denigrante es ese absurdo quid pro quo de no vincularse a lo que le llaman una coalición simplona. Cuando llega el mandamás, todo son sonrisas y caravanas, agradecimientos y alfombras rojas y en cuanto se va empiezan los desplantes como el desacuerdo con la política nacional en materia de seguridad de abrazos y no balazos.

Cuanto valor se necesita para decir las cosas como son y donde quiera, pero en tiempos de la transformación y la refundación, pueden más los proyectos personales que los intereses del pueblo, de los ciudadanos.

Lástima que echan por la borda el capital político invertido. Las decepciones se cobran en las urnas, que eso no se les olvide.