/ martes 17 de noviembre de 2020

Migrantes

“No se me vayan a ofender, yo sé que muchos están provida y todo este rollo, yo lo entiendo y de verdad qué bonito, nada más estoy dando un ejemplo económico, entonces todo lo que pasó con las oleadas de migrantes, donde muchos tomaron la postura de ‘es que hay que apoyarlos, es que son humanos’, si me lo hubieran preguntado a mí yo a todos los llevo a un centro de concentración, a un campo de concentración, y los quemamos, los bañamos como Hitler”.

Estas expresiones xenófobas las hizo en una de sus clases virtuales Adán Noé Martínez Castañeda, profesor que impartía la asignatura de Teoría Económica en la Licenciatura de Derecho en la Facultad de Estudios Superiores (FES) del plantel Aragón de la UNAM. La institución académica, tras conocer la denuncia pública realizada en redes sociales por el Colectivo Violetas, separó al docente de cualquier contacto con la comunidad estudiantil.

No pretendo criticar la actitud xenofóbica de Martínez Castañeda, un tema del que se ha hablado mucho en las diferentes plataformas digitales, en las que se ha condenado enérgicamente la xenofobia del docente contra los migrantes. De lo que sí hablaré es de la forma en que muchos seres humanos, en México y el mundo, vemos a los migrantes, no como seres humanos dignos de respeto, sino como individuos que representan una amenaza para la estabilidad y seguridad de los países de tránsito y de destino.

Una cosa debe quedar bien clara: los migrantes no andan fuera de sus países de origen por gusto o por un espíritu aventurero que los empuje a conocer nuevos horizontes. La mayoría de ellos han emigrado por la situación de desempleo, pobreza e inseguridad que prevalece en sus países de origen, y no porque sean amantes del sufrimiento que experimentan al estar en un país diferente al suyo.

A la situación de vulnerabilidad económica antes mencionada, deben sumarse aquellos factores que propician la migración en los países emisores de migrantes hacia Estados Unidos, incluido nuestro querido México. Me refiero a factores tales como conflictos armados, así como a las migraciones humanas por causas culturales, políticas y ecológicas, estas últimas vinculadas a catástrofes naturales que obligan a muchos a abandonar su lugar de residencia.

México, importante emisor de migrantes hacia Estados Unidos desde finales del siglo XIX, es un país de tránsito y destino de innumerables trabajadores migratorios procedentes en su gran mayoría de países centroamericanos. Duele decirlo, pero hay que hacerlo: en las anteriores administraciones, sobre todo, los migrantes han sido víctimas de robos y extorsiones por parte de la delincuencia común y de la organizada, así como por parte de agentes estatales que han llegado a despojar a los migrantes de su dinero y de las pocas pertenencias que traen consigo.

El peor calvario lo han tenido que vivir las mujeres migrantes, algunas de las cuales han terminado siendo víctimas de extorsión y tráfico sexual, además de ser forzadas por grupos criminales a trabajar en la prostitución, en donde son explotadas y traficadas para sacar provecho económico.

El tema obliga a recordar acontecimientos lamentables como la masacre de San Fernando, Tamaulipas, en agravio de 72 migrantes centroamericanos. Esta matanza fue perpetrada entre el 22 y 23 de agosto de 2010, y es considerada por algunos medios de comunicación como "parte de la deuda histórica del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa.

El ex mandatario condenó en su momento la matanza, responsabilizando al extinto cartel de Los Zetas y diciendo de esta organización criminal: “Son ellos los que están recurriendo a la extorsión y al secuestro de migrantes como mecanismo de financiamiento y reclutamiento”. Sin embargo, el 8 de noviembre 2013, la organización no gubernamental National Security Archive de Estados Unidos “dio a conocer que la administración del presidente Calderón ocultó información sobre las matanzas de migrantes centroamericanos, la complicidad de funcionarios gubernamentales con el crimen organizado, así como los juicios contra delincuentes detenidos”.

Para poner fin al sufrimiento que experimentan los migrantes en los países de tránsito y de destino, las autoridades de los países emisores de migrantes deben trabajar más y mejor en la construcción de un mejor futuro para sus gobernados, procurando acelerar en sus naciones el crecimiento económico, atraer inversiones, crear empresas y generar más y mejores empleos. Estoy convencido de que las personas que tienen lo necesario para vivir dignamente en sus naciones de origen, no tendrán necesidad de pensar recurrentemente en el sueño americano, que muchas de las veces se convierte para los migrantes en una auténtica pesadilla.

Las naciones receptoras de migrantes deben hacer también su parte, que consiste en respetar los derechos humanos de los migrantes, dejar de perseguirlos y criminalizarlos, exhibiéndolos ante la sociedad como personas indeseables y peligrosas.


Twitter: @armayacastro

“No se me vayan a ofender, yo sé que muchos están provida y todo este rollo, yo lo entiendo y de verdad qué bonito, nada más estoy dando un ejemplo económico, entonces todo lo que pasó con las oleadas de migrantes, donde muchos tomaron la postura de ‘es que hay que apoyarlos, es que son humanos’, si me lo hubieran preguntado a mí yo a todos los llevo a un centro de concentración, a un campo de concentración, y los quemamos, los bañamos como Hitler”.

Estas expresiones xenófobas las hizo en una de sus clases virtuales Adán Noé Martínez Castañeda, profesor que impartía la asignatura de Teoría Económica en la Licenciatura de Derecho en la Facultad de Estudios Superiores (FES) del plantel Aragón de la UNAM. La institución académica, tras conocer la denuncia pública realizada en redes sociales por el Colectivo Violetas, separó al docente de cualquier contacto con la comunidad estudiantil.

No pretendo criticar la actitud xenofóbica de Martínez Castañeda, un tema del que se ha hablado mucho en las diferentes plataformas digitales, en las que se ha condenado enérgicamente la xenofobia del docente contra los migrantes. De lo que sí hablaré es de la forma en que muchos seres humanos, en México y el mundo, vemos a los migrantes, no como seres humanos dignos de respeto, sino como individuos que representan una amenaza para la estabilidad y seguridad de los países de tránsito y de destino.

Una cosa debe quedar bien clara: los migrantes no andan fuera de sus países de origen por gusto o por un espíritu aventurero que los empuje a conocer nuevos horizontes. La mayoría de ellos han emigrado por la situación de desempleo, pobreza e inseguridad que prevalece en sus países de origen, y no porque sean amantes del sufrimiento que experimentan al estar en un país diferente al suyo.

A la situación de vulnerabilidad económica antes mencionada, deben sumarse aquellos factores que propician la migración en los países emisores de migrantes hacia Estados Unidos, incluido nuestro querido México. Me refiero a factores tales como conflictos armados, así como a las migraciones humanas por causas culturales, políticas y ecológicas, estas últimas vinculadas a catástrofes naturales que obligan a muchos a abandonar su lugar de residencia.

México, importante emisor de migrantes hacia Estados Unidos desde finales del siglo XIX, es un país de tránsito y destino de innumerables trabajadores migratorios procedentes en su gran mayoría de países centroamericanos. Duele decirlo, pero hay que hacerlo: en las anteriores administraciones, sobre todo, los migrantes han sido víctimas de robos y extorsiones por parte de la delincuencia común y de la organizada, así como por parte de agentes estatales que han llegado a despojar a los migrantes de su dinero y de las pocas pertenencias que traen consigo.

El peor calvario lo han tenido que vivir las mujeres migrantes, algunas de las cuales han terminado siendo víctimas de extorsión y tráfico sexual, además de ser forzadas por grupos criminales a trabajar en la prostitución, en donde son explotadas y traficadas para sacar provecho económico.

El tema obliga a recordar acontecimientos lamentables como la masacre de San Fernando, Tamaulipas, en agravio de 72 migrantes centroamericanos. Esta matanza fue perpetrada entre el 22 y 23 de agosto de 2010, y es considerada por algunos medios de comunicación como "parte de la deuda histórica del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa.

El ex mandatario condenó en su momento la matanza, responsabilizando al extinto cartel de Los Zetas y diciendo de esta organización criminal: “Son ellos los que están recurriendo a la extorsión y al secuestro de migrantes como mecanismo de financiamiento y reclutamiento”. Sin embargo, el 8 de noviembre 2013, la organización no gubernamental National Security Archive de Estados Unidos “dio a conocer que la administración del presidente Calderón ocultó información sobre las matanzas de migrantes centroamericanos, la complicidad de funcionarios gubernamentales con el crimen organizado, así como los juicios contra delincuentes detenidos”.

Para poner fin al sufrimiento que experimentan los migrantes en los países de tránsito y de destino, las autoridades de los países emisores de migrantes deben trabajar más y mejor en la construcción de un mejor futuro para sus gobernados, procurando acelerar en sus naciones el crecimiento económico, atraer inversiones, crear empresas y generar más y mejores empleos. Estoy convencido de que las personas que tienen lo necesario para vivir dignamente en sus naciones de origen, no tendrán necesidad de pensar recurrentemente en el sueño americano, que muchas de las veces se convierte para los migrantes en una auténtica pesadilla.

Las naciones receptoras de migrantes deben hacer también su parte, que consiste en respetar los derechos humanos de los migrantes, dejar de perseguirlos y criminalizarlos, exhibiéndolos ante la sociedad como personas indeseables y peligrosas.


Twitter: @armayacastro