/ lunes 28 de junio de 2021

Mejora continua

Si observamos el comportamiento de un grupo de personas ya sea en el trabajo, la familia o en la sociedad ante un suceso cualquiera de la vida cotidiana es bastante habitual apreciar que no existe una total coincidencia entre ellas, lo normal es que presenten diferencias y, en ocasiones, se manifiestan comportamientos opuestos.

Es así que las personas no somos tan diferentes como pensamos, en términos generales, es una tendencia que las cosas iguales si nos preocupen, por ejemplo; la familia, la seguridad, la incertidumbre etc. Ahora bien, la diferencia de ver las cosas, es el factor determinante que puede variar y así no coincidir en algún tema específico.

De tal manera que, en nuestra propia visión, catalogamos si una persona nos cae bien o mal en función a lo que piensa más aún cuando no coincide con nosotros, ello nos lleva a juzgar si es o no inteligente con base a sus ideas, en los conocimientos que tiene; cuando analizamos mal al que está frente a nosotros y que está en desacuerdo con nuestra forma de pensar, la reacción más común es la confrontación que en muchas ocasiones llevan a la destrucción la relación interpersonal, incluyendo a la familia.

Las discusiones son muy constructivas cuando tienen una razón de ser y un desarrollo asertivo, al contrario, cuando la persona siente una pérdida de energía constante como consecuencia de discusiones que parecen convertirse en hábito, entonces, conviene corregir esta actitud porque resulta totalmente improductiva.

Algunas personas se posicionan en un plano de realidad desde el que no miden el efecto que producen sus palabras en sus relaciones con los demás. Pueden llegar a ser muy hirientes en sus valoraciones y observaciones no solo en el mensaje que expresan, sino también, por cómo lo expresan desde un tono de autoridad.

Ahora bien, como personas tenemos un gran desafío, saber desarrollar el potencial de nuestra capacidad para entender que las personas y las relaciones que nos unen deben ser más importantes que las ideas que para uno son las adecuadas y para el otro no, desde luego que esto no implica que tengamos que aceptar de una manera a lo que piensan otro o por prudencia hacerlo con el propósito de evitar una pelea. Lo importante de saber cómo equilibrar el pensamiento y las ideas, está en ser capaces de expresarlas y compartirlas con otros sabiendo desde luego que tienen una forma de pensar diferente a la nuestra y que no por eso hay que agredirnos de ninguna manera para que nuestra relación no se pierda ya que son más valiosas las personas que las ideas.

Las discusiones constantes por querer imponer nuestra razón o manera de pensar también pueden acarrear un síntoma de dolor que una persona tiene en su interior como consecuencia de una mala racha, psicológicamente ese malestar puede manifestarse a través de actitudes que van más allá del llanto, de irá o desesperación que le causa el no saber controlar aquella emoción.

En otro orden de ideas, saber comprender a los demás, no querer imponer nuestras propias ideas, es el inicio para que exista una empatía mutua, solo cuando hacemos el esfuerzo por conectar con el otro para saber cuál es su realidad, sus necesidades y cuáles sus emociones, facilitamos el auténtico respeto que erige la convivencia, haciendo sentir al otro el merecido aprecio.

Pensemos en ello durante un momento; imaginemos un mundo en el que el ser humano interactúa entre sí como en un hormiguero, cada uno cumple una función, cada miembro de la comunidad lleva a cabo su trabajo sin otra aspiración y sin otras motivaciones, nadie se preocupa por el otro, no existe la comprensión y, por tanto, tampoco existe la empatía y esas emociones que facilitan la atención, el cuidado, la amistad, el altruismo.

Finalmente, pensar diferente no es solo un desafío para uno mismo, es un atrevimiento, ya que proponer innovaciones, mostrar un abanico de alternativas y ver el mundo en todo su esplendor, dando paso a nuestro desarrollo personal con renovación mental, trae como resultados una mejor actitud y una tranquilidad mental y espiritual que se refleja en nuestro diario actuar.


* Rector del Centro Universitario Uteg.

E mail. joseroque@uteg.edu.mx

Si observamos el comportamiento de un grupo de personas ya sea en el trabajo, la familia o en la sociedad ante un suceso cualquiera de la vida cotidiana es bastante habitual apreciar que no existe una total coincidencia entre ellas, lo normal es que presenten diferencias y, en ocasiones, se manifiestan comportamientos opuestos.

Es así que las personas no somos tan diferentes como pensamos, en términos generales, es una tendencia que las cosas iguales si nos preocupen, por ejemplo; la familia, la seguridad, la incertidumbre etc. Ahora bien, la diferencia de ver las cosas, es el factor determinante que puede variar y así no coincidir en algún tema específico.

De tal manera que, en nuestra propia visión, catalogamos si una persona nos cae bien o mal en función a lo que piensa más aún cuando no coincide con nosotros, ello nos lleva a juzgar si es o no inteligente con base a sus ideas, en los conocimientos que tiene; cuando analizamos mal al que está frente a nosotros y que está en desacuerdo con nuestra forma de pensar, la reacción más común es la confrontación que en muchas ocasiones llevan a la destrucción la relación interpersonal, incluyendo a la familia.

Las discusiones son muy constructivas cuando tienen una razón de ser y un desarrollo asertivo, al contrario, cuando la persona siente una pérdida de energía constante como consecuencia de discusiones que parecen convertirse en hábito, entonces, conviene corregir esta actitud porque resulta totalmente improductiva.

Algunas personas se posicionan en un plano de realidad desde el que no miden el efecto que producen sus palabras en sus relaciones con los demás. Pueden llegar a ser muy hirientes en sus valoraciones y observaciones no solo en el mensaje que expresan, sino también, por cómo lo expresan desde un tono de autoridad.

Ahora bien, como personas tenemos un gran desafío, saber desarrollar el potencial de nuestra capacidad para entender que las personas y las relaciones que nos unen deben ser más importantes que las ideas que para uno son las adecuadas y para el otro no, desde luego que esto no implica que tengamos que aceptar de una manera a lo que piensan otro o por prudencia hacerlo con el propósito de evitar una pelea. Lo importante de saber cómo equilibrar el pensamiento y las ideas, está en ser capaces de expresarlas y compartirlas con otros sabiendo desde luego que tienen una forma de pensar diferente a la nuestra y que no por eso hay que agredirnos de ninguna manera para que nuestra relación no se pierda ya que son más valiosas las personas que las ideas.

Las discusiones constantes por querer imponer nuestra razón o manera de pensar también pueden acarrear un síntoma de dolor que una persona tiene en su interior como consecuencia de una mala racha, psicológicamente ese malestar puede manifestarse a través de actitudes que van más allá del llanto, de irá o desesperación que le causa el no saber controlar aquella emoción.

En otro orden de ideas, saber comprender a los demás, no querer imponer nuestras propias ideas, es el inicio para que exista una empatía mutua, solo cuando hacemos el esfuerzo por conectar con el otro para saber cuál es su realidad, sus necesidades y cuáles sus emociones, facilitamos el auténtico respeto que erige la convivencia, haciendo sentir al otro el merecido aprecio.

Pensemos en ello durante un momento; imaginemos un mundo en el que el ser humano interactúa entre sí como en un hormiguero, cada uno cumple una función, cada miembro de la comunidad lleva a cabo su trabajo sin otra aspiración y sin otras motivaciones, nadie se preocupa por el otro, no existe la comprensión y, por tanto, tampoco existe la empatía y esas emociones que facilitan la atención, el cuidado, la amistad, el altruismo.

Finalmente, pensar diferente no es solo un desafío para uno mismo, es un atrevimiento, ya que proponer innovaciones, mostrar un abanico de alternativas y ver el mundo en todo su esplendor, dando paso a nuestro desarrollo personal con renovación mental, trae como resultados una mejor actitud y una tranquilidad mental y espiritual que se refleja en nuestro diario actuar.


* Rector del Centro Universitario Uteg.

E mail. joseroque@uteg.edu.mx