/ miércoles 1 de septiembre de 2021

Mejor procesiones que manifestaciones

Cuando los demonios están desatados no queda otro camino que recurrir a los métodos que correspondan y definitivamente hay que ponerse a rezar. Ciertamente los asuntos económicos se arreglan con fórmulas económicas y los políticos con planteamientos políticos. Pero cuando los recursos a nuestro alcance demuestran no dar resultados y todas las formas pacíficas habidas y por haber han fracasado, no queda más que orar porque las cosas se resuelvan de la mejor manera posible.

Aunque desde luego, el deber obliga a seguir de pie, a no doblegarse, a no renunciar, a mantenerse en la línea. O sea que como dice el sabio proverbio: A Dos rogando y con el mazo dando.

Ahora bien, ¿por qué para hablar de problemas de la comunidad, de asuntos de interés público, recurrimos a figuras bíblicas como el demonio? Bueno, simplemente porque cuando se agotan los recursos humanos, o sea los que están a nuestro alcance, no queda otra cosa que echar mano de lo sobrenatural. Además de que -aún más simple- en el curso de los años se ha usado como estilo literario, la personificación no solamente de lo que es bueno, sino también de lo que es malo.

Ya en una ocasión -no tan reciente- citamos en esta columna el hecho de que al observar el Papa Francisco los serios y repetidos problemas que se han abatido sobre nuestro país, hizo una reflexión profundamente religiosa y dijo que “algo trae el diablo contra México”.

Claro, todos sabemos que el demonio no es otra cosa que las malas intenciones de los enemigos de la patria, que de unos decenios a la fecha, han hecho de nuestro terruño una pieza de caza y han tomado decisiones, han emprendido acciones en cadena, que han deteriorado las estructuras originales y han diezmado los niveles de la vida de las mayorías.

¿Cuál es ese daño que nos han causado? Bueno, vamos a repetir lo que se publica todos los días en todos los medios y que ya hemos reseñado aquí en numerosas ocasiones? El aumento en el número de pobres, los daños al sistema de salud, la merma de los derechos ciudadanos, el olvido de los derechos humanos, la partidocracia, la consecuente proliferación de los políticos chafas, el asfixiante burocratismo, el imparable crecimiento de la delincuencia común, la expansión de la delincuencia oficial (benévolamente denominada corrupción), el encarecimiento de la vida, el deterioro de muchos servicios públicos…y párele de contar.

Desde luego que no todo todo está perdido, puesto que como ya lo apuntamos también aquí en ocasiones anteriores, en nuestro país hay bastantes millones de mexicanos felices. Aunque el problema no está en eso, sino en que a la vez, tenemos muchos millones más de hermanos necesitados. Y la pregunta es ¿porqué si están tan cerca los unos de los otros, están al mismo tiempo tan distantes?

Todo parecería indicar que los métodos utilizados hasta el momento para resolver nuestros problemas no han dado al resultado deseado.

Ni las protestas callejeras parecen conmover a quienes tienen en sus manos coadyuvar a la solución del lamentable estado de cosas. Por eso es que ya hay quienes consideran que en vez de manifestaciones, lo mejor es empezar a organizar procesiones.

* Periodista

Cuando los demonios están desatados no queda otro camino que recurrir a los métodos que correspondan y definitivamente hay que ponerse a rezar. Ciertamente los asuntos económicos se arreglan con fórmulas económicas y los políticos con planteamientos políticos. Pero cuando los recursos a nuestro alcance demuestran no dar resultados y todas las formas pacíficas habidas y por haber han fracasado, no queda más que orar porque las cosas se resuelvan de la mejor manera posible.

Aunque desde luego, el deber obliga a seguir de pie, a no doblegarse, a no renunciar, a mantenerse en la línea. O sea que como dice el sabio proverbio: A Dos rogando y con el mazo dando.

Ahora bien, ¿por qué para hablar de problemas de la comunidad, de asuntos de interés público, recurrimos a figuras bíblicas como el demonio? Bueno, simplemente porque cuando se agotan los recursos humanos, o sea los que están a nuestro alcance, no queda otra cosa que echar mano de lo sobrenatural. Además de que -aún más simple- en el curso de los años se ha usado como estilo literario, la personificación no solamente de lo que es bueno, sino también de lo que es malo.

Ya en una ocasión -no tan reciente- citamos en esta columna el hecho de que al observar el Papa Francisco los serios y repetidos problemas que se han abatido sobre nuestro país, hizo una reflexión profundamente religiosa y dijo que “algo trae el diablo contra México”.

Claro, todos sabemos que el demonio no es otra cosa que las malas intenciones de los enemigos de la patria, que de unos decenios a la fecha, han hecho de nuestro terruño una pieza de caza y han tomado decisiones, han emprendido acciones en cadena, que han deteriorado las estructuras originales y han diezmado los niveles de la vida de las mayorías.

¿Cuál es ese daño que nos han causado? Bueno, vamos a repetir lo que se publica todos los días en todos los medios y que ya hemos reseñado aquí en numerosas ocasiones? El aumento en el número de pobres, los daños al sistema de salud, la merma de los derechos ciudadanos, el olvido de los derechos humanos, la partidocracia, la consecuente proliferación de los políticos chafas, el asfixiante burocratismo, el imparable crecimiento de la delincuencia común, la expansión de la delincuencia oficial (benévolamente denominada corrupción), el encarecimiento de la vida, el deterioro de muchos servicios públicos…y párele de contar.

Desde luego que no todo todo está perdido, puesto que como ya lo apuntamos también aquí en ocasiones anteriores, en nuestro país hay bastantes millones de mexicanos felices. Aunque el problema no está en eso, sino en que a la vez, tenemos muchos millones más de hermanos necesitados. Y la pregunta es ¿porqué si están tan cerca los unos de los otros, están al mismo tiempo tan distantes?

Todo parecería indicar que los métodos utilizados hasta el momento para resolver nuestros problemas no han dado al resultado deseado.

Ni las protestas callejeras parecen conmover a quienes tienen en sus manos coadyuvar a la solución del lamentable estado de cosas. Por eso es que ya hay quienes consideran que en vez de manifestaciones, lo mejor es empezar a organizar procesiones.

* Periodista