/ martes 31 de mayo de 2022

Los Hechos | Sí al deporte, no al salvajismo

Ahora que la pandemia obligó a la reclusión domiciliaria a millones de familias, fue posible observar -entre otras muchas cosas- la disparidad que existe entre muchos de los espectáculos que son catalogados como deportes.

Porque hay, sí, gran número de actividades físicas y de entretenimiento, que pueden considerarse justamente dentro del marco del deporte estricto; pero hay otras que ciertamente se presentan como ejercicio deportivo, pero que caen en lo que se ve como innegables manifestaciones de salvajismo.

Deportes sanos son por ejemplo el voleibol, el tenis, el ciclismo, el básquetbol, el béisbol, el fútbol, el hockey, el patinaje, el esquí, la patineta, el boliche, la natación, los clavados, el surfing, los maratones, las carreras de velocidad, las de resistencia y en general todo lo que encuadra dentro del atletismo. Solo para mencionar a unos cuantos.

Sin embargo, están por el otro lado las competencias que de manera ilegítima son apreciados como deportes, entre los que destacan las corridas de toros, las peleas de gallos, la cacería, el box y al ahora llamado kick box, en los que la aparición de la sangre es festejada por los asistentes como un espectáculo digno de admirarse y merecedor del aplauso. Ello, pese a que como lo acabamos de apuntar, se trata de contiendas sangrientas. Como las del Circo Romano o algo similar.

Porque el toreo, con el sacrificio de un animal encorralado, nos hace recordar al festín de los leones que devoraban esclavos ante las miradas del pueblo. Y el box, con guantes y todos, se asemeja a las luchas de gladiadores, en que se lanzan vítores al ganador, mientras el rival derrotado yace en el suelo sin vida o mal herido. Golpear a un semejante o recibir golpes del mismo, no tiene nada de virtuoso. En las peleas de gallos, no se conforman con hacer pelear a las propias aves de corral, sino que además se les amarran navajas en las patas para que su lucha sea fatal. En estos espectáculos se festeja a la sangre y se aplaude a la muerte.

En el intermedio están los deportes rudos, como el rugby, el fútbol americano y otros similares; lo mismo que los peligrosos, como el automovilismo, el montañismo y el excursionismo; pero por un pelito, éstos no caen en el terreno de lo que se debería ver como proscrito. Pasan de panzazo.

Abriendo otro intermedio podemos hacer el comentario de que en estos últimos tiempos el soccer he degenerado de manera notable, ya que los pisotones, las zancadillas y los empujones por la espalda, están ganando sitio a las jugadas inteligentes y valientes, que sean alarde de energía y buen seso.

Mientras ganan terreno las marrullerías, se hace a un lado al “fair play”, o sea el juego limpio.

Finalmente, tenemos que reconocer que esto del deporte, es otro de los campos en que los seres humanos parece que caminamos para atrás. Por lo que no estaría de más recapacitar y tras las reflexiones del caso, tomar la determinación de volver a nuestros principios más humanitarios, para dar a los espectáculos un sesgo renovado, positivo, que nos permita afianzar nuestra marcha por las sendas más sanas y constructivas. Algo así como ir al rescate de los mejores valores de la humanidad.

Ahora que la pandemia obligó a la reclusión domiciliaria a millones de familias, fue posible observar -entre otras muchas cosas- la disparidad que existe entre muchos de los espectáculos que son catalogados como deportes.

Porque hay, sí, gran número de actividades físicas y de entretenimiento, que pueden considerarse justamente dentro del marco del deporte estricto; pero hay otras que ciertamente se presentan como ejercicio deportivo, pero que caen en lo que se ve como innegables manifestaciones de salvajismo.

Deportes sanos son por ejemplo el voleibol, el tenis, el ciclismo, el básquetbol, el béisbol, el fútbol, el hockey, el patinaje, el esquí, la patineta, el boliche, la natación, los clavados, el surfing, los maratones, las carreras de velocidad, las de resistencia y en general todo lo que encuadra dentro del atletismo. Solo para mencionar a unos cuantos.

Sin embargo, están por el otro lado las competencias que de manera ilegítima son apreciados como deportes, entre los que destacan las corridas de toros, las peleas de gallos, la cacería, el box y al ahora llamado kick box, en los que la aparición de la sangre es festejada por los asistentes como un espectáculo digno de admirarse y merecedor del aplauso. Ello, pese a que como lo acabamos de apuntar, se trata de contiendas sangrientas. Como las del Circo Romano o algo similar.

Porque el toreo, con el sacrificio de un animal encorralado, nos hace recordar al festín de los leones que devoraban esclavos ante las miradas del pueblo. Y el box, con guantes y todos, se asemeja a las luchas de gladiadores, en que se lanzan vítores al ganador, mientras el rival derrotado yace en el suelo sin vida o mal herido. Golpear a un semejante o recibir golpes del mismo, no tiene nada de virtuoso. En las peleas de gallos, no se conforman con hacer pelear a las propias aves de corral, sino que además se les amarran navajas en las patas para que su lucha sea fatal. En estos espectáculos se festeja a la sangre y se aplaude a la muerte.

En el intermedio están los deportes rudos, como el rugby, el fútbol americano y otros similares; lo mismo que los peligrosos, como el automovilismo, el montañismo y el excursionismo; pero por un pelito, éstos no caen en el terreno de lo que se debería ver como proscrito. Pasan de panzazo.

Abriendo otro intermedio podemos hacer el comentario de que en estos últimos tiempos el soccer he degenerado de manera notable, ya que los pisotones, las zancadillas y los empujones por la espalda, están ganando sitio a las jugadas inteligentes y valientes, que sean alarde de energía y buen seso.

Mientras ganan terreno las marrullerías, se hace a un lado al “fair play”, o sea el juego limpio.

Finalmente, tenemos que reconocer que esto del deporte, es otro de los campos en que los seres humanos parece que caminamos para atrás. Por lo que no estaría de más recapacitar y tras las reflexiones del caso, tomar la determinación de volver a nuestros principios más humanitarios, para dar a los espectáculos un sesgo renovado, positivo, que nos permita afianzar nuestra marcha por las sendas más sanas y constructivas. Algo así como ir al rescate de los mejores valores de la humanidad.