/ miércoles 25 de mayo de 2022

Los Hechos | Medios informativos y formativos


Prosiguiendo nuestros comentarios acerca de la importancia social que tiene la función de los escritores y de los periodistas, recurrimos nuevamente a don Miguel de Cervantes Saavedra y su Quijote de la Mancha, para subrayar la obligación histórica que aquellos tienen en lo relativo a brindar una información amplia, precisa y obviamente bien intencionada, que ayude amplia y efectivamente al lector, tanto en su formación personal como en su desempeño social.

Se subraya pues la alta responsabilidad histórica que tanto los autores de libros como los profesionales de la comunicación popular, tienen con la población a la que sirven. Su correcta actuación tiene el más amplio valor formativo que cualquiera pueda imaginar. En tanto que su mal manejo repercutiría en una acción deformativa, en perjuicio de la población. Del correcto cumplimiento de su misión dependería que contásemos con una sociedad sana y fuerte, por estar bien informada. De lo contrario, padeceríamos una sociedad enferma y débil, producto de la deficiente información.

Pues bien, en el contexto de esta exposición que se hace, viene exactamente a la medida una serie de principios expuestos por el sabio español en el momento de su inmortal novela cuando en las cercanías de la “venta’’, el canónigo reprendía al Caballero de la Triste Figura por su desenfrenada conducta, haciéndole notar que su innegable locura se debía a la reprochable lectura de malos libros de caballería. Y entonces le señalaba lo importante que la buena lectura es para todos, ya que de ella depende en gran medida nuestra manera de pensar y de actuar.

Para no extendernos de más en este espacio, apuntamos concretamente y de una buena vez, que en el texto en cuestión, el canónigo señala al Quijote que una lectura digna podría transformarlo en un “erudito en la historia, enamorado de la virtud, enseñado en la bondad, mejorado en las costumbres, valiente sin temeridad, osado sin cobardía. Y todo esto, para honra de Dios, provecho suyo y fama de la Mancha, do según he sabido, trae vuestra merced su principio y origen”.

Y en otra parte del mismo Capítulo se indica que en el caso contrario, el lector se convierte en una persona desorientada, con una forma de actuar que en nada resulta conveniente.

Después de consignado lo anterior, caemos nuevamente en el tema de la importancia que tiene el acceso a la positiva información, lo mismo tratándose de libros que de medios informativos populares.

Y viene así al caso, lo que apuntamos desde un principio: que para hacer posible este propósito, es indispensable que las lecturas disponibles tengan la calidad que se estima indispensable. Y que por ello es de primera importancia la responsabilidad que el comunicador de todos los niveles tiene con la sociedad en que se desempeña.

El comunicador es el proveedor que alimenta el cerebro y el corazón de la gente.

Desde luego que en el ánimo de las personas cuentan también su intuición y su experiencia, pero la información que recibe desde fuera puede repercutir igualmente en su voluntad y en su existencia.


Prosiguiendo nuestros comentarios acerca de la importancia social que tiene la función de los escritores y de los periodistas, recurrimos nuevamente a don Miguel de Cervantes Saavedra y su Quijote de la Mancha, para subrayar la obligación histórica que aquellos tienen en lo relativo a brindar una información amplia, precisa y obviamente bien intencionada, que ayude amplia y efectivamente al lector, tanto en su formación personal como en su desempeño social.

Se subraya pues la alta responsabilidad histórica que tanto los autores de libros como los profesionales de la comunicación popular, tienen con la población a la que sirven. Su correcta actuación tiene el más amplio valor formativo que cualquiera pueda imaginar. En tanto que su mal manejo repercutiría en una acción deformativa, en perjuicio de la población. Del correcto cumplimiento de su misión dependería que contásemos con una sociedad sana y fuerte, por estar bien informada. De lo contrario, padeceríamos una sociedad enferma y débil, producto de la deficiente información.

Pues bien, en el contexto de esta exposición que se hace, viene exactamente a la medida una serie de principios expuestos por el sabio español en el momento de su inmortal novela cuando en las cercanías de la “venta’’, el canónigo reprendía al Caballero de la Triste Figura por su desenfrenada conducta, haciéndole notar que su innegable locura se debía a la reprochable lectura de malos libros de caballería. Y entonces le señalaba lo importante que la buena lectura es para todos, ya que de ella depende en gran medida nuestra manera de pensar y de actuar.

Para no extendernos de más en este espacio, apuntamos concretamente y de una buena vez, que en el texto en cuestión, el canónigo señala al Quijote que una lectura digna podría transformarlo en un “erudito en la historia, enamorado de la virtud, enseñado en la bondad, mejorado en las costumbres, valiente sin temeridad, osado sin cobardía. Y todo esto, para honra de Dios, provecho suyo y fama de la Mancha, do según he sabido, trae vuestra merced su principio y origen”.

Y en otra parte del mismo Capítulo se indica que en el caso contrario, el lector se convierte en una persona desorientada, con una forma de actuar que en nada resulta conveniente.

Después de consignado lo anterior, caemos nuevamente en el tema de la importancia que tiene el acceso a la positiva información, lo mismo tratándose de libros que de medios informativos populares.

Y viene así al caso, lo que apuntamos desde un principio: que para hacer posible este propósito, es indispensable que las lecturas disponibles tengan la calidad que se estima indispensable. Y que por ello es de primera importancia la responsabilidad que el comunicador de todos los niveles tiene con la sociedad en que se desempeña.

El comunicador es el proveedor que alimenta el cerebro y el corazón de la gente.

Desde luego que en el ánimo de las personas cuentan también su intuición y su experiencia, pero la información que recibe desde fuera puede repercutir igualmente en su voluntad y en su existencia.