/ martes 10 de septiembre de 2019

Lo que la gente pide en materia de laicidad

Benito Juárez fue fundador del Estado laico, el mismo que los gobiernos de las últimas décadas se han encargado de debilitar mediante arremetidas que ocurren un día sí y el otro también.

Lo anterior es altamente preocupante porque sin el Estado laico avanza de manera preocupante el Estado confesional, en la vigencia del cual resurge con mayor fuerza la intolerancia religiosa, todo esto en detrimento de nuestra democracia y libertades.

Y que no vengan a decirnos los políticos y gobernantes de hoy que se trata de una calumnia contra su buen nombre, porque ellos como Juárez, han consagrado sus vidas a cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan, incluidos los ordenamientos jurídicos relativos al carácter laico del Estado.

Lo anterior es mera demagogia, porque la realidad de los políticos de nuestro tiempo es del conocimiento de todos los mexicanos, quienes han sido testigos de las continuas violaciones a la laicidad del Estado mexicano, a la que por desgracia nadie respeta, a pesar de que el pueblo es partidario de que se le respete.

Afirmo lo anterior porque el pasado sábado por la mañana decidí hacer un experimento sencillo que me permitió confirmar lo que ya de antemano sabía: que los más interesados en preservar inalterable el Estado laico son los ciudadanos de a pie, quienes están conscientes de la composición plurirreligiosa del pueblo de México, un elemento que nos enriquece como nación, en vez de constituir una amenaza para la unidad nacional, como erróneamente han afirmado algunos jerarcas religiosos.

El pueblo sabio, que conoce el aporte del Estado laico en una nación cultural y religiosamente plural como la nuestra, ha sabido encontrar en este régimen político las razones suficientes para la unidad y la convivencia pacífica, en vez de utilizar la diversidad religiosa como un pretexto para la polarización.

El experimento al que me refiero es una sencilla publicación que decidí postear en Facebook en los siguientes términos: “Si yo digo Estado laico, ¿tú qué dices?” Los comentarios hasta la mañana de este domingo eran 88, la mayoría de ellos a favor de que se respete el carácter laico del Estado.

Algunos se refirieron a las bondades del Estado laico, señalando entre ellas la garantía de todo tipo de libertades, entre ellas la de expresión, inexistente en los tiempos del México confesional; otros calificaron a la laicidad como el “único principio que garantiza que personas de diferentes religiones convivamos en sana paz”.

Entre los diversos comentarios figuran los que hablan de la falta de protección política y jurídica a la laicidad, así como aquellos que simplemente escribieron el nombre de Benito Juárez, quien de la mano de los liberales de su tiempo legisló sobre diferentes temas en torno a las relaciones Iglesia-Estado.

Me permito mencionar también las palabras de algunas personas que, con justificada indignación, reprochan el proceder de una clase política y gobernante que, además de poner en circulación la Cartilla Moral con el apoyo de algunas iglesias, ha ido cediendo ante las exigencias de algunos de estos grupos religiosos que piden concesiones de radio y televisión.

No quiero excluir las voces de aquellos que, convencidos de las bondades de la educación laica, piden sacar de las escuelas públicas los altares durante las celebraciones en el Día de Muertos, lo que constituye un atentado contra los niños y niñas ajenos a dichas creencias.

Concluyo mi columna destacando la preocupación de quienes proponen seguir en pie de lucha hasta lograr el respeto pleno a la laicidad, así como de quienes señalan la necesidad de fortalecer al Estado laico, que debe permanecer “ajeno a cualquier práctica religiosa, y respetuoso de todas las creencias”.

Esto es lo que ha expresado el pueblo que tiene interés en la preservación el principio constitucional de laicidad, "garante de la absoluta libertad de todo individuo en cuanto a la opción espiritual que decida seguir, así como de la estricta igualdad de trato de todas las opciones espirituales" (Peña-Ruiz y Tejedor, 2009).

Evidentemente, los políticos y gobernantes de nuestro tiempo quieren algo distinto, como también los líderes religiosos que buscan privilegios que se colocan por encima de las leyes, y que consagran, además, “una discriminación entre ciudadanos con opciones espirituales distintas, tal como señala Peña-Ruiz en su Antología laica: 66 textos comentados para comprender el laicismo.

Lo que quiere y pide la gente es lo que debe quedarle claro los políticos de México, a quienes debemos recordar que están obligados a cumplir la Constitución General de la República, la cual establece otro principio importante e histórico: el de la separación del Estado y las iglesias. A este principio también se refieren los comentarios en mi publicación de Facebook, por ser el que impide que las iglesias intervengan en los asuntos del gobierno, y que éste tenga injerencia en la vida interna de las asociaciones religiosas.


Twitter: @armayacastro


Benito Juárez fue fundador del Estado laico, el mismo que los gobiernos de las últimas décadas se han encargado de debilitar mediante arremetidas que ocurren un día sí y el otro también.

Lo anterior es altamente preocupante porque sin el Estado laico avanza de manera preocupante el Estado confesional, en la vigencia del cual resurge con mayor fuerza la intolerancia religiosa, todo esto en detrimento de nuestra democracia y libertades.

Y que no vengan a decirnos los políticos y gobernantes de hoy que se trata de una calumnia contra su buen nombre, porque ellos como Juárez, han consagrado sus vidas a cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan, incluidos los ordenamientos jurídicos relativos al carácter laico del Estado.

Lo anterior es mera demagogia, porque la realidad de los políticos de nuestro tiempo es del conocimiento de todos los mexicanos, quienes han sido testigos de las continuas violaciones a la laicidad del Estado mexicano, a la que por desgracia nadie respeta, a pesar de que el pueblo es partidario de que se le respete.

Afirmo lo anterior porque el pasado sábado por la mañana decidí hacer un experimento sencillo que me permitió confirmar lo que ya de antemano sabía: que los más interesados en preservar inalterable el Estado laico son los ciudadanos de a pie, quienes están conscientes de la composición plurirreligiosa del pueblo de México, un elemento que nos enriquece como nación, en vez de constituir una amenaza para la unidad nacional, como erróneamente han afirmado algunos jerarcas religiosos.

El pueblo sabio, que conoce el aporte del Estado laico en una nación cultural y religiosamente plural como la nuestra, ha sabido encontrar en este régimen político las razones suficientes para la unidad y la convivencia pacífica, en vez de utilizar la diversidad religiosa como un pretexto para la polarización.

El experimento al que me refiero es una sencilla publicación que decidí postear en Facebook en los siguientes términos: “Si yo digo Estado laico, ¿tú qué dices?” Los comentarios hasta la mañana de este domingo eran 88, la mayoría de ellos a favor de que se respete el carácter laico del Estado.

Algunos se refirieron a las bondades del Estado laico, señalando entre ellas la garantía de todo tipo de libertades, entre ellas la de expresión, inexistente en los tiempos del México confesional; otros calificaron a la laicidad como el “único principio que garantiza que personas de diferentes religiones convivamos en sana paz”.

Entre los diversos comentarios figuran los que hablan de la falta de protección política y jurídica a la laicidad, así como aquellos que simplemente escribieron el nombre de Benito Juárez, quien de la mano de los liberales de su tiempo legisló sobre diferentes temas en torno a las relaciones Iglesia-Estado.

Me permito mencionar también las palabras de algunas personas que, con justificada indignación, reprochan el proceder de una clase política y gobernante que, además de poner en circulación la Cartilla Moral con el apoyo de algunas iglesias, ha ido cediendo ante las exigencias de algunos de estos grupos religiosos que piden concesiones de radio y televisión.

No quiero excluir las voces de aquellos que, convencidos de las bondades de la educación laica, piden sacar de las escuelas públicas los altares durante las celebraciones en el Día de Muertos, lo que constituye un atentado contra los niños y niñas ajenos a dichas creencias.

Concluyo mi columna destacando la preocupación de quienes proponen seguir en pie de lucha hasta lograr el respeto pleno a la laicidad, así como de quienes señalan la necesidad de fortalecer al Estado laico, que debe permanecer “ajeno a cualquier práctica religiosa, y respetuoso de todas las creencias”.

Esto es lo que ha expresado el pueblo que tiene interés en la preservación el principio constitucional de laicidad, "garante de la absoluta libertad de todo individuo en cuanto a la opción espiritual que decida seguir, así como de la estricta igualdad de trato de todas las opciones espirituales" (Peña-Ruiz y Tejedor, 2009).

Evidentemente, los políticos y gobernantes de nuestro tiempo quieren algo distinto, como también los líderes religiosos que buscan privilegios que se colocan por encima de las leyes, y que consagran, además, “una discriminación entre ciudadanos con opciones espirituales distintas, tal como señala Peña-Ruiz en su Antología laica: 66 textos comentados para comprender el laicismo.

Lo que quiere y pide la gente es lo que debe quedarle claro los políticos de México, a quienes debemos recordar que están obligados a cumplir la Constitución General de la República, la cual establece otro principio importante e histórico: el de la separación del Estado y las iglesias. A este principio también se refieren los comentarios en mi publicación de Facebook, por ser el que impide que las iglesias intervengan en los asuntos del gobierno, y que éste tenga injerencia en la vida interna de las asociaciones religiosas.


Twitter: @armayacastro