/ jueves 28 de enero de 2021

Línea 3, ¡y lo que falta!

La disposición del Ejecutivo del Estado para programar en el ejercicio presupuestal 2 mil 271 millones de pesos para la recuperación y restauración del amueblamiento urbano en el entorno de la Línea 3 del Tren Eléctrico, recién terminado, será un paso importante en la medida en la que se consideren todos los factores que deben ser tomados en cuenta en la obra pública urbana más importante del sexenio pasado en el estado de Jalisco.

Todos fuimos testigos de la degradación material y barrial a lo largo de los 21.5 kilómetros de esta importante línea de movilidad que, de acuerdo a datos oficiales, podrá transportar a cerca de 250 mil pasajeros diariamente a través de sus 18 estaciones, 13 elevadas y 5 subterráneas, y que pretende unir eficientemente los municipios de Zapopan, Guadalajara, Tlaquepaque y Tonalá por donde ya pasa, con una accidentada serie de pruebas aún sin concluir la mega obra. Con el consecuente gasto público cuya infraestructura significó 31 mil 500 millones de pesos, aún cuando la inversión proyectada era de 17 mil 692 millones de pesos.

Al enorme presupuesto, superado a partir de una mala planeación en la ejecución de la obra, debemos sumar los imprevistos de todo tipo incluidas las desviaciones en 3 dimensiones realizadas a partir del surgimiento de mantos freáticos y edificaciones afectadas como la Catedral Metropolitana de Guadalajara y cientos, o tal vez miles, de viviendas aledañas al derrotero de esta línea férrea de transporte doméstico.

Para este tren, denominado de “última generación” de acuerdo a funcionarios federales, deberá considerarse en una siguiente etapa lo más elemental del servicio material de la función urbana. Me refiero a la oportunidad de restaurar los necesarios parques lineales y no sólo la flora ornamental, sino la actividad humana integral incluidas las líneas para caminar protegidamente, usar bicicleta como alternativa de transporte colectivo o para ejercitarse a través del trote o el pedaleo en una bicicleta.

Debo suponer que los científicos de la Universidad de Guadalajara habrán dado su opinión sobre las especies que nuestra ciudad podría recuperar y reproducir exponencialmente como el naranjo agrio, el laurel, eucalipto, limón y otros árboles frutales como el guayabo aptos para generar sombra, oxígeno, humedad, frescura, bloqueo al polvo y la vitalidad urbana tan necesaria en un área metropolitana de alta polución, contaminación atmosférica y, en este momento, altos índices de transmisión de enfermedades como la pandemia que ahora nos preocupa.

La reactivación de la vida comunitaria y económica requerirá de proyectos de mayor profundidad y a mediano plazo, ya que la mayoría de los tapatíos conocemos las consecuencias económicas generadas por una obra que cerró muchos negocios y fuentes de trabajo a lo largo de 6 años.

Los ejemplos de éxito en otras partes del mundo podrían ser un aliciente si volteamos a la experiencia del impacto positivo y de los beneficios urbanos traídos a la Ciudad de México luego de las edificaciones realizadas para los Juegos Olímpicos de 1968, de la misma forma el éxito en la recuperación del tejido social en Barcelona en 1992, o también con el excelente aprovechamiento de las obras realizadas en Londres para los Juegos Olímpicos del 2012 y posteriormente entregadas para el confort de los pobladores de esas exitosas ciudades, luego de la dificil experiencia de esas obras de gran envergadura.


* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com


La disposición del Ejecutivo del Estado para programar en el ejercicio presupuestal 2 mil 271 millones de pesos para la recuperación y restauración del amueblamiento urbano en el entorno de la Línea 3 del Tren Eléctrico, recién terminado, será un paso importante en la medida en la que se consideren todos los factores que deben ser tomados en cuenta en la obra pública urbana más importante del sexenio pasado en el estado de Jalisco.

Todos fuimos testigos de la degradación material y barrial a lo largo de los 21.5 kilómetros de esta importante línea de movilidad que, de acuerdo a datos oficiales, podrá transportar a cerca de 250 mil pasajeros diariamente a través de sus 18 estaciones, 13 elevadas y 5 subterráneas, y que pretende unir eficientemente los municipios de Zapopan, Guadalajara, Tlaquepaque y Tonalá por donde ya pasa, con una accidentada serie de pruebas aún sin concluir la mega obra. Con el consecuente gasto público cuya infraestructura significó 31 mil 500 millones de pesos, aún cuando la inversión proyectada era de 17 mil 692 millones de pesos.

Al enorme presupuesto, superado a partir de una mala planeación en la ejecución de la obra, debemos sumar los imprevistos de todo tipo incluidas las desviaciones en 3 dimensiones realizadas a partir del surgimiento de mantos freáticos y edificaciones afectadas como la Catedral Metropolitana de Guadalajara y cientos, o tal vez miles, de viviendas aledañas al derrotero de esta línea férrea de transporte doméstico.

Para este tren, denominado de “última generación” de acuerdo a funcionarios federales, deberá considerarse en una siguiente etapa lo más elemental del servicio material de la función urbana. Me refiero a la oportunidad de restaurar los necesarios parques lineales y no sólo la flora ornamental, sino la actividad humana integral incluidas las líneas para caminar protegidamente, usar bicicleta como alternativa de transporte colectivo o para ejercitarse a través del trote o el pedaleo en una bicicleta.

Debo suponer que los científicos de la Universidad de Guadalajara habrán dado su opinión sobre las especies que nuestra ciudad podría recuperar y reproducir exponencialmente como el naranjo agrio, el laurel, eucalipto, limón y otros árboles frutales como el guayabo aptos para generar sombra, oxígeno, humedad, frescura, bloqueo al polvo y la vitalidad urbana tan necesaria en un área metropolitana de alta polución, contaminación atmosférica y, en este momento, altos índices de transmisión de enfermedades como la pandemia que ahora nos preocupa.

La reactivación de la vida comunitaria y económica requerirá de proyectos de mayor profundidad y a mediano plazo, ya que la mayoría de los tapatíos conocemos las consecuencias económicas generadas por una obra que cerró muchos negocios y fuentes de trabajo a lo largo de 6 años.

Los ejemplos de éxito en otras partes del mundo podrían ser un aliciente si volteamos a la experiencia del impacto positivo y de los beneficios urbanos traídos a la Ciudad de México luego de las edificaciones realizadas para los Juegos Olímpicos de 1968, de la misma forma el éxito en la recuperación del tejido social en Barcelona en 1992, o también con el excelente aprovechamiento de las obras realizadas en Londres para los Juegos Olímpicos del 2012 y posteriormente entregadas para el confort de los pobladores de esas exitosas ciudades, luego de la dificil experiencia de esas obras de gran envergadura.


* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com