/ martes 8 de diciembre de 2020

Libertades de expresión y religión

Francia es considerada desde hace tiempo la “cuna de la laicidad”, un Estado laico por mandato constitucional desde 1905, en donde se ha dado un fuerte debate mediático sobre dicho tema en las últimas semanas, acerca del cual me referiré enseguida.

La laicidad en ese país miembro de la Unión Europea es un principio fundamental que implica la separación del Estado y las religiones. La ley francesa promulgada en los primeros años del siglo XX declara de manera contundente: “La República no reconoce, no paga, ni subsidia religión alguna”.

En otras palabras, se prohíbe terminantemente cualquier injerencia de las religiones en asuntos que son competencia exclusiva del Estado francés, el cual es neutro desde el punto de vista religioso.

La decapitación en octubre pasado de Samuel Paty, un profesor de secundaria, dedicado a promover la laicidad en el marco de la escuela pública francesa, ha intensificado el debate sobre un tema sensible para los musulmanes, y acerca del cual ha corrido mucha tinta en los últimos años: las caricaturas del profeta Mahoma.

Según diversos medios de comunicación, el extinto profesor de historia usó las caricaturas del profeta Mahoma en una clase sobre libertad de expresión. Esto generó indignación y una reacción inaceptable en algunos estudiantes musulmanes, uno de los cuales puso el valor de la religión por encima de la libertad de expresión, privando de la vida al docente.

También hubo reacciones frente a la embajada francesa en Bagdad, donde fueron quemadas banderas de Francia y fotos del presidente francés Emmanuel Macron, quien proclamó en la ceremonia de Estado en honor a Paty: "Defenderemos el laicismo. Y la libertad que tú (Paty) sabías enseñar tan bien. No renunciaremos a las caricaturas ni a las ilustraciones".

Como era de esperarse, las palabras de Macron generaron enorme malestar entre los líderes de algunos países musulmanes, así como entre decenas de miles de personas que, en Dacca, capital de Bangladesh, se pronunciaron a favor de un boicot a todo lo que sea o parezca francés.

Los atentados por causa de las caricaturas de Mahoma se han dado muchas veces en Francia. Recordamos la ocasión en que un grupo de yihadistas asesinó a varios caricaturistas de Charlie Hebdo, un semanario satírico francés que en 2015 publicó caricaturas del profeta Mahoma. El pasado 2 de septiembre, antes del brutal asesinato de Paty, la revista publicó nuevamente dibujos polémicos de Mahoma, y una vez más Al Qaeda, la organización terrorista que en 2015 reivindicó el ataque contra el semanario “como venganza por el honor” del fundador del islam, volvió a lanzar amenazas contra Charlie Hebdo.

En mi opinión, todo pasa por el tema del respeto, un valor que ayuda al ser humano a reconocer, aceptar, apreciar y valorar las cualidades y derechos de sus semejantes. Cuando este valor está presente en nuestras vidas no se ridiculizan los símbolos, objetos y lugares sagrados de las religiones, antes bien se respetan las convicciones religiosas de todas las personas, aunque discrepemos o no estemos de acuerdo con ellas. El respeto nos ayuda a apreciar también la vida propia y la ajena, fruto indiscutible de la acción creadora de Dios, el dador de la vida, quien ha buscado proteger ese valioso don a través del mandamiento bíblico: “no matarás”.

Siempre lo he dicho, y hoy lo repito: ninguna ofensa, por grande y blasfema que sea, justifica la violencia. Ni siquiera la creación de ilustraciones que los musulmanes consideran un insulto por ser Mahoma altamente admirado, querido y venerado por todos ellos. Nadie merece morir por ejercer sin límites éticos la libertad de expresión, burlándose o representando de forma poco favorable a los líderes de las religiones que hay en el mundo.

Ambas libertades fundamentales, la de expresión y la religiosa, deben ejercerse en todas las naciones del mundo con absoluta responsabilidad, privilegiando por encima de todo la paz y el respeto, valores elementales para la preservación de la vida y de las buenas relaciones entre las personas y las naciones.

Las críticas y observaciones sobre las religiones, si en algún momento hubiera necesidad de hacerlas, deben partir del respeto por nuestros semejantes, y por el conjunto de creencias que, en uso de sus libertades y derechos, profesan.


Twitter: @armayacastro

Francia es considerada desde hace tiempo la “cuna de la laicidad”, un Estado laico por mandato constitucional desde 1905, en donde se ha dado un fuerte debate mediático sobre dicho tema en las últimas semanas, acerca del cual me referiré enseguida.

La laicidad en ese país miembro de la Unión Europea es un principio fundamental que implica la separación del Estado y las religiones. La ley francesa promulgada en los primeros años del siglo XX declara de manera contundente: “La República no reconoce, no paga, ni subsidia religión alguna”.

En otras palabras, se prohíbe terminantemente cualquier injerencia de las religiones en asuntos que son competencia exclusiva del Estado francés, el cual es neutro desde el punto de vista religioso.

La decapitación en octubre pasado de Samuel Paty, un profesor de secundaria, dedicado a promover la laicidad en el marco de la escuela pública francesa, ha intensificado el debate sobre un tema sensible para los musulmanes, y acerca del cual ha corrido mucha tinta en los últimos años: las caricaturas del profeta Mahoma.

Según diversos medios de comunicación, el extinto profesor de historia usó las caricaturas del profeta Mahoma en una clase sobre libertad de expresión. Esto generó indignación y una reacción inaceptable en algunos estudiantes musulmanes, uno de los cuales puso el valor de la religión por encima de la libertad de expresión, privando de la vida al docente.

También hubo reacciones frente a la embajada francesa en Bagdad, donde fueron quemadas banderas de Francia y fotos del presidente francés Emmanuel Macron, quien proclamó en la ceremonia de Estado en honor a Paty: "Defenderemos el laicismo. Y la libertad que tú (Paty) sabías enseñar tan bien. No renunciaremos a las caricaturas ni a las ilustraciones".

Como era de esperarse, las palabras de Macron generaron enorme malestar entre los líderes de algunos países musulmanes, así como entre decenas de miles de personas que, en Dacca, capital de Bangladesh, se pronunciaron a favor de un boicot a todo lo que sea o parezca francés.

Los atentados por causa de las caricaturas de Mahoma se han dado muchas veces en Francia. Recordamos la ocasión en que un grupo de yihadistas asesinó a varios caricaturistas de Charlie Hebdo, un semanario satírico francés que en 2015 publicó caricaturas del profeta Mahoma. El pasado 2 de septiembre, antes del brutal asesinato de Paty, la revista publicó nuevamente dibujos polémicos de Mahoma, y una vez más Al Qaeda, la organización terrorista que en 2015 reivindicó el ataque contra el semanario “como venganza por el honor” del fundador del islam, volvió a lanzar amenazas contra Charlie Hebdo.

En mi opinión, todo pasa por el tema del respeto, un valor que ayuda al ser humano a reconocer, aceptar, apreciar y valorar las cualidades y derechos de sus semejantes. Cuando este valor está presente en nuestras vidas no se ridiculizan los símbolos, objetos y lugares sagrados de las religiones, antes bien se respetan las convicciones religiosas de todas las personas, aunque discrepemos o no estemos de acuerdo con ellas. El respeto nos ayuda a apreciar también la vida propia y la ajena, fruto indiscutible de la acción creadora de Dios, el dador de la vida, quien ha buscado proteger ese valioso don a través del mandamiento bíblico: “no matarás”.

Siempre lo he dicho, y hoy lo repito: ninguna ofensa, por grande y blasfema que sea, justifica la violencia. Ni siquiera la creación de ilustraciones que los musulmanes consideran un insulto por ser Mahoma altamente admirado, querido y venerado por todos ellos. Nadie merece morir por ejercer sin límites éticos la libertad de expresión, burlándose o representando de forma poco favorable a los líderes de las religiones que hay en el mundo.

Ambas libertades fundamentales, la de expresión y la religiosa, deben ejercerse en todas las naciones del mundo con absoluta responsabilidad, privilegiando por encima de todo la paz y el respeto, valores elementales para la preservación de la vida y de las buenas relaciones entre las personas y las naciones.

Las críticas y observaciones sobre las religiones, si en algún momento hubiera necesidad de hacerlas, deben partir del respeto por nuestros semejantes, y por el conjunto de creencias que, en uso de sus libertades y derechos, profesan.


Twitter: @armayacastro